domingo, 27 de julio de 2014

Me han robado (y sé quien es)

Diario de Pontevedra. 26/07/2014 - J.A. Xesteira
Hace años trabajé en una empresa en la que cada año, al hacer la declaración de la renta, los trabajadores teníamos que pagar a Hacienda, más o menos, según lo que cada uno pudiera raspar en aquella colección de folios de la renta, que comprábamos en los estancos y que había que cubrir a mano; a los dueños de la empresa, que gozaban de una posición acomodada, mandaban a sus hijos a estudiar en el extranjero y figuraban entre la flor y la nata del empresariado local, con pasta gansa en el banco, Hacienda les devolvía dinero. Como por aquel entonces yo era bastante tonto, me sorprendía, y siempre había un compañero listo que me lo explicaba. Después de explicármelo yo seguía igual: no lo entendía y me mantenía en mi tontería. Con el tiempo logre disimular y hacer como los políticos; no entender nada pero poner cara de saberlo todo. Como aquel tonto presidente americano que pasará a la Historia por fumar puros habanos y becarias en el despacho oval (de huevo) y manchar un vestido azul; ese mismo presidente que dijo aquella frase de “¡Es la economía, imbécil!” pero que no tenía ni idea de como funcionaba la cosa. Como tantos políticos que hablan para dar la impresión de que saben por donde andan, o se callan para dar la misma impresión (en ambos casos se les ve en la cara que no son más que tontos peligrosos, jugando a ser entendidos en la materia pero gastando el dinero que no es suyo). Juegan con las cosas de comer, de curar, de aprender, de vivir, y nos dicen que todo está muy bien, y el personal votante y pagante se queda (nos quedamos) como si todo fuera cierto, que la cosa está bien y que nos va a ir mejor. Perpetran con toda la desfachatez posible medidas políticas con el dinero de nuestros bolsillos, y nos venden la moto de que es lo que hay que hacer, unas veces apremiados por los tontos peligrosos de Europa y otras veces inspirados por su propia estupidez. Y los vemos en la televisión, en los periódicos, en la radio explicándonos el viejo discurso que me contaban hace años y que yo no entendía sobre por qué mi empresario sacaba de Hacienda un  dinero que yo tenía que pagar. 
Con los años creía tener la experiencia que dicen que da la edad (aquello del diablo y lo que sabe), pagarle menos a Hacienda y ser un poco más listo en lo esencial y tonto sólo en lo accesorio. La realidad me demuestra que no; cada vez que abro un periódico me encuentro la voz del amigo listo que me explica (por cierto, cada vez con más faltas de ortografía, con titulares tendenciosos en periódicos hechos para agradar a un poder superior) que me dice que en cuestiones de economía soy el imbécil al que aludía el presidente del despacho de los huevos. Pero es que, en esta ocasión, creo que me acompañan en mi tontería los millones de españoles que pagan a Hacienda, el IVA, los impuestos indirectos y el ticket del parking. Es decir, los que pagamos a escote esa cuenta llamada Dinero Público. La venta del Catalunya Banc al BBVA hace unos días aparece explicado en la prensa (un amigo listo) como una pérdida para el Estado de 11.500 millones de euros. Es decir, el Estado y los sujetos que los dirigen han perdido esos miles de millones de nuestros euros, no de una entidad irreal o divina. Si pensamos un poco, dentro de nuestra limitaciones, la cosa es así: primero, el Estado y su Gobierno le dan a una entidad privada llamada Catalunya Banc 12.000 millones de nuestros euros para –dicen– sanearla; una vez que se sanea la vende al BBVA por 600 millones, un negocio ruinoso. Los compradores están eufóricos, compran una ganga, ponen en la calle a unos miles de trabajadores y engordan su cartera de clientes (su director de finanzas dice que “no hacen consideraciones políticas” de la operación, pero se hacen por si solas). La secuencia del paso de una empresa privada a nacionalizada para luego venderla al capital privado perdiendo 11.500 millones de nuestros euros no me cabe en la cabeza, pero admito que solo soy un tonto en esta materia. Cuando comparo y resulta que se da por perdida la misma cantidad que el Estado y su Gobierno recortó de los servicios de Sanidad y Educación, empiezo a creer que me (nos) están tomando el pelo y por mucho que nos lo expliquen no lo entendemos, pero también los tontos tenemos nuestra lógica: el dinero que unos pierden, otros lo ganan, no se evapora. El Gobierno (otro amigo listo) nos explica que ha reducido al mínimo las pérdidas de los contribuyentes al tiempo que hacen una valoración positiva de la venta. Pero los que no somos muy listos pensamos que más se hubiera minimizado si no se le hubieran regalado a aquella empresa privada (cuyos responsables salieron con el bolsillo forrado) los 12.000 millones. Por más que nos lo expliquen seguiremos sin entenderlo, seguramente porque somos tontos; pero a la vuelta de la esquina está por vender otro banco al que le hemos regalado más millones, Bankia, que gobernó aquel gran estratega del PP llamado Rodrigo Rato. Veremos cuanto perdemos ahí y como nos explican la minimización de pérdidas. Era un tonto, y con lo que he visto me he vuelto dos tontos.
Mis amigos listos que me explicaban el asunto de mis empresarios, están en el paro o en alguna prejubilación. Los que me explican ahora los de Catalunya Banc están en las altas esferas (un lugar en el que no hay que saber gran cosa, solo decir que si a lo que manden) En justicia, el viejo refrán de “El que la hace, la paga”, solo tiene la excepción de la banca y los políticos: ellos la hacen y pagamos todos. Hasta que nos demos cuenta de que ellos son contingentes y nosotros, necesarios. A mi me han robado. Sé quien es. Y me he quedado con su cara. 

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