J.A.Xesteira
Mientras los ocurrentes políticos nos entretienen con sus campañas y nos cabrean con sus alardes de ver quien la tiene más grande (la vanidosa autoestima, me refiero), las cosas verdaderamente importantes pasan por la parte de atrás de las noticias; los Medios las publican, pero, ante el espectáculo obsceno de la política en efervescencia, todo lo demás se apaga. Entre las noticias falsas y las noticias interesadas, entre las confecciones de listas originales en las que entran novedades sorpresivas y salen grandes clásicos (todos con servicios prestados bien remunerados) lo que de verdad debiera interesarnos pasa desapercibido: vemos el dedo que señala (y nos lo meterán en un ojo para cegarnos) y no vemos la gran luna de la vida real del país. Todos sacan de la manga figuras en las listas para maravillar al votante: toreros, fascistas de primera línea, deportistas retirados, semicorruptos, novedades de última hora, desconocidos con pedigrí en otros mundos… Todo vale. Las financiaciones restringidas ponen de manifiesto que sin dinero no hay paraiso fiscal y que los bancos son los que tienen ahora la sartén de las elecciones por el mango. Todos prometen al mismo tiempo cosas que nunca llevarán a cabo cuando estén en el poder (cualquiera de ellos, según las estimaciones estadísticas puede ser nuestro próximo presidente del Gobierno) Derogaciones de leyes para-cuando-sea-presidente, bajada de impuestos para-cuando-gobernemos-nosotros, y otras maravillas para el país. Después están las redes, en las que todos meten apoyos falsos, cuentas de personas inexistentes y falsedades que nadie filtra.
El mundo no está mucho mejor. Mientras los ingleses se complican la vida con su ser-o-no-ser europeos, el presidente de México exige que España pida perdón por el genocidio indio, lo cual sería de aceptar si el presidente mexicano fuera un indio, pero en realidad es descendiente de conquistadores; el presidente de EEUU reconoce que los judíos son los dueños del Golán y Gaza sigue siendo un gueto, con lo cual Israel repite un viejo esquema en el que una vez fue víctima y ahora es verdugo. Y siguen las guerras árabes, en las que España –o las empresas beneficiadas– ganan una auténtica fortuna con la venta de armas. Y mientras tanto el mundo sigue girando envuelto y asfixiado por toneladas de plástico.
Todo ese espectáculo, puede que de forma inconsciente, oculta al país real, el país que tiene que hacer equilibrios para llegar a fin de mes, el país que vive de la pensión del abuelo y del risga, el país que aumenta la cola del paro, bajo el peso de un ERE considerado como un arma de destruccción masiva de empleo. Los políticos que sonríen permanentemente lo ignoran, son seres que, pese a su juventud, no van a comprar al super, no hacen cola en las urgencias hospitalarias, no se buscan la vida: ya la encontraron.
El problema más grave con que nos topamos ahora mismo y que aparece en todos los Medios, perdido entre los fuegos artificiales de la campaña electoral, es el del paro. Es una constante en todas las preocupaciones estadísticas, pero parece que nadie se da cuenta de ello, al menos los políticos de las sonrisa etrusca ni lo citan ni tienen nada que ofrecer en ese terreno. El sistema métrico liberal, el Capitalismo rampante que nos gobierna, lo tiene previsto: habrá miles de parados de aquí a nada, y los que trabajen lo harán de manera obediente a las leyes dirigidas por el Capital y santificadas por el Estado.
El cambio evidente de sistema empresarial-obrero, la tecnificación y todo ese rollo macabeo que suelen contarnos es una realidad; las empresas, que vivían de producir ahora vive de mover dineros (mejor si son públicos) de un fondo a otro. Las bases estructurales del trabajo cayeron hace tiempo, sin que nadie moviera un dedo para impedirlo: las jornadas ya no son de ocho horas, ni siquiera de seis días a la semana (los domingos también son para trabajar), las horas extra son gratis y sin contabilizar para la seguridad social, los trabajadores en prácticas (o “becarios” sin beca) que los políticos mueven como propaganda, trabajan sin sueldo y dan gracias por ello. Los obreros del mundo (¡uníos de una puñetera vez!) han pasado a ser siervos de un nuevo feudalismo. Como alternativa, el estado de las cosas promociona la conversión del antiguo menestral, el hombre que vivía de su oficio, en un empresario, un autónomo, e incluso anima a que se junten en cooperativas; pura ficción, el 75 por ciento de las cooperativas no pasa de los dos años, y el 80 por ciento de los autónomos no supera el año de vida empresarial. Pura engañifa.
Otra altrernativa en la que el Estado invierte mucho dinero, el de los profesionales universitarios con formación suficiente como para triunfar. Una alternativa fracasada; la realidad es que no hay investigación, los profesionales liberales sobran, y las ramas sanitarias o docentes ven como su espacio se reduce cada vez más, con el avance del sector privado, que pagará profesionales al peso. Queda la alternativa de la emigración, son bien recibidos en países porque los españoles les salen gratis de formación. Al respecto, hace unos días un chiste de Davila ironizaba sobre el hecho (“O meu fillo está en cuarto de diáspora”) solo que no era un chiste sino un mensaje duro y triste.
Y ahora vendrá la banca, el gran reducto de la delincuencia legal. Se preparan 70.000 despidos y el cierre de inumerables oficinas. El sistema es de una simpleza asustante: no necesitamos oficinas ni empleados, los clientes trabajan para nosotros. Así, la banca se ahorra 70.000 salarios, que le endosa al Estado, que tendrá que pagar paros y ver como se reduce la aportación al fondo de la Seguridad Social. El lema es: no quiero pagarle a este, págale tú.
En un mercado de trabajo masacrado por la temporalidad y precariedad, con una crisis europea que se avecina, con la impunidad de las grandes corporaciones y concentración de la banca camino del oligopolio absoluto, nuestros candidatos al Gobierno sonríen abiertamente pero no hablan una palabra sobre el tema. ¿De qué se reirán?
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