sábado, 1 de diciembre de 2012

Todos perdieron


Diario de Pontevedra. 01/12/2012 - J.A. Xesteira
El domingo por la noche andaba fuchicando (bello verbo que hay que reivindicar) con el mando del televisor a la busca, obviamente inútil, de una película de indios y vaqueros, piratas o romanos, cuando, de pronto, se me aparece en cuerpo y alma en la pantalla Dolores Cospedal, con un fondo azul pepé y una franja en la parte inferior con fotografías y números. En un principio pensé que era una de las echadoras de tarot o adivinadoras del porvenir que abundan en las televisiones de madrugada; el tono sentencioso y la cara de dar malas noticias, así como el formato de la presentación, me lo indicaban. El discurso también era del modelo “querida amiga, no le veo el futuro muy claro”. Pero al instante caí en la cuenta de que estaba hablando de las elecciones en Cataluña, de las que me había olvidado por completo, como la mayoría de los contribuyentes que no viven en Cataluña. Supongo que, de la misma manera, a los catalanes les pasó lo mismo cuando los gallegos votamos hace unas semanas. La portavoz del PP hizo un análisis (o algo así) sobre los resultados, como si fuera sacando las cartas tarotas: el Loco, el Ahorcado, los Amantes, el Caballero, el Diablo (a cada partido, lo suyo) y con ellas daba una lección de moral: dios castiga a los malos y premia a los buenos; a los regulares, ni fu ni fa. Todas las películas eran de americanos con pistolas, no había indios ni romanos ni piratas. El lunes, con los resultados a la vista, los partidos que se ofrecían en Cataluña a resolver este estado de cosas, comenzaban a hacer valoraciones. El clima general era de que, en contra de lo habitual, nadie había ganado y todos buscaban ese artificio contable de que fueron los que menos perdieron, o los que más votos populares sacaron, o los que más subieron con respecto a las anteriores o que el nacionalismo sale reforzado o derrotado, según opiniones variables. Pero la evidencia es que la derecha de Mas no llegó al tope, y tendría que echar mano del que se preste a un bi o tripartito. La derecha de Cospedal se da por satisfecha de quedar como le pedían a la virgencita que quedaran, y los socialistas debían esperar un descalabro, porque se contentan con los resultados. Los pequeños relativos, las izquierdas declaradas de verdes, comunistas, republicanos, tendrán que maniobrar para el habitual trapicheo de apoyo-a-cambio-de-puestos o de condiciones de difícil aceptación. Pero eso es lo que el martes ya especulaban los grandes estrategas de las profundas tertulias de debate en cualquier televisión que se precie y que prefiere poner a media docena de sabios a debatir las elecciones (o a debatirse en gritos en programas de intimidades de personas “del corazón”) antes que poner una película de romanos. En todos los debates se dieron todas las fórmulas posibles para el futuro catalán. Claro que los hechos nunca responden a las expectativas y consejos de los tertulianos, igual que los votos no hacen caso a la campaña de patriotismo catalán de Mas ni a la campaña de puro libelo contra el president y unas cuentas en Suiza que nadie investigó pero que aparecen en papeles misteriosos. El futuro no sale ni en las cartas que echó Dolores Cospedal en su intervención de “ya lo dijimos nosotros”. Sobre el miércoles y el jueves el maldito embrollo (para mi, embrollo siempre va con maldito desde aquella película italiana del neorrealismo) ya es un cambalache y un trapicheo de negociaciones para ver como se resuelve el final de la liga, digo de la campaña de invierno, digo del nuevo gobierno para la Cataluña de aquí a cuatro años. Todo se reduce a quien gana la liga, quien se clasifica en zona Champions y quien desciende, como en el fútbol. Esto que llamamos democracia y que, en teoría es un sistema de funcionamiento para elegir el Poder, se ha quedado reducido o transformado por ampliación a un juego en el que baila mucho dinero para ganar nuestra cota de hacer negocios, colocar a los nuestros y, de paso, gobernar el país sin que se tambalee mucho. Pero se tambalea. El sistema se ha pervertido, no era esto la democracia por la que nos esforzamos. El momento actual, en que el país real no coincide para nada con el país gestionado por los políticos, sería un momento propicio para resolver unos cuantos asuntos en lugar de jugar a ganar nuestro equipo y humillar al equipo contrario. Podría aprovecharse la ocasión, por ejemplo, para darle un repaso a la democracia española y repensarla, lavarle la cara y volver a empezar; podría aprovecharse reformar el sistema de elecciones, darle una patada a la ley D,Hont y acercar el resultado real a las decisiones del vecindario votante; podría aprovecharse la ocasión para arreglar la Constitución, un librito que parece sagrado a la hora de tocarlo, pero que a menudo se ignora en cuestiones fundamentales (en realidad sólo es una parte de buenos deseos –todos somos iguales, todos tenemos derecho a una vivienda digna y a un puesto de trabajo– y otra de mandatos que se pueden ignorar –por ejemplo, que una sentencia firme de los tribunales la ignore el Gobierno mediante un indulto–); podría aprovecharse la ocasión para, por ejemplo, replantearse el estado de las autonomías y cambiar a un sistema federal (a nuestro estilo), cosa que podría contentar a todos, incluidos los separatistas, la derecha y el socialismo. Podríamos estar hablando de otras cosas, pero, otra vez, las elecciones no han servido para nada, sólo para que unos se alegren del fracaso de otros y otros justifiquen su resultado final. Parece que sólo importa la clasificación en la tabla y el máximo goleador parlamentario. Seguiremos sin atender a lo importante, mientras se perpetúa un estado de cosas que comienzan a ser nocivas simplemente por estar ahí. Menos mal que el rey Juan Carlos fue operado con éxito en una clínica que no va a ser privatizada, porque ya lo está. El rey asegura que “camina con autonomía”. Aunque con muletas. Como el país.

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