domingo, 30 de marzo de 2014

Como somos


Diario de Pontevedra. 29/03/2014 - J.A. Xesteira
Hay días que, si quieres, puedes reflexionar. Es un ejercicio que mueve las tuercas de la cabeza y evita la oxidación senil, al tiempo que entretiene, es gratis (de momento, cualquier día lo pueden privatizar y cobrar una tasa por pensar, cosas más raras se vieron y se verán) y, como tantas otras cosas, te ocupa el tiempo sin perjudicar a terceros ni darle la tabarra a nadie, a no ser, como en este caso, que lo escribas y lo mandes al periódico para que lo publiquen. Reflexionar es una actividad que todo el mundo puede hacer con la misma herramienta (supuestamente la cabeza y lo que tiene dentro) ya sea un profesional de la reflexión, como Punset o Levi Strauss (el antropólogo, no los pantalones) o un aficionado, como yo o usted, si se pone una tarde de lluvia como la de hoy, en la que ya ha dormido la siesta delante de las hienas del Serengueti y no tienen nada mejor que hacer (bien porque esté en el paro, sea un jubilado jubiloso o rico por casa, sin grandes negocios en perspectiva). Lo primero que hay que hacer es buscar el tema, porque reflexionar al tuntún o a lo que salga, no nos lleva a ningún lado, solemos acabar la tarde preparándonos algo de la nevera y eso es un inconveniente que siempre acaba en una “analítica” alta en resultados. El tema; eso es básico, y podemos perder un cuarto de hora en encontrarlo; es de ayuda, pero no indispensable, echar mano de internet y ver que cae, pero sin engolosinarnos, porque la reflexión exige que funcione el disco duro de serie que tenemos entre las orejas y no el del ordenador. Una vez encontrado el tema ya tenemos que sentarnos y darle vueltas al asunto; a poco que nos esforcemos podemos ver como se nos ocurren cosas, que podemos ir anotando en un papel según las vamos pariendo. Anótelo todo, pero tenga en cuenta que si lo lee al día siguiente todo le parecerá una parida. Da igual. Lo importante es disfrutar del momento y enorgullecernos de ser tan reflexivos que podemos alumbrar frases y pensamientos básicos para el buen devenir de la Humanidad. Con menos empezaron los grandes filósofos y ahí están. Además, no se consigue llegar a mejorar sin entrenamiento. El tema. Busqué en los periódicos del fin de semana abundantes en noticias variadas, que cada medio manipula a su manera. Seleccioné un tema: ¿cómo somos los españoles a la luz de lo que de nosotros sale en los periódicos? Hago la abstracción de que sabemos lo que es un español, un concepto que nos llevaría a otra reflexión mucho más dura (posiblemente sería tema de un congreso subvencionado por la National Geographic). Bien, tomamos eso que podemos entender como máximo común denominador de la sociedad al sur de los Pirineos, al este de Portugal y al norte de Gibraltar. Eso que llamamos español (si fuera políticamente correcto debería decir “y española”, pero esas son hipocresías antigramaticales que dejo a los políticos) y que mantiene en común algunos rasgos característicos, como el de discutir en las barras de los bares de temas básicos –como el Madrid-Barça– o tener un DNI, o pasar la ITV del coche. Si reflexionamos sobre los periódicos podemos ver que el español es necrofílico por naturaleza. Le encantan los funerales y hacerse ver en ellos, ya sea la muerte de un famoso o la última asesinada por violencia machista; allí están, aplaudiendo, guardando un minuto de silencio o diciéndole a una televisión cualquier frase histórica. La muerte de Adolfo Suárez, anunciada por su hijo unos días antes (la auténtica crónica de muerte anunciada) congregó delante de su féretro a todos sin excepción, incluidos los tres ex presidentes, disfrazados para la ocasión de personajes de Tarantino. Todos hablaron maravillas del muerto, incluso aquellos que en vida dijeron todo lo contrario de él (las hemerotecas no mienten), lo cual explica una vez más la teoría de que “indio muerto es indio bueno”. Lo demás fue pompa y vanidad. Suárez, que fue un presidente importante y un hombre legal, vivió fuera de este mundo los últimos años de su vida, lo cual le evitó el bochorno de tener que decir las tonterías que vez en cuando dicen los ex presidentes (es su condición, no se resignan a ser cargos caducados). Por la capilla ardiente pasaron todos, los amigos, los enemigos, los famosos y los anónimos, los buenos, los feos y los malos: los españoles amantes de la necrofilia (en la primera acepción de la palabra de la RAE). A fin de cuentas, como decía el escritor Ambrose Bierce, “un funeral es una reunión de amigos que se congratula de no ser el muerto”. Y aquí añadiríamos que en España es una reunión de amigos y enemigos. Otro de los rasgos comunes es que el español es violento. Podíamos acudir a la Historia de España y todas las barbaridades que se encierran en ella, en nombre de Dios o de un equipo de fútbol. Pero me basta con la última carga de la manifestación de los indignados con la indignidad de ser ciudadanos-tomados-por-el-pito-del-sereno. Como se vio en los Medios, al final apareció la violencia, a la que habían llamado previamente, unos violentos juveniles y otros violentos uniformados para la violencia; unos armados con material de barricada y otros con material homologado por el ministerio. El final de la violencia no pudo ser más bochornoso. Somos violentos, pero, al menos deberíamos ser organizados. Y esta batalla acabó con bochorno y mentiras. El bochorno lo pusieron los mandos policiales (la acusación es de los propios policías) y las mentiras las puso algún sindicato policial que trató de colar las clásicas pruebas falsas en el caso. Ese no es un rasgo español. Podemos matarnos a palos, pero con chulería, con la verdad por delante. En este punto, mi reflexión ya se dispersaba. Y me quedaban temas, como el del empresariado y sus peculiares presidentes; la picaresca considerada como una de las bellas artes, o el español vota sin fijarse mucho en lo que hace, y después se queja. Les regalo los temas.

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