lunes, 2 de junio de 2014

Deberían hacérselo ver

(Este artículo tenía que haber sido publicado en el Diario de Pontevedra de la pasada semana, pero por una avería de tipo técnico-digital, no pudo ser; como los acontecimientos sociales del país no permiten publicarlo para el siguiente sábado, prefiero publicarlo directamente en este blog)

JA Xesteira.- Dicen que las personas que padecen anorexia se ven gordas siempre, mientras que su entorno las ve cada vez más escuálidas. A los partidos políticos les sucede algo parecido; se ven democráticos, se ven abanderados de la izquierda o la derecha, o, mejor, del centro izquierda o del centro derecha, se ven audaces, con soluciones para todo, convencidos de que lo que están haciendo es la panacea a los males que amenazan a la sociedad y que suelen venir del partido enemigo o del exterior; sus políticos representantes también se ven demócratas, audaces, listos, buenos gestores, ingeniosos y rápidos en las respuestas a los periodistas y con una honradez a prueba del no-me-consta más allá de toda imputación.  El resto de los mortales los vemos como son: autoritarios y adaptados al sistema de medrar dentro de la estructura del partido, ineficaces e incapaces para dar solución a los problemas reales de cada país, promotores de una política que les viene impuesta pero que esgrimen como propia, y que no tiene nada que ver con el centro derecha ni mucho menos con el centro izquierda (realmente son de derecha económica y capitalista). La derecha española, que identificamos con el PP, pero que también es el PNV, CiU y varios grupúsculos más, aunque se autocalifiquen de liberales o progresistas o se disfracen de reina madre, sobreviven de los fallos de la parte contraria, su mérito no es más que el demérito del de enfrente. La izquierda, espacio que ocupa por rutina el PSOE, cree que hace una política distinta y más progresista (como los otros) pero que en realidad encaja en la definición dada por uno de los mejores humoristas gráficos de la prensa española, Alfons López (Publico): “Los socialdemócratas decimos que somos de izquierdas, creemos que somos de centro y hacemos políticas de derechas”. Ellos se ven así, pero desde fuera vemos que están en los huesos, que lo suyo es de tratamiento y que deberían hacérselo ver.
Pasada la ciclogénesis explosiva electoral europea (CEEE en sus siglas) todos los expertos empezaron a emitir sus opiniones (tienen materia para largo) que no coinciden con lo que preveían (lo cual les coloca en la categoría de expertos de “cajallas”, por utilizar el lenguaje de mis nietos) Posiblemente a estas alturas los grandes bipartidos están reponiéndose de los resultados, que, a pesar de saber lo que iba a pasar (los partidos siempre tienen mejores datos de los que se publican) se encuentran con que están flacos, desnudos y enfrente han surgido grupos inesperados; una izquierda nueva diferente y una derecha que pide otros caminos. Por suerte para nosotros no ocurrió como en Francia, donde la anorexia de la derecha de Sarkozy y la socialdemocracia de Hollande hicieron resurgir al patriota ultraderechista que todo francés lleva dentro, en su Vichy particular. El caso español es personal e intransferible, como el resto de los países del sur europeo. Por la parte que nos toca, encontramos que el desbarajuste del PSOE se cobra sus primeras víctimas (Rubalcaba y Patxi López) y busca a la carrera un remedio para pegar los pedazos. Como no podía ser de otra manera, Felipe González aprovecha para ningunear a ganadores modestos, como Podemos, a los que augura poca vida. Deberían hacérselo ver. Cierto que los nuevos partidos emergentes son una incógnita como no puede ser de otra manera, pero ahí están, para inaugurar un nuevo estilo: son partidos que juegan en otros terrenos, no salen en los periódicos, pero viajan a la velocidad del rayo por los caminos digitales, donde viven los jóvenes y donde se crean ahora las esperanzas, lejos de los micrófonos y de la rimbombancia de los mítines y parlamentos. Los bipartidos pueden estar preguntándose qué-he-hecho-yo-para-merecer-esto. Y si lo hacen es muestra de su anorexia. El PSOE comenzó hace años (en el felipismo de las vacas gordas) abandonando el marxismo, primero, y después todo lo demás; el No a la OTAN, la reforma laboral que permitió despidos libres y la pérdida progresiva de derechos laborales. Todo para cazar unos ratones (decía González) con gatos negros o gatos blancos. Es decir, se adaptó a lo que mandaban para poder mantener el poder. Al final le aparece un paradójico Pablo Iglesias (como su fundador) y les roba la parte más izquierdosa del asunto.
El PP, que curiosamente (o no) coincide en el desprecio por los pequeños partidos novedosos con calificativos de “frikis”, se felicita por el triunfo electoral, pero con la boca pequeña, porque alguien debería hacérselo ver: sus propuestas están caducadas, como los yogures de su candidato. De aquí a poco estará metido en muchos más líos judiciales de los que necesita. Y ya debe sentir en la nuca el aliento de grupos liberales, de centro derecha o lo que sea (caso de UPyD) que ya les están segando la hierba debajo de sus náuticos. Por encima, parte de la derecha popular europea es independentista (PNV y CIU son socios europeos del mismo grupo del PP) Fieles a su estilo se mantienen en el dontancredismo (ver diccionario de la RAE) y su sonrisa muestra la habitual prepotencia dental, mientras que sus a sus ojos se asoman las dudas y el porvenir incierto.

Las elecciones las carga el diablo y lo que parecía una consulta de bajo nivel, en la que no parecía que iba a pasar gran cosa, acabó con un cambio en el paisaje: reaparecen los viejos fascimos disfrazados de populismo en la mayoría de los países y vuelve a aparecer una joven izquierda rellena de descontentos y esperanzados. Los viejos modos tendrán que cambiar, para adaptarse a la máxima de cambiarlo todo para que nada cambie. Es preciso también un relevo de caras y una inyección de sentido común en la clase política, sobrevalorada y sobrepagada. Seguramente todo esto les importa un bledo a los verdaderos mangoneadores; el FMI y el BCE, junto con las demás fuerzas reales de la economía, sobreviven en cualquier ambiente. Todo son incógnitas desde ahora y el futuro no está escrito, pero vamos a divertirnos un poco y a cabrearnos otro poco

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