sábado, 8 de diciembre de 2012

El reino del revés


Diario de Pontevedra. 08/12/2012 - J.A. Xesteira
Hace unos días acompañé a una amiga a la clase de su hijo de preescolar; tenía que cantar unas canciones a los niños y le ayudé a buscar algunas; entre ellas, una canción de María Elena Walsh, “El reino del revés” (“me dijeron que en el reino del revés nada el pájaro y vuela el pez, que los gatos no hacen miau y dicen yes porque estudian mucho inglés”). La canción les gustó mucho a los parvulitos, seguramente porque era una canción realista, que refleja el mundo que ven todos los días. Vivimos en el reino del revés, a punto de entrar en el país de las maravillas; somos una democracia surrealista, alucinógena, un país en el que los inmorales nos han igualado y, como en el tango, todo es un desprecio de maldad insolente. Las cosas que leemos y vemos a diario deberían hacernos reflexionar y reaccionar (incluso de forma violenta) si no fuera porque vivimos revolcados en un merengue de pasmo total. Sin inventarme nada, leo que los jueces califican el indulto doble a los policías catalanes torturadores de “grosero, impropio de un estado de derecho”; que una alta representante del Gobierno afirma que los jóvenes emigran por “espíritu de aventura” (una frase que ya se aplicaba a los gallegos dispersos por el mundo, que blasfemaban directamente cuando la oían); leemos que el Senado, ese ente abstracto de dudosa existencia, se gastó casi medio millón en hacer una web (no se sabe con que fin) que cualquiera puede manipular y escribir en ella cualquier cosa, y que un ingeniero la replica en una semana con gasto cero; leemos que el Gobierno intenta una amnistía fiscal por la cual perdona a los delincuentes siempre y cuando devuelvan una parte del dinero defraudado y evadido, y los delincuentes (muchos con cargo público hasta ayer por la mañana) no sólo no le hacen caso sino que prefieren seguir en el delito antes que ser amnistiados, lo cual nos hace suponer que es más rentable. Este país de Alicia no carece de nada, tenemos sombrereros locos, liebres con prisas y reinas de corazones. Y un presidente prácticamente mudo que cuando habla nos echa la culpa de haber arruinado el país comprando televisores de plasma y viajando a Cancún, además de comprar una segunda vivienda, de las miles que quedan sin vender porque los bancos regalaban dinero para todo eso, para los televisores y los pisos, y las constructoras que reventaron la burbuja, se llevaron los dineros a paraísos fiscales y ahora no los quieren declarar ni con amnistías. El presidente está mejor en su versión silenciosa. Pero, a cambio, como este país está al revés, hablan los ex presidentes, Aznar lo hace en un libro y Felipe González en los periódicos. Ambos no siguen la norma de que los muertos no hablan; seguramente es la moda de los vampiros y zombies que los trae a primera línea. Y los seguidores de los dos partidos más ricos de España (que todavía deben a la banca los televisores de plasma de sus campañas electorales pasadas) les aplauden como si estuvieran en campaña, como si no fueran más que políticos mal enterrados. La nostalgia tiene su punto, pero tanta euforia por dos ex presidentes que no se resignan a disfrutar de los pingües beneficios que les dejan sus trabajos privados (regalados por haber sido antes servidores públicos) da que pensar; será que los seguidores de los dos partidos añoran aquel pasado ante el presente negro y el futuro incierto. Lo sabremos dentro de unos años. Porque todo en este país se sabe siempre con efecto retroactivo, como la rebaja de las pensiones jubilosas. Ahora sabemos (antes también, pero no vale que lo sepamos los de abajo si los de arriba no hacen nada) que el todopoderoso gurú de los empresarios españoles, aquel que dijo que “hay que trabajar más y cobrar menos”, el que regía los destinos del empresariado era, realmente un defraudador, evasor y unas cuantas cosas más por las que acaba de ser detenido, sin opción a acogerse a ninguna amnistía fiscal (a no ser que el Gobierno decida hacer lo contrario y perdonarlo). Díaz Ferrán, el hombre que representaba el poder y la pujanza del empresariado español (que ostenta el récord europeo de mayor producción de parados), ha sido reducido a la condición de vulgar chorizo. Ahora dirán unos que ya lo sabíamos, y otros, que en otro tiempo lo abrazaban y se hacían fotos con él, lo negarán cuantas veces haga falta. En el reino del revés, las cosas son así. En realidad lo que era empresa, lo que sustentaba el mercado de producción fue sustituida por un mercado de especulación, de forma sistemática, premeditada y sutil. Y un día nos encontramos con un país gobernado por el dinero, ante el cual se humillan, como decía Quevedo, débiles y poderosos. El Gobierno ayuda a la Banca más allá de lo que pide, y ni con esas soluciona un problema que no tiene solución económica. Mientras la banca se reagrupa y sobrevive a sus propios errores, lo verdaderamente importante de cualquier sociedad, la Cultura, la Sanidad y la Educación, lo único que permanecerá cuando todos hayamos pasado, se resiste a morir. La Educación perdió más de seis mil millones del dinero destinado a su soporte desde 2010; la Cultura no es más que el nombre de un organismo oficial y docenas de guerrilleros sobreviviendo. La Sanidad está en venta directa al mejor postor, mientras los profesionales protestan en las calles y sectores en desamparo como los discapacitados protestan en las calles de al lado (se prevé que, de seguir así se de paso al siguiente estado de la protesta). Y llegados a este punto, ¿podemos considerar al Rey discapacitado y dependiente? Condiciones no le faltan. El país está patas arriba como estado natural, y todo lo que el ahora presidente prometía que iba a hacer lo hizo precisamente al revés, o sea, no cumplió ni una sola promesa. Como corresponde a este reino. En su caso, “lo prometido ya es deuda”. Una deuda cara que tenemos que pagar entre todos.

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