sábado, 28 de mayo de 2016

Extraño país


J.A.Xesteira
Debo afirmar, a la luz de lo que está pasando, de “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, que decía Machado, que vivo en un país extraño, alejado del mínimo sentido común múltiplo y ajeno a las leyes naturales, principalmente a la de la gravedad y al principio de Arquímedes; las cosas caen hacia arriba y suben hasta estrellarse en el pavimento y se han visto muchos cuerpos sumergidos en un líquido corrupto que no echa por fuera líquido alguno (de lo cual se infiere que son cuerpos inmateriales o, por decirlo de otra forma, divinos). Vivimos fuera de las leyes corrientes, aunque tenemos miles de leyes para hacernos marchar rectos y legales por la senda del bien (no del bien común, que ese es otro, sino del bien, así a secas y en abstracto); tenemos un enorme muestrario de multas que nos pueden aplicar por pasarnos de la raya legal, pero nos hemos hecho expertos en esquivarlas y jugar a transgredir la ley sin pagar la multa (a veces lo conseguimos, a veces, no, pero en cualquier caso nos gusta más el lado proscrito de la vida); frenamos antes de entrar en el tramo conocido donde sabemos que hay un radar implacable, colocado simplemente por dos motivos esenciales que son los que mueven gran parte de las leyes de este extraño país: por fastidiar y recaudar. Pueden multarnos, castigarnos y condenarnos duramente por cosas de las que ni siquiera sabemos que son ilegales; en este país extraño pueden castigar al ciudadano que denuncie a los ladrones (aunque no sean políticos en ejercicio de su cargo). Los pájaros disparan a las escopetas, y el que descubre corrupciones puede acabar en la cárcel, mientras el corrupto denunciado espera a que escampe para recoger sus dineros paradisíacos, a buen recaudo en bancas complacientes.
En este extraño país, el ex director de la Policía, el hombre que mandaba en los guardianes de la ley, podría ir a la cárcel por hacer negocios con el viaje del papa. ¿Conciben situación más Fellini-Buñuel-Berlangiana? ¡El jefe de los policías y presidente del parlamento levantino juzgado por posibles negocios con la visita del papa Benedicto! ¡Incluso podría ir a la cárcel! Te pones a inventarlo para un guión de cine y no te sale; ¿un jefe de policía con aspecto de Papá Pitufo implicado en un negocio con el papa? Increíble. Y eso no es más que un capítulo de la larga serie tragicómica de la trama Gürtel, una trama tan rara que hasta tiene nombre alemán. El número de tramas, detenidos, imputados, sospechosos y pringados es tan elevado que resulta difícil seguir el rumbo de los actos judiciales (sospecho que incluso para los jueces). 
Pero, para redondear las rarezas (peculiaridades, idiosincrasias) de este país, no hay más que ver la pasada noticia, el “evento consuetudinario” que afecta al Partido en el Poder (PP), al que un juez pide de fianza 1,2 millones de euros por la causa de la Caja B del partido. Una bagatela en un mundo que mueve y ve pasar por los despachos millones en forma tangencial, con diferentes rumbos y desde diferentes puntos de origen. Un poco mas de pasta (1,5 millones) es lo que necesita la Confederación de Empresarios de Galicia –un lugar raro en un país raro– para evitar el concurso de acreedores, que no es un concurso como Saber y Ganar, sino una suspensión de pagos, que es como se llamaba antes. Se dice y no se cree; que la unión de los empresarios gallegos, que se supone que están para levantar empresas y hacer próspero al país no sea capaz de levantar su propia organización, suena a raro. Aunque ya se apunta la solución, que no es más que la reducción a nivel homeopático de las recetas europeas: despedir trabajadores y pedir crédito a los bancos. Los trabajadores despedidos, como están en un país diferente, se buscarán la vida por su cuenta, porque en este sitio distinto, las oficinas de empleo del INEM no emplean y las empresas de trabajo temporal, tampoco; algo menos del 5 por ciento de los que encontraron empleo en España (llamémosle empleo a lo que hayan encontrado, ya que en este país hay libertad de expresión) lo hicieron a través de los sistemas oficiales de búsqueda de trabajo, el 95 por ciento restante se buscó la vida como siempre, recurriendo a un familiar, a un  amigo o leyendo anuncios en los cristales de las paradas de autobús. Y esos son los que encontraron trabajo en este país de fábula, porque desde ahí hasta la la cifra de más de cuatro millones de parados hay una diferencia sustancial. Porque el país será raro, pero es real. Otra cosa es lo que cuenta el Gobierno, que insiste en afirmar que han creado miles de puestos de trabajo y que el país fabuloso crece en Europa como nadie. Mienten y saben que mienten, porque Europa (esa multinacional) dice todo lo contrario.
El país es tan raro que tiene un ministerio de educación que organiza para los estudiantes una reválida que no le gusta ni a los profesores ni a los padres de los alumnos, y, para convencerlos, les dice (el ministro) que la reválida no es para evaluar a los alumnos ni para clasificar la calidad de los centros. ¿Entonces, para que sirve?, dirá usted. Pues no lo sé, ni tampoco el ministro, supongo. En nuestro país diferente, paradógico y esperpéntico, ya llegamos a una cifra récord en el número de pobres, que son el 22,1 por ciento de los habitantes de España, que no llegan a fin de mes e incluso tienen dificultades para comer, principio básico de la vida; y en el mismo paquete de noticias también informan de que tiramos a la basura tres millones de toneladas de comida útil. 
La ciudadanía de este país tan raro es tan rara que contempla el espectáculo de corrupciones que se cruzan en el partido en el Gobierno y los juegos florales de los futuros gobernantes en campaña actuando para una sociedad sin reacción que, probablemente, seguirá votando lo mismo una y otra vez, como una extraña rutina fatalista.

sábado, 21 de mayo de 2016

Il Sorpasso

J.A.Xesteira
Es la palabra de moda, el “sorpasso”, y la sueltan todos los que andan en campaña electoral como si fuera palabra corriente; no es nueva, la tomaron los políticos españoles de alguna campaña de hace años en Italia, donde se esperaba que una determinada izquierda adelantara a Berlusconi y se produjera el “sorpasso”, es decir, el adelantamiento. Los que alguna vez circulamos por las carreteras italianas aprendimos la señal con dos coches en círculo de prohibición (rojo el de la izquierda, negro el de la derecha) con la leyenda “Divieto di sorpasso”, que por lógica supimos, sin necesidad de traductor, que decía “prohibido adelantar”. Los italianos, que son gente de poco esfuerzo productivo, son unos águilas colocando sus productos en todo el mundo; en cualquier parte se sabe lo que es un “espresso”, un “capuccino”, conocen un vino malo universal llamado “chianti” y, con sólo agua y harina, llenaron el mundo de pizza y espaguetti. Y de vez en cuando instalan en la cultura universal palabras, italianismos, con mayor fortuna que los españoles, que sólo conseguimos poner en los idiomas mundiales palabras como sangría, paella o guerrilla. El “sorpasso” entró también hace muchos años, de la mano de una película que aquí se llamó “La escapada”, dirigida por Dino Risi con guión de Ettore Scola, interpetada por Gassman y Trintignant. Buena película que la que la escena clave era eso, un “sorpasso” fatídico.  No era la primera palabra que entraba vía cine en el lenguaje; ante lo había hecho otra palabra mucho más famosa: “paparazzi”, que es el plural de “paparazzo”, aunque aquí la usemos siempre en plural, y que era una palabra inventada por Fellini para nombrar al fotógrafo de “La Dolce Vita” amigo del periodista Mastroianni. Las palabras tienen extraños viajes e impensables destinos.
Pero volvamos al “sorpasso” político de estas elecciones españolas. La dicen todos; Echenique dice en los periódicos que espera el “sorpasso” de Unidos Podemos para lograr un millón de votos más; Sánchez, por el contrario, cree que lograrán 90 escaños y no contempla la posibilidad de “sorpasso” de Ciudadanos, lo dice porque primero Rivera dijo que esperaba el “sorpasso” de su grupo al de Sánchez; también Rajoy y Feijoo se apuntan a la moda italiana y predicen juntos que el PP dará el “sorpasso” al resto de los competidores; e incluso los reacios de Izquierda Unida, como Cayo Lara apuntan a que no habrá “sorpasso” si no hay unidad. Como ven, todos echan mano del “sorpasso”, hasta en temas impensados, como en el festival de Eurovisión, que muchos periódicos titularon que Ucrania había dado el “sorpasso” en la lucha final (como en la Internacional comunista) y los periódicos deportivos echaron mano de la palabra de moda para hacer el balance del final de la liga, un tema digno de estudio según los periódicos nacionales (algún famoso en tiempos liberal periódico de Madrid, de gran tirada, llegó al extremo de ningunear la semana anterior al último partido al Barça, mientras cantaba las glorias madrileñas).
Y mientras los partidos están envueltos en su propio proceso, ojeándose como ciclistas en un sprint, la realidad, que siempre es cruda, nos “sorpassa” de forma cruel e inclemente. La juventud sigue peleando por llegar a un puesto de trabajo, ya no digno, sino trabajo a secas; en Francia repiten viejas luchas en los bulevares, y las viejas microrrevoluciones de Mayo del 68 en las protestas contra la ley laboral de Hollande; puede que el rebote llegue a España. No saben que no hay nada que hacer, todas las revoluciones acaban en burocracia. El trabajo ya no es una idea opinable; lo acaba de decir el “capo dei capi” (otra italianada mafiosa) de los empresarios españoles: el trabajo indefinido es cosa del siglo XIX, lo que impera ahora es el trabajo a gusto del empresario. Y tiene razón; a lo largo de la Historia la mano de obra se llamo esclavo, liberto, manumitido, jornalero, peón, obrero (menos en la Dictadura franquista, que se llamó productor, ser obrero tenían connotaciones izquierdosas) o docenas de variantes; lo que nunca varió a lo largo de la Historia fue el concepto del que manda a los obreros, esclavos o lo que sean: siempre fue un Amo. Y más en la actualidad, que llaman empresarios a simples especuladores acumuladores de beneficio rápido; el empresario es otra cosa, es el que lleva adelante una Empresa, en la que el dinero no es más que una herramienta que hace que avance el proyecto empresarial, y los obreros son la tripulación de ese proyecto.
 Nos “sorpassa” también la corrupción latente, que no es que nos adelante, sino que nos arrolla como un trailer a un ciclista. El cúmulo de delincuentes políticos y empresariales (estos sí del Siglo XXI) es tan enorme que no hay justicia suficiente para castigarlos. Las noticias de esta semana que ustedes pudieron leer en los periódicos (en algunos, no en todos) y ver en las televisiones (ignoro en cuales) oscurece los de la semana pasada; mientras el presidente en funciones dice que no encuentra sucesor natural, y no sabemos si eso es bueno o malo, o puede ser que los sucesores naturales estén implicados en una trama delictiva. Mientras, Europa nos dice que hemos gastado mucho, pero que espera a castigarnos para después de las elecciones. Y debe ser verdad que gastamos, porque los pufos del Gobierno en funciones son mayores que lo que ganó el mismo Gobierno en sus funciones. Es decir, hubo un “sorpasso” de la deuda al PIB, para contarlo en lenguaje que puedan entender los empresarios.
El problema de los políticos en campaña es que, en general, no saben hablar, utilizan los modos y esquemas ya usados para decir lo mismo de siempre, sin un átomo de ilusión para que podamos ir a votarlos; cogen cualquier palabra y la despojan de su contexto y de su significado; en otras ocasiones hablaron de coyunturas, de experiencia, y ahora es el “sorpasso”. Pero deberían entender que el adelantamiento debe hacerse por la izquierda siempre,  lo contrario es peligroso; hay que ser más izquierdista que el coche de la derecha. Y eso no lo saben los candidatos.

sábado, 14 de mayo de 2016

Viejos fantasmas, programas huecos

J.A.Xesteira
El reciente acuerdo entre Podemos e IU, una consecuencia lógica dentro de las posibilidades electorales, ha traído consecuencias lógicas de rechazos en sus adversarios, como era de esperar. Las acciones y las reacciones crean accionistas y reaccionarios, como consecuencias también lógicas. Por ese lado no hay nada nuevo; por otro lado sí, reaparece la vieja novedad de sacar a pasear el Comunismo, instrumento que en la dictadura del siglo pasado usaba aquel caudillo desde el mensaje de fin de año y los curas desde el púlpito de la misa de doce, como arma atemorizante para beatas y mentes simples (aquellos miedos de la ignorancia –“van a quitarme lo que tengo para dárselo a unos tipos que son rojos”– enmascaraban un estado de cosas en el que las carencias sociales se mantenían gracias a ese miedo). Posiblemente la masa votante haya avanzado poco en educación política; los propios políticos, sean del partido que sean, se encargaron de ello, porque les interesó mantener a la ciudadanía en el viejo miedo, ahora disfrazado de otras novedades y modernidades, pero miedo, al fin y al cabo. Miedo a la pérdida de las pensiones, miedo a la pérdida de empleo, miedo a la perdida de libertades (no a eso no, ni siquiera saben que tienen derechos que ya desaparecieron para justificar los miedos) o miedo a un incierto futuro que sólo se arreglará con el si-nos-votas-a-nosotros. Por eso, ya que sacan los viejos fantasmas a pasear conviene hacer memoria y recordar de donde venimos, porque, quienes somos no es cosa que tengamos seguro, y a donde vamos es un futuro incierto.
La generación que se postula como presidentes necesarios (para un país de ciudadanos contingentes), es decir, los tres jóvenes, Rivera, Sánchez e Iglesias, y Rajoy, que es generación caducada, representan modos y modas que olvidaron de donde vienen. Quizás sea Iglesias el único que lidera una invención, una abstracción de la izquierda que, por lógica política, tiene que juntarse con la Izquierda Unida, que no es exactamente comunista aunque albergue en sus siglas al antiguo Partido Comunista Español, una vez que éste consideró, para su desgracia, que era mejor llamarse de otra forma que no asustase a las beatas de misa de doce. Rivera es la misma derecha de siempre pero actualizada, como un programa de ordenador, que pone al día las mismas aplicaciones y da más rapidez al sistema operativo. Pero Rajoy y Sánchez representan a partidos que tuvieron un principio en el pasado, son históricos; el partido de Sánchez, el que más, fundado por un Pablo Iglesias ferrolano (Ferrol produjo personajes dignos de estudio) con gorra de cajista de imprenta y barba de época, marxista, hospiciano, pobre y autodidacta, que se hizo a sí mismo y fundó la UGT y el PSOE. Puro pasado, porque el presente ofrece un socialismo sin marxismo, indecidido e indeterminado; desde que Felipe González se adaptó a la estrategia de cazar el ratón del poder, vestido de gato blanco, negro o rojo, el antiguo socialismo se fue diluyendo y transformando en lo que hoy es (lo que sea lo dejo al criterio de cada uno, basta ver los alrededores socialistas) El Partido Popular de Rajoy tiene una historia más corta que también parecen haber olvidado. Este PP viene de aquella Alianza Popular fundada por antiguos alumnos de Franco, los ministros de la dictadura que vieron a la democracia como si encontraran el santo grial, se cayeron del caballo y abrazaron la nueva fe; en ellos se dio el misterio de pasar del franquismo dictador a la Democracia “igual que un rayo de sol pasa por un cristal, sin romperlo ni mancharlo” (catecismo Padre Astete); Fraga, el fundador, tuvo la habilidad de meter en un mismo saco al arcoiris de la derecha, desde el franquismo hasta el liberalismo (palabra que significa cualquier cosa según esté el mercado) pasando por monárquicos, conservadores, centristas y democristianos (considerando que el cristianismo pueda ser demócrata, un contrasentido).
Conviene recordar estas cosa que ya sé que todos recordamos, aunque a veces no se note, porque a menudo vendemos motos que no nos pertenecen. Conviene recordar también que durante la clandestinidad en la cuarentena franquista, el Partido Comunista era el único que se la jugaba, el que agitaba obreros y estudiantes. Los que vivimos aquella época  y, sobre todo la Transición que escribimos en los periódicos, sabemos de lo que hablamos. Por eso resulta bobito anunciar la reaparición del comunismo, como acaban de hacer Rivera y algún portavoz popular, al tiempo que Sánchez amaga con las mismas intenciones. Probablemente desconozcan, porque tengo la impresión de que nuestros políticos candidatos son poco expertos en lo que pasa por los países vecinos, que en Italia, Portugal y Francia existen Partidos Comunistas y no se hunde el firmamento sobre nuestras cabezas. Las advertencias electorales suenan a un “¡que vienen los rusos!”, cuando saben que los rusos ya vinieron para hacer turismo de mafia en Marbella.
La realidad de los viejos fantasmas esconde otra realidad más dura: la falta de contenido en los programas y mensajes de todos los partidos. La campaña electoral se reduce una vez más a atacar al vecino que, según las encuestas, va a robarnos el sitio. Miedo y encuestas. Pero no programa, no ofertas serias, no ilusión para los votantes. Ningún candidato ha dicho nada de lo que piensa hacer para nuestra felicidad (es la base de la democracia, hacer felices a los ciudadanos, no sé si lo saben) Nadie nos cuenta sus proyectos más allá de las vaguedades, tópicos, estupideces sin sentido y buenos deseos que, por otra parte, están sujetos al mandato de Europa (el ministro Margallo, paradójicamente, se desmarca y dice que Europa se pasó cuatro pueblos con  la austeridad que su Gobierno aplicó, y no pasa nada); todos quieren acabar con el paro, pero saben que para ello tienen que cambiar el sistema económico y productivo, e invertir en personas e ideas. El país está sujeto al turismo, la construcción y a la esperanza de que China siga comprando empresas españolas. Más allá de eso sólo tienen programas electorales más vacíos que un centollo farol.

sábado, 7 de mayo de 2016

La estrategia de la comadreja

J.A.Xesteira
Muchas veces, las noticias más interesantes, las más importantes, vienen en la periferia de los periódicos, en las tangentes de la masa informativa, que suele ser una corriente principal, estándar, donde la política es lo básico, lo que manda la actualidad, y después, una guerra en cualquier país, siempre una guerra, colocada entre la política y los partidos de fútbol. La política o, mejor dicho, el exceso de política dentro de la corriente principal de información, no es lo importante, lo verdaderamente importante sucede metido de manera solapada para que nadie se entere. La gente anda a sus cosas, se ríe unas veces, otras llora y siempre se cabrea con la política, que suele contemplar en los grandes titulares informativos. De nuevo en campaña, los políticos vuelven a ocupar las primeras páginas, como reestrenos de películas ya vistas, y volverán a aburrirnos de nuevo, a no ser que surjan francotiradores con fuego amigo para revolver un poco más el potaje de cada partido. La “maverick” Esperanza Aguirre (lo de “maverick”, una palabra americana que significa disidente y res no marcada, es cosa de ella, que se definió a sí misma de esa manera) ya ha saltado contra Rajoy y pide que el PP deje de ser “socialdemócrata”, lo cual me ha sorprendido en mi ignorancia, porque pensaba que era otra cosa. De aquí al verano creo que vamos a tener más pifostios internos que nos alegrarán la campaña.
Pero descartadas las grandes novedades de los pequeños politiqueos, hay un par de noticias que pasaron por las páginas sin pena ni gloria. Una es mucho más importante quizás que las elecciones, porque supondrá la hipoteca de la economía de Europa –y de España por consecuencia directa– de los USA. Me refiero al tratado de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea, también conocido como el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones), que se está negociando en secreto en Bruselas y que nadie quiere explicar, aunque las filtraciones son para echarse a temblar. Teoricamente, el tratado es uno más para hacer negocios entre países o entre supranaciones; en la práctica es un paso más adelante de la globalización capitalista, que otorgará a los Estados Unidos un mayor control sobre las políticas europeas y a las grandes corporaciones la posibilidad de gobernar de hecho en los países, por encima de los gobiernos y los partidos políticos (aunque sean “socialdemócratas” como el PP). Mediante este tratado serán las grandes corportaciones las que decidan las leyes de cada país, y no se podrá legislar si una ley va contra lo firmado en el TTIP. Así de claro.
La experiencia nos dice que los tratados de libre comercio entre EEUU y cualquier otro país suele acabar con el dominio económico yanqui sobre los países firmantes; no hay más que ver el tratado de libre comercio firmado hace años con México, que provocó la ruína para la agricultura azteca y la emigración mexicana al país del norte, a mayor gloria de las grandes empresas, que no de los países. Y eso que aquel tratado era sólo de acuerdos comerciales, de aranceles, supresión de aduanas y unos cuantos buenos deseos más, bajo la supervisión del dólar como moneda imperante. Pero sin afectar a las leyes de cada país. Del TTIP, pese al secretismo con que se lleva, se sabe que todas las grandes multinacionales están en contacto con los negociadores; ellas, las corporaciones, sí que saben todo lo que a los ciudadanos se nos oculta, y son ellas las que les dicen a los negociadores lo que tienen que pactar.
Una mujer que no suele salir en los periódicos para decir tonterías, Susan George, filósofa y politóloga de prestigio, presidenta de ATTAC Francia, advierte del peligro, sobre todo en dos aspectos: el del interés de las grandes corporaciones por hacerse con la sanidad de cada país, sustituyendo la sanidad pública por sanidad privada, toda en manos de las grandes mutinacionales, y tomar el control del medio ambiente y las leyes laborales. Otro de los aspectos que apunta es la inmediata pérdida de poder de los municipios y, sobre todo, de la agricultura rural, que pasará a manos de las grandes multinacionales que sustituirán a los pequeños agricultores por empleados (según las condiciones que tendrán que aceptar) de grandes empresas que plantarán en España lo que se les ocurra (tomemos el ejemplo mundial de la soja, un hierbajo que no sirve para nada más que para enriquecer a grandes corporaciones; como alimento es una porquería que la publicidad vende como beneficiosa; no lo crean, no es más que un hierbajo tercermundista que deforestó medio Brasil y gran parte de Argentina). Juzguen ustedes mismos lo que se nos puede venir encima, pero en Francia Hollande ya ha advertido que no firmará el tratado, mientras que en España, como todo está en expectativas de destino, no se sabe lo que pasará.
La otra noticia, aparentemente más simpática e intrascendente nos cuenta que una comadreja, la gallega donicela (o delusiña como la llamábamos de niños) entró en el gran Colisionador de Hadrones del Cern, y lo mandó a hacer puñetas con un cortocircuito que le costó la vida, eso si, pero que desgració la gran maravilla de la ciencia. Calculen, el aparato es un anillo de 27 kilómetros de circunferencia, en un túnel entre Francia y Suiza, su potencia es equivalente a la de un portaaviones o a la de un airbús volando a 700 kilómetros por hora y para funcionar tiene que estar a 217 grados bajo cero; no quieran saber lo que ha costado semejante aparato. Con él hemos sabido que existe el “bosón de Higgins” y alguna otra cosa que entienden los físicos. Pues todo eso lo escaralló una simple delusiña.
La importancia de la noticia, aplicada estratégicamente a ese acelerador secreto de partículas llamado TTIP está en que podemos quedarnos sentados como nuestros políticos viendo como las partículas dan vueltas a cuenta de nuestro dinero o actuemos en plan comadreja, provocando un cortocircuito para que las grandes corporaciones no nos conviertan en invisibles particulas sin derecho a nada. Sería la delusiña ciudadana contra el bosón capitalista.