sábado, 29 de diciembre de 2012

Otro año, por favor


Diario de Pontevedra. 29/12/2012 - J. A. Xesteira
En el periodismo de la era Olivetti, anterior a la actual era Mac, llegadas estas fechas se hacía el resumen del año, que era una artimaña para remendar unos periódicos de fiestas, en las que se trabajaba menos y se disfrutaba más. Los periodistas, por supuesto, estaban fijos en su puesto de trabajo y su labor venía definida por el paso del tiempo y las estaciones; así en Navidades y fin de año todo estaba ya catalogado: la lotería, las compras, las cenas, el mensaje del que mandaba antes del Rey..., reportajes que podían superponerse de un año a otro con un par de arreglos (mutatis mutandi, decíamos) y un chiste en el que se veía al año saliente, viejo con una larga barba, y al entrante, un niño con pañales. Todo estaba previsto y todo estaba ya escrito y emplanado para que los días clave no hubiera que trabajar. En la era Olivetti se trabajaban los días 24 y 31 y se descansaban los siguientes, a diferencia de ahora. Decir que se trabajaba es una manera de hablar; se iba por el periódico, que estaba prácticamente confeccionado, salvo las dos o tres noticias puntuales, y se abrían botellas de sidra y champán (se llamaba así, lo de cava vino después y no deja de ser una tontería) y se felicitaban las fiestas y, con la misma, se marchaba cada uno a su casa, el periódico se tiraba temprano y si sucedía algo quedaba para otro día. El resumen del año, que ya estaba escrito y preparado desde hacía días, se repartía a suertes, y te podía tocar el resumen de sucesos, el municipal o el de cine. Cada uno tomaba por su cuenta la colección, el mamotreto propio de la era pre-Mac y, a su aire y literatura, sacaba a relucir todo lo que el año había dado de sí. Las formas persisten, a lo largo de estos días de la era Mac la costumbre de hacer el resumen del año es ya clásica. Va unida a la necesidad de quemar lo viejo y depositar nuestras esperanzas en que el año que comienza el martes nos presente mejor cara. En la opinión general 2012 fue un año horrible, el año de la crisis y del gran recorte, el año del “es lo que hay” y el año en el que las fuerzas gobernantes, nacionales y mundiales mostraron su aspecto más cínico y prepotente, hicieron y deshicieron (más esto último) con total impunidad, al servicio del Capitalismo en su máximo esplendor y de los mercados insensibles. Si hay que hacer resumen basta con pocas cosas: el año en que nos comieron el cerebro y nos metieron en él la idea fija de que no hay salvación fuera del Capitalismo agresivo, la idea de que sólo con nuestro sacrificio podemos salvarnos, aunque no nos dicen de qué ni para qué; la idea de que no se puede sostener el Estado de Bienestar, porque es muy caro (y no deja beneficios suficientes para la insaciable avaricia comercial) y por tanto hay que sustituirlo por el Estado Privado (con fondos públicos). Nos metieron esas ideas y otras muchas, a fuerza de repetirlas como un mantra tibetano, el Om Madne Padi Um de los lamas se sustituye por frases como: “lo que los españoles quieren...” o “no hay más remedio que...”. Y con ese tranganillo repetido una y mil veces acabamos con la cabeza como un bombo de gaiteiro, lo aceptamos de forma automática y no nos paramos a pensar que todo eso es falso y que están mintiendo como bellacos. El resumen del año puede incluir también la escasa reacción ante la acción dura e injustificada del Poder en sus diferentes presencias. Las acciones de las fuerzas dirigentes en todas sus variaciones, políticas, económicas, judiciales, religiosas, son de tal envergadura que la reacción consiguiente queda empequeñecida y, a veces, trágicamente resuelta en la impotencia social, ante tales atropellos manifiestos que a lo largo del acabado 2012 se sucedieron: estafas bancarias resueltas con el regalo añadido de fondos públicos para los estafadores, creación de leyes cada vez más restrictivas para salvar un Estado hueco de contenido social que sólo busca el sostenimiento en los números contables, supeditación de las decisiones nacionales a las opiniones de sociedades mercantiles de dudosa legitimidad, y una larga fila de personas que lo han perdido todo, incluida la dignidad de ciudadanos. Ante esta acción dura y sostenida por todas esas fuerzas unidas, la reacción tendría, en lógica, que haber sido mucho más violenta. Y no. La sociedad padece una atonía evidente y se resigna (o al menos lo parece demostrar) a sufrir en lugar de rebelarse. Por eso, el año que acaba podría ser calificado como el año de la caridad, ese concepto tan querido por la derecha política de siempre, que adora presidir mesas petitorias, inaugurar rastrillos de Navidad y ayudar el prójimo con bondad babosa. Las organizaciones no gubernamentales que dan de comer al hambriento son las estrellas del momento, Cáritas, Intermón, Cruz Roja y los centenares de comedores locales no dan abasto a remendar las deficiencias del Estado, que es incapaz de crear las condiciones para que cada uno se gane su pan. Los trabajadores sociales están siendo sustituidos cada vez más por voluntarios gratuitos, y el país se transforma en el Reino de la Caridad que sustituye al Estado de Bienestar. En lugar de tomar el Palacio de Invierno armados de dignidad, los ciudadanos hacen cola ante la puerta de las cocinas para comer las sobras del zar. La situación es ideal para levantar el país, porque al final lo que importan son los resultados contables y esos no se fijan en si el producto nacional bruto y la deuda nacional esconde una ciudadanía empobrecida cada vez más numerosa. Cabe la esperanza de que 2013 sea otra cosa, pero a estas alturas es difícil adivinar el futuro de más allá de mañana por la mañana. Saben los que trabajan en las ONG que el estado ideal es aquel en el que las ONG son innecesarias y que las utopías están para darnos confianza. Sólo creyendo en las utopías podemos conseguir pedazos de realidades más justas y dignas. Buen año, pues.

1 comentario:

  1. ¡Hostia! vuelve la caridad. No, eso me lleva a tiempos que parecían pasados, como los Reyes Católicos, Franco o la Transición.

    ResponderEliminar