viernes, 15 de marzo de 2019

Redes sociales, asociales y antisociales

 J.A.Xesteira
Mi amigo, que no es un amigo invisible de esos que te regalan una porquería del chino, y al que por respeto llamaré Agrimensor K, una persona abstraída, es decir, fuera de la masa universal de la sociedad, se lamenta de ser raro, kafkiano, diría. Se considera un asocial (Dicc. de la RAE: adj. Que no se integra o vincula al cuerpo social).
Me cuenta y cuento:
– Veras…, tengo un móvil como cualquiera, pero sólo lo uso para llamar y que me llamen, no tengo ninguna aplicación ni mando esemeeses, y cuando recibo alguno, que seguramente será del banco o de la telefónica de turno para ofrecerme créditos o programas, los borro sin leerlos. No tengo guasaps ni ando en feisbuk ni meto fotos en instagram, que por otra parte no hago con mi teléfono, ni escucho música en estrimin, no pertenezco a un grupo de abuelos del cole ni de hinchas de fútbol… Y, claro, me siento en el café con cuatro amigos y yo soy el único que mira para el aire, mientras los otros están dándole al dedo con media sonrisa babeante; no sé lo que están viendo ni me interesa, pero al momento me enseñan un chiste, una foto de un gato o cualquier parvada; y tengo que hacer un gesto de que me gusta. En realidad me importa un carajo, y ya dejé de tomar el café con mis antiguos amigos porque no tengo ganas de quedar como un tonto mirando como los otros están hipnotizados por el espejito. Fíjate que ayer, en un bar tenía a mi disposición todos los periódicos de la barra; era el unico que leía en papel, todos los demás lo hacían en los teléfonos, aunque daba igual, el noventa por ciento de lo que se publicaba en el papel venía por vía del telefonillo, eran noticias filmadas por un cualquiera en su móvil o mensajes que los políticos lanzaban al espacio en cuentas de twitter… Todo está reducido a un mundo que llaman la red social pero yo no estoy dentro de ese mundo… ¡Coño, deja ese puto telefonillo y hazme caso!
Le pedí disculpas de todo corazón y le di la razón, admití que estamos volviéndonos tontos totales y que la cosa empieza a ser preocupante, según dicen los expertos en redes sociales (Dicc. de la RAE; red social: f. Plataforma digital de comunicación global que pone en contacto a gran número de usuarios), que avisan de que ya existen adicciones y  trastornos mentales derivados del abuso de las redes sociales, sin contar los problemas económicos de las adicciones a juegos onlain que no regula ningún gobierno y que ya genera más problemas que la cocaína. Lo dicen los expertos que, paradójicamente, lo difunden a través de las redes sociales, bien en formato televisión, bien en prensa digital.
Lo digital, lo que ocurre dentro de ese pequeño rectángulo de cristal, es lo que gestiona y controla ya nuestra existencia, tanto individual como colectiva. Ya no viajamos para ver, sino para que nuestros amigos nos vean que viajamos. Hace años escribí algo acerca de la fauna humana que hacía el turista en Egipto; nadie contemplaba Abu Simbel sino que se limitaban a pedir a alguien que les hiciera la foto (hablo de la era pretelefonillo, cuando los turistas llevaban cámara) o protestaban porque pasabas por delante cuando hacían la foto (¡señora, somos 1.256 personas haciendo las putas fotos, si me paro en cada una de ellas, estamos jodidos!, les contestaba educadamente). Aquel turistaje devino en este ciberturismo. Nadie se mueve sin haber contratado antes no solo el billete de avión en el móvil, sino que se elije el hotel en función de los puntos que tenga en tripadvaisor y no se va a ningún restaurante que no esté recomentado al menos por medio millón de recomendadores. Ya no hay rincones ni fotografías inéditos; hay barrios enteros que están a punto de colocar alambradas para evitar que las manadas de turistas cuelguen en el instagram a su calle; existe ya una lista de lugares declarados paisaje invadido por el turismo, entre los que son evidentes los millones de gilipollas que se hicieron la foto aguantando la torre de Pisa.
La ingenuidad con que se fuchica en red es enorme. La cantidad de mensajes falsos que la gente traga como artículo de fe crece sin que nadie le ponga coto. Las fuerzas políticas y económicas han manipulado la información que circula y llega a los usuarios, que creen que lo que les ha mandado su amigo es veraz. El ejemplo de Venezuela es evidente, llega a contaminar, incluso, a los grandes canales de información, que dejan pasar cualquier noticia filmada, sin filtro evidente ni comprobación periodística.
Dejo a mi amigo y voy al banco donde tengo mis escasos ahorros y donde pago para que me los tengan. Un  amable empleado me explica un proceso para controlar en mi teléfono como están mis cuentas y operar desde él. Al final de la explicación le digo: “Vale…, cuando todo el mundo trabaje para el banco desde el teléfono tu ya estarás en la cola del paro”. Esboza una sonrisa de desconcierto y no me dice nada. Hacienda ya ha dado otro paso para eliminar el papel y el bolígrafo en las declaraciones de renta. Los políticos se hacen un nudo en sus partes con sus internets; los Ciudadanos hacían trampa en las primarias, los candidatos en campaña viven al servicio del me-gusta-no-me-gusta digital. ¡Y existe la pretensión de que lleguemos a votar a través del telefonillo!
Hasta la iglesia católica prefiere las redes al púlpito. El pároco de Antequera metió este mensaje en guasap: “En nombre de Cristo, ruego a los ladrones devuelvan los copones con las hostias y se arrepientan de este delito sacro”. Al principio pensé que estaba relacionado con el regreso de La Polla Records, pero no, la iglesia se pone el día, como La Polla, que canta "El sistema está muerto (…) la tecnología nos ha derrotado” Entre el párroco y los punkies, ya me he vuelto antisocial (Dicc. de la RAE: 1. adj. Contrario al orden social.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario