domingo, 30 de noviembre de 2014

Demagogias y poesías

Diario de Pontevedra. 29/11/2014 - J.A. Xesteira
La duquesa de Alba se muere en Sevilla (RIP) y lo más destacable del noticiero de su vida es que tenía un montón de títulos nobiliarios y otro mayor de propiedades por miles de millones de euros que, en gran parte, están exentas de tributos y en otra gran parte reciben ayudas al campo de la Unión Europea. Al mismo tiempo que Cayetana de Alba se moría en Sevilla, entre el conocido fervor necrofílico de los sevillanos, una anciana en Madrid, sin título alguno, era desahuciada de su piso porque su hijo pidió un préstamo a un usurero particular con un contrato, al parecer, lleno de irregularidades y de procedimiento dudoso. A la anciana la ponen en la calle con fuerzas de policía por medio y sin darle una alternativa a su situación que ampara la Constitución Española con la que se llenan la boca desde hace años los más grandes expertos. Si fuera un político o un comentarista televisivo podría hacer con estas dos noticias demagogia populista; si fuera César Vallejo haría un poema genial. Como no soy ni una cosa ni la otra, ahí lo dejo quedar. 
El Rayo Vallecano, un equipo de fútbol de barrio de Madrid, del mismo donde vivía la anciana, acordó ayudarle; el entrenador dijo en rueda de prensa que él y el club iban a ayudar personalmente y a través de un canal de ayuda a esa vecina del barrio. Si los periódicos fueran como nos dijeron que tenían que ser cuando estudiábamos para esto, tendrían que abrir a cinco columnas en primera con la gran noticia: “Un entrenador de fútbol da una rueda de prensa y no dice gilipolleces”; subtítulo: “La Fifa anuncia que tomará cartas en el asunto y no se descarta que el entrenador del Rayo sea suspendido de sus funciones”; editorial: “¿Es demagogia populista o es un poema deportivo?”; artículo de opinión: “Más allá del deporte” (en el texto se alude a los presidentes de equipos de fútbol relacionados con el boom inmobiliario, las promotoras, la corrupción política –no demagógica ni poética, sino real– y su relación con los desahucios a través de las empresa buitres y con las condenas por delincuencia futbolística organizada). “Es una señora que llevaba cincuenta años viviendo en su casa y por hacer un gesto que le honra, que es avalar a su hijo, que todo el mundo haríamos indudablemente, ha sido desahuciada. Es una situación para pensar en ella y tenerlo en cuenta”, dijo el entrenador Paco Jémez. No sé si es bueno o mal entrenador, sí sé que el Rayo es un equipo pobre, y que sus palabras están más cerca del poema de Vallejo que de la demagogia populista. A fin de cuentas, los equipos ricos están más pendientes de quien se lleva el balón de oro o de recalificar terrenos, cosas que no tienen poesía y sí mucho populismo para entretener a gilipollas que abren la boca ante los entrenadores. 
Ser anciana de la nobleza de este país es un espectáculo. Un noble, a fin de cuentas, no es más que el descendiente de un facineroso que libró la cabeza del verdugo por servir a otro facineroso llamado rey; la diferencia entre ser grande en la Historia o no serlo está solamente en acabar en el bando ganador o en el perdedor. Ser anciana pobre en este país es un espectáculo. A fin de cuentas la única condición que se pide para ser pobre y viejo es que resistan. 
En el país vecino (y lejano) Portugal acaban de cortar las barbas al ex presidente socialista por hacer “corrupção á moda do país”, con chófer transportador hasta Europa. Hace unos meses la “corrupção” alcanzaba a la banca más banca del mundo, a la Espírito Santo. Portugal es un buen país, un país amable y querido, que una vez hizo una revolución sin demagogia populista ni retórica (según el clásico de las letras portuguesas Eça de Queiroz la retórica es uno de los males de Portugal) y sí con mucha poesía de claveles en los fusiles y canciones de José Afonso. Pero, ¡ay!, no la remató, y la cerró en falso, y por esas hendiduras se colaron modos de hacer de un nuevo capitalismo que ya no tenía que pedir permiso al dictador viejo, porque en libertad todo el monte era orégano y la vieja poesía de ocupar las tierras baldías acabó en la retórica demagógica de creer que todo el monte es Europa, con socialistas y banqueros en el mismo saco. Las revoluciones hay que empezarlas y acabarlas, y si no, no. 
Pero mientras las barbas portuguesas acaban de ser cortadas, de la parte de acá nadie pone las suyas a remojar, aunque todos estén mal afeitados. Todo se reduce a un juego retórico en el que evitan la demagogia populista (eso siempre se lo achacan cada uno a su oponente) y la poesía hace años que ni está ni se le espera. Y los primeros atisbos de que llega gente nueva a pedir un sitio en todos los partidos (y digo en todos) y a pronunciar frases que parecen que están sin estrenar son los pequeños detalles: los empresarios, una clase muy sensible (su dinero se resfría con facilidad y por eso lo mandan a paraísos tropicales) se preocupan porque sube Podemos, un experimento que todavía no demostró nada, y piden a los grandes partidos que reaccionen. Ante la alternativa escasamente poética de los partidos, los empresarios y el horizonte que pintan, los jóvenes españoles (un 60 por ciento) se propone emigrar como solución a sus vidas, porque saben que aquí no van a tener el puesto de trabajo prometido y nunca creado ni por el Gobierno ni por los empresarios preocupados. Vuelven las emigraciones de los bisabuelos (a América) y de los abuelos (a Europa); los padres se la saltaron, pero los niños de la Transición tienen ahora la gran ventaja de vivir en un mundo global y poder emigrar con un alto grado de formación a cualquier lugar del mundo con billete “low cost” y poder hablar después con casa gracias a la tecnología digital. No sé de que se quejan.

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