viernes, 9 de noviembre de 2018

En medio del diluvio

J.A.Xesteira
Miramos el país por encima y el mundo de reojo, abrumados por la cantidad de información que nos escupen todos los días para atascarnos las entendederas, mientras nos distraen de lo verdaderamente importante. Nos apasionamos con los triunfos y derrotas de nuestro equipo favorito (en España equipo favorito equivale a patria deportiva), nos cabreamos con la política de Los Otros (los que no son Los Nuestros), y nos indigestamos con las noticias servidas por nuestros Medios de cabecera, que son como el Ying y el Yang complementados; un ejemplo, la noticia del índice de paro del mes fue servida de dos maneras: el paro aumentó en octubre, o bien, el empleo y las cotizaciones subieron en octubre; es lo mismo en la misma botella. Mientras, contemplamos un país al revés, en la que los políticos de derechas-derechas salen a “defender” en Alsasua a la Guardia Civil (siempre creí que la Guardia Civil estaba para defender a los ciudadanos); mientras, vemos como el jefe del PP, un joven con evidentes muestras de haber aprobado de-aquella-manera, defiende el golpe de estado como beneficioso para la salud social; mientras, la gran dama del PP, la que más mandaba, abandona el escenario político, como un nominado de Masterchef, porque se descubre que el que mandaba era su marido; y para completar el esperpento a lo Berlanga, aparece un francotirador, un “chacal” que intentaba matar al presidente del Gobierno porque quiere desenterrar a Franco. ¡País!
Pero mientras estos pájaros le disparan a aquella escopetas, nos despistamos de lo verdaderamente importante: el cambio climático ya llegó hace tiempo y no nos lo dijeron. Y lo que es peor, no es como pensábamos, que todo se iba a secar con el Sahara creciendo hacia Europa, como una emigración de la Naturaleza; o a helarnos en una Edad de Hielo. No: va a haber otro diluvio universal. Es cierto, no hay más que leer las noticias para entender que esto se va a inundar como en el cuento de la Biblia; y como la historia de Noé (el inventor del botellón bíblico) los que están fuera del arca no se lo creen y lo toman por loco. Ya verán, ya.
Hay señales inequívocas de que esto se va a inundar y pereceremos por nuestros propios pecados. Sin remontarnos muy atrás, simplemente en estos meses de noticias de sucesos; tenemos el Mediterráneo, que es un mar cabreado que amenaza sus orillas. Hemos contemplado inundaciones en el Levante Español por causa de una “gota fría”, en Málaga, en Mallorca, en Francia, ahora en Italia, y la cosa parece que no para. Todas las gentes que salían en televisión afirmaban que nunca habían visto cosa igual, ni los más viejos lo recordaban. Y eso en el Mediterráneo, cuando abrimos el objetivo vemos desastres “naturales” en Jordania, Colombia, Japón, Nigeria, Indonesia (son los más recientes) con la única diferencia de que cuanto más pobre es el país, mas gente muere.
El clima va a peor (para nosotros, al clima le importa un carajo, va y viene según funcione el planeta y sus circunstancias), por nuestros propios pecados: se ha construido demasiada urbanización en lugares donde nunca se debió haber construido; se estructuró la tierra como si el agua pudieran trasladarla envasada; se descuidó el entorno natural y público, porque no es rentable ni es negocio; se quemaron los montes (porque no arden solos, hay que quemarlos a propósito) y la tierra dejó de retener el agua; se pusieron barreras para hacer autopistas sin coches y que tenemos que rescatar a escote público… Se hicieron las cosas de tal manera que ahora son las que originan riadas, inundaciones, muertos y desastres en zonas catastróficas que al final pagamos con subvenciones públicas. Y vienen las lluvias y se encuentran que en su camino hay coches, hay casas, hay contenedores de basura y hay negocio donde debería haber cauces libres. Y el agua se lleva por delante la tele, el sofá, un bombero, docenas de personas que estaban en la sala de estar y los coches con sus ocupantes. Después, los responsables de los pecados de la sociedad aparecen para dar el pésame a las familias, hacer un minuto de silencio o para hacerse un selfie con Venecia al fondo.
Nuestros pecados son como los del cuento bíblico y dentro de poco comenzará a subir el nivel del mar, pero nadie se ocupará de las parejas de animales de cada especie, llevamos siglos aniquilándolas, así que este diluvio no tendrá ni una mala palomita para volar con la rama de olivo.
Hay otro diluvio que crece más rápido que el acuático, y es el diluvio politico. En el despropósito que citaba más arriba me olvidaba de las precipitaciones que están a punto de desbordar, y es el de la de jueces por metro cuadrado. Con la sentencia del Tribunal Supremo (que es como el Jehová bíblico que mandaba las lluvias) sonre las tasas hipotecarias, han dado un paso definitivo en el contexto nacional: los jueces ya han sido juzgados por los ciudadanos en este mundo al revés, y se ha sentenciado que no son de fiar: un día afirman rotundos una cosa y otro día afirman lo contrario. La famosa sentencia del Supremo sobre las hipotecas ha conseguido algo poco frecuente en este país: que todos estemos de acuerdo en que la sentencia es sospechosa, huele mal. En este punto de la tormenta, con 15 jueces a favor de los bancos y 13 en contra, se me ocurren dos cosas: una, que, por rigor, estética y vergüenza torera, alguno debería dimitir; y dos, que dado que el resultado fue, más o menos de un 55 por ciento frente a un 45 por ciento, se aplique esa proporción a las tasas, y que paguen los bancos el 45 por ciento y los paganos el 55.
Nuestros pecados en el terreno político, enfangado ya por la que cae, son mayores que los desastres naturales; seguramente hemos especulado y construido la democracia en lugar erróneo, hicimos una transición encima de un cauce seco, y ahora la torrentera nos lleva al mar dentro de nuestros coches de alta gama.

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