martes, 26 de octubre de 2010

Gauloises contra Gitanes

Publicado no Diario de Pontevedra o   22/09/2010 - J. A. Xesteira

El reciente conflicto francés contra los gitanos rumanos ha sacado a pasear los viejos fantasmas de las deportaciones, Petain, Vichy, la resistencia y otras hazañas del pasado que ya sólo viven en viejas películas en blanco y negro. Sarkozy es el centro de la atención, pero me temo que no hace más que recoger algo que existe en el cogollo más escondido del alma francesa. Desde la Segunda Guerra Mundial, Francia supo colgarse la medalla de las libertades, quizás para lavar la imagen de un país colaboracionista, después de una invasión alemana que no encontró resistencia alguna. Cuando acabó la guerra, Francia había pasado de ser un país colaboracionista, con un gobierno pro Hitler, deportador de judíos, gitanos, homosexuales y españoles republicanos (al respecto, leer alguna de las historias de Anthony Beevor) a ser un país aliado, cantor de la liberación y al mismo nivel que Gran Bretaña y EEUU (Churchill odiaba directamente a De Gaulle). El dibujante (y algo más) italiano Hugo Pratt, en un libro-entrevista, dice una frase muy acertada: “Millones de franceses e italianos pasamos en una noche de ser fascistas a ser demócratas”. Se olvidaron de un plumazo que la tan famosa Resistencia Francesa fue una fuerza creada por comunistas, republicanos españoles y ayudada por comandos ingleses; la Francia de verdad era, por lo menos, consentidora, cuando no claramente colaboracionista. Aquellos polvos trajeron otros lodos; de la mala conciencia de mirar al cielo y silbar mientras los alemanes desfilaban por París, pasaron a ser los adalides de las libertades, sobre todo cuando en el país de abajo del mapa mandaba un dictador llamado Franco. Francia se erigió en el centro del mundo, el sitio a donde querían ir a veranear los americanos, la patria de la cultura mundial. Allí se acogieron todos los extranjeros que tuvieran algo que ofrecer (los que no, como los exiliados españoles, eran confinados en campos de concentración, de los cuales salieron los soldados de Leclerc que liberaron París) y tuvieron el acierto de ofrecer al mundo a los mejores con el sello de Made in France, hasta el punto que para el mundo entero, son franceses el belga Jacques Brel, el griego Moustaki, el armenio Aznavour el italiano Modigliani, los españoles Picasso o Buñuel, el argelino-español Albert Camus, e incluso las siguientes generaciones de los antiguos inmigrantes, como es el caso del propio Sarkozy, hijo de húngaro exiliado y judía sefardita. Incluso se ofrece como francés al gran genio de la guitarra de jazz, el creador de todo un estilo, el hombre que con una mano izquierda deformada por un accidente reinventó el swing: Django Reinhart, el mejor guitarrista de todos los tiempos. Pues bien, Django (los franceses pronuncian Xangó, como el dios del sincretismo brasileiro) era gitano, vivía en un carromato cerca del Sena, en las afueras de París, y ni siquiera era francés, sino belga, si es que los gitanos pueden ser de algún sitio. Pero ahora mismo, los gitanos son un problema para Francia, los gitanos rumanos, añado, y diría más, los gitanos rumanos pobres (no sé si hay gitanos rumanos ricos). Y es un problema por muchas circunstancias, entre otras, porque forman campamentos en el extrarradio de las ciudades, con chabolas y todo lo que eso lleva aparejado: miseria, falta de higiene, supervivencia en el límite legal al borde de la delincuencia, y todos los demás etcéteras. Los gitanos son un problema, pues claro. Son el tercer mundo desplazándose a su aire por el mundo capitalista y en crisis, y eso no se puede controlar, crean un desajuste difícil de resolver. Y entonces lo resuelven al estilo Aznar (¿recuerdan? “Teníamos un problema y ya no lo tenemos”) que es el recurso de devolverlos a su lugar de origen, que es el que utiliza Berlusconi (curiosamente los tres, Josemari, Sarko y Berlusco, son los prototipos de los chuletas bajitos, los que abusan del cuerpo) El problema es que el problema no se resuelve devolviendo a los inmigrantes, sobre todo cuando son gitanos y, por encima, ciudadanos europeos con todos los derechos iguales a los de cualquier otro. Es decir, por si no está claro, que por las leyes fundamentales de la Unión Europea, que establecen que no se puede impedir el libre movimiento de personas en el territorio, el ciudadano gitano-rumano Petrescu tiene el mismo derecho a estar en Francia (o en Holanda) que el ciudadano francés Sarkozy o el ciudadano portugués Durão Barroso. La ley es clara, y, a no ser que el gitano rumano cometa un delito y sea reclamado por su país para ser juzgado (caso de ETA) tiene derecho a vivir donde le de la gana. Así que el presidente francés se ha metido en un berenjenal impropio, en el que, aunque con discrepancias, está respaldado por las buenas gentes de Francia, que, como las de otros países, enseguida se olvida de cuando éramos pobres y emigrantes (Galicia no es excepción) y somos tolerantes sólo cuando las cosas nos van bien, pero cuando la crisis asoma las orejas, lo primero que agarramos es nuestra bolsa del dinero, le damos la patada a los buenos deseos y los derechos humanos y sale a relucir el pequeño fascista patriota que todos llevamos dentro. De momento todos los ataques se centran en la persona de la comisaria de Justicia, Reding, por decir que una situación como esta no se daba en Francia desde la Segunda Guerra. Y ahí le dio a los franceses en sus partes pudendas, las que tratan de tapar en la memoria del mundo: su colaboracionismo. Y toda Europa se echó encima de la comisaria, incluido Zapatero. Pero la comisaria tiene razón, y sus palabras molestan porque en la Unión Europea hay mucho mamoneo y poca decisión política. En el fondo es una cuestión nicotínica, la lucha entre los dos tabacos de Francia, los galos del Gauloises y los gitanos de los Gitanes, las marcas emblemáticas de todo francés, las que fumaron Sartre, James Bond, Picasso, Belmondo en “A bout de souffle” y que son el paradigma del espíritu francés; el lema del Gauloises es “libertad siempre” y durante la guerra era el tabaco de la Resistencia. Hoy, los Gauloises quieren expulsar a los Gitanes. Lo paradójico es que las dos marcas francesas son, desde el 2005, propiedad de la española Altadis, antes Tabacalera. Y se fabrican en España, donde los gitanos son otra cosa y su problema se negocia de otra manera.
http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/63084.html
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