sábado, 30 de abril de 2016

Nos vemos en el Día de la Bestia

J.A.Xesteira
Como era de esperar después de ver el rumbo de las negociaciones, pactos y desencuentros políticos, habrá elecciones en junio, el veintiseis-del-seis-del-dieciseis, el seis-seis-seis, el número de la Bestia que sirve al Dragón en el Apocalipsis de San Juan (“El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre, el 666”. Apoc. 13, 18). El que quiera sacar conclusiones de Cuarto Milenio tiene barra libre. Hacer coincidir las Elecciones Segunda Parte en ese día no es más que una circunstancia, pero pueden culpar al Maligno de lo que pase, o identificar al Maligo con Los Otros, como han venido haciendo durante estos meses de conversaciones, presentaciones ante el rey, desconversaciones, firma solemne de pactos entre dos aguas, y acusaciones, muchas acusaciones de que la culpa es de los Otros; todos se echan la culpa de esta situación a la que hemos llegado, a revotar en la segunda parte electoral por culpa de los que no quisieron ajuntarse por el bien del país. Un tic infantiloide, común a todos los partidos, a los cuatro con masa suficiente para maniobrar y organizar algo parecido a un  gobierno; una justificación que recuerda a aquel “¡Yo no he sido, profe, fue Manolito!” remarcado por la cara de falsa disculpa que la profe entiende perfectamente. Los espectadores votantes, ciudadanos contemplativos, sabemos que la culpa no es de los Otros, por mucho que amemos (un suponer) a nuestro partido favorito, al que entregaremos el voto, pero no dinero.
Los cuatro partidos que no fueron capaces de llegar a un acuerdo, por razones obvias y comprensibles, se enrocaron en sus posiciones como forma de luchar contra la competencia. Vano intento. Desconocen o ignoran que la competencia no son los Otros sino uno mismo; hacer las cosas para superar y ganar a los demás es inútil si primero no te superas a tí mismo. Y en eso estuvieron entretenidos en todo este tiempo de pactos inútiles, en desviar la culpa, echársela a los demás y tratar de competir de forma incompetente. Con el agravante añadido en esta segunda vuelta, que dentro de cada partido se van a crecer los que llevaban la contraria con la boca pequeña, los disidentes enmascarados y los “ya-lo-decía-yo” que pululan en cada grupo político; en las repeticiones se acentúan las disidencias y traen a la memoria aquella frase de la historieta de Pogo (para detalles ver Wikipedia) que decía: “Después de buscar al enemigo lo hemos encontrado: somos nosotros mismos”
Durante este tiempo también han jugado al recurso fácil de crear una necesidad apremiante de Gobierno, para salvar al país como sea, incluso con extraños matrimonios que harían este país aún más absurdo. El país, y así quedó demostrado esta temporada, necesita muchas cosas, pero no tiene prisa para conseguirlas. Después de estar sin gobierno y seguir andando como siempre, a trancas y barrancas, la necesidad más apremiante, aunque no lo digan las encuestas, es que llegue el verano para irnos de vacaciones. En eso hay que reconocer que somos un país más amante del carpe diem que de la esperanza en la Historia para que nos juzgue (le pueden dar mucho a la Historia cuando yo ya no esté aquí). El país necesita reequilibrarse, la sociedad necesita un nuevo punto de igualdad en muchos sentidos, una regeneración ética, no sólo en la clase política sino en toda la estructura social; necesita eliminar leyes, aligerar códigos y simplificar la justicia; necesita muchas más cosas que estos candidatos no han ofrecido más que de manera tangencial y ambigua, seguramente para conseguir apoyos a sus propuestas nebulosas pero que, al final, han perdido por inconsistentes. Necesita (mos) más que nada, un poco de sentido común y un discurso gramaticalmente correcto, donde las frases no sean las viejas fórmulas del blablabla político, hueco y falso.
Vamos a vivir de aquí al Día de la Bestia una nueva experiencia democrática. Va a ser la primera vez que revotemos y eso no debe significar un trauma social, está previsto y lo haremos como siempre, con un toque de coña y otro de cabreo. Las perspectivas son, como siempre, imprevisibles, por mucho que las metroscopias nos adivinen el futuro. La novedad es que vamos a votar (si no hay variantes) a los mismos que hace unos meses, a los que conocemos mucho más y sobre los que tenemos mucha información que no sirve para nada. Por mucho que los Medios nos hayan pintado a los candidatos según sus propios intereses (nunca los medios fueron tan partidistas como ahora) los ciudadanos de esta banda de Europa tenemos la costumbre de dar nuestro apoyo según la pinta, según nos caiga de bien o de mal. Los cuatro que supuestamente pelearán ofrecen ya un semblante conocido, viviremos un deja vu vertiginoso, que va desde la imagen inmóvil de Rajoy, que presume de no haberse movido porque ¿para qué? (siempre me recuerda al indio de palo que sale en las películas de vaqueros delante del saloon) hasta la de chico-listo-furafollas de Iglesias (siempre me lo imagino en el recreo del colegio de los Padres Parlamentarios), pasando por la dialéctica de spot publicitario de Sánchez (me lo imagino en un anuncio en blanco y negro ofreciéndonos coñac Veterano, caballero, ¡qué coñac!) y por la lógica arcangélica de Rivera (siempre me sale de marinero de primera comunión).
Estos son los que son. De aquí a junio habrá que aguantar una vez más sus peleas, sus promesas, su presencia en las calles y en las pescaderías, sus debates en televisión (malos actores con flojos guiones), su campaña. Mientras, el país real sigue andando y el mundo no deja de girar, el paro sube (ya bajará en verano) y el mundo exterior cambia según la moda (en Europa se lleva ultimamente la extrema derecha, una tendencia vintage que nunca desaparece dentro de cada europeo) Sólo el rey Felipe se atreve a recomendar una novedad: mo me gasteis mucho dinero en la campaña. En realidad podrían hacer la campaña sin gastarse un céntimo, ya la sabemos, ya la hemos visto.

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