sábado, 30 de enero de 2016

El tiempo y la Fuerza

J.A.Xesteira
Acabo de ver “Star wars” y no sé que más (esta saga galáctica siempre fue así, un nombre y lo demás no importaba) y de repente me cayeron encima 38 años. Y con ellos, la percepción del paso del tiempo y del vuelco enorme que dio el mundo en este espacio intergaláctico. Me van a permitir regresar a un tiempo en que hacía crítica de cine (veinte años de crítico, más o menos) y que iba a ver películas con la mirada del espectador simple y la máquina de escribir del periodista. Y con la sana intención de hacer comparaciones con el alma serena, debo que hacer constar que “esto” es el futuro de aquello, y que ese futuro llegó más aprisa de lo que se suponía. En estos 38 años la Humanidad se reconvirtió con más fuerza que en muchos siglos de supuesta civilización. Han pasado tres generaciones, y, tomando como referencia a mis hijos, que nacieron con la primera película, llegamos a mis nietos, que a pesar de su corta edad ya saben qué es el Halcón Milenario (la infancia es mucho más espabilada). Y tomo como referencias para distinguir a las generaciones según  le llamen la Guerra de las Galaxias o Star Wars, según digan el “Yedi” o el “Yedai”; son pequeños matices que definen.
Desde el punto de vista cinematográfico estamos en universos distintos. Los cines son diferentes, y hay un largo recorrido desde las grandes salas de plateas y patio de butacas enorme, hasta los multicines de centro comercial, pasando por los minicines de los años 80-90. La última entrega de la aventura galáctica es la séptima en ese extraño orden de ir de adelante hacia atrás y volver a más adelante. Básicamente, y ese es el defecto más grande que apuntan los expertos en la materia, este Despertar de la Fuerza es igual a la primera: la Primera Orden (el antiguo Imperio) contra la República (a la princesa Leia la pasan a General Leia, una democratización sui géneris) y en medio se repiten los esquemas, la novata heroína que sucede a Luke Skywalker, y Han Solo y Cheewaka. Todo viene a ser igual, pero con 38 años por medio. La diferencia principal desde el punto de vista fílmico, es que los efectos digitales   son de una perfección que no podía preverse en 1977. Pero es que esta saga es puro efecto especial; el guión no es más que una película de vaqueros mezclada con un culebrón familiar (“soy tu padre”, “el es mi hermano”, “es nuestro hijo que se pasó al lado oscuro”…) Hay que tener en cuenta que la primera entrega, la dirigida por Lucas, ganó los Oscar técnicos, de sonido, efectos, vestuario, dirección artística…, y la música de John  Williams. La actual es realmente la misma historia contada con tecnología digital y con unas pinceladas de actualización de corrección política. Una de las grandes diferencias es que la Guerra de las Galaxias del 77 competía con cine de verdad; “Annie Hall”, de Woody Allen se llevó los Oscar pesados, película, dirección, guión, actriz principal. La competencia cinematográfica actual es con maravillosas películas…, de dibujos animados (sector infantil) y toneladas de efectos digitales en forma de historias de espada y brujería, metafantasía y superhéroes sacados de cómics mohosos (sector juvenil) Curiosamente las muestras de la cartelera que se salen del esquema son nostalgia pura: Rocky revisitado y una de vaqueros de Tarantino.
Pero no nos perdamos en la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque no es cierto. Lo que era aquel tiempo pasado ya es prehistoria, y el presente es el futuro que no podíamos prever. Pensemos en aquel 1977, el año en que se legalizó el PSOE y el PCE, se celebraron las primeras elecciones democráticas y ganó UCD; España y México reanudan las relaciones diplomáticas rotas 38 años antes; se restaura la Generalitat catalana antes de aprobarse la Constitución, que sería cosa del referéndum del año siguiente (un dato para añadir a la actual confusión secesionista). Es el año en que muere Elvis Presley. Y todo esto lo apunto (no tiene mérito, viene en la wikipedia) para darnos cuenta del enorme salto del tiempo, y la evidencia de que parece que todo está inventado y que lo que nos parece cosa corriente tiene la edad de cualquier ciudadano de este país nacido en una democracia recién estrenada, junto con los contraataques del Imperio y el golpe del 23-F.
Quizás el aspecto más llamativo y olvidado del paso del tiempo está en la tecnología, algo difícil de explicar a la gente más joven. Varios datos. Es el año, el 1977, en que se lanza al espacio la sonda Voyager 1, despega el primer Concorde y se ponen en marcha tres proyectos básicos: la Corporación Tandy crea la primera computadora, llamada TRS-80, a finales de aquel año se conectan los tres primeros nodos de lo que iba a ser Internet, y se estrena en las televisiones caseras el primer videojuego, el Atari 2600 (no lo recuerdo, pero supongo que sería el del ping pong). En este tiempo el mundo viajó a la velocidad superlumínica, como si delante de nuestra ventana de la nave (en realidad, nuestra pantalla de televisión-ordenador, que es la que rige nuestra vida) convergieran esos puntos brillantes que nos atraen como a la nave de Han Solo. El mundo se convirtió en un terreno demasiado cercano para todos, las gentes están interrelacionadas, y los Imperios o Primeras Órdenes siguen intentando llevarnos al lado oscuro; no se visten con capa y máscara y sus generales se camuflan como peces gordos de las grandes corporaciones. En este salto del tiempo no hemos conseguido hacer del Planeta Tierra un lugar en el que vivir mejor y más felices. Si hiciéramos caso a las señales premonitorias podemos jugar a estas dos: en 1977 nevó por vez primera en Miami; este año 2016 acaba de nevar en Arabia Saudí. A lo mejor es que acabamos un ciclo y entramos en el hiperespacio, más allá de Alderaan. Que la fuerza nos acompañe, porque falta nos hace.

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