domingo, 16 de marzo de 2014

Sálvese quien pueda


Diario de Pontevedra. 14/03/2014 - J.A. Xesteira
Hay días en los que nos sentimos pesimistas; es normal, a fin de cuentas no es más que un estado de ánimo sujeto a cualquier influencia. Pero cuando el pesimismo se ve amparado, ayudado o influido por el cúmulo de adversidades que los Medios (ya sabe usted, las informaciones periodísticas) nos ofrecen a diario, lo que era pesimismo se convierte en realismo, una variante mucho más dura que nos hace bajar la moral al sótano. La percepción pesimista de la realidad, según la vemos en esos Medios recoge toda una variedad de tópicos: aquí defrauda tododiós, aquí se corrompe hasta el sursuncorda, aquí no se crea un empleo ni pagando, aquí cualquier tipo con corbata retratada en un telediario es susceptible de ser un delincuente, ahora o dentro de un poco. Vemos los Medios y todo parece dar la razón a los tópicos: los jueces citan a una larga lista de personajes públicos y a unos los imputan, a otros los meten directamente en la cárcel y a otros/as les meten unas fianzas del tamaño de un sueldo (o indemnización por despido improcedente) de directivo de banca rescatada por la ciudadanía en paro y con hipotecas a punto del desahucio. La justicia se eterniza en largos sumarios cocinados a fuego lento y destilados a los periódicos gota a gota. No hay institución española libre de sospechas, todas tienen o tuvieron algún representante metido entre los sumarios por corrupción, desde las diferentes asociaciones de empresarios (son especialistas en buscarse presidentes al borde del delito) hasta los equipos de fútbol, pasando por partidos políticos, sindicatos, ayuntamientos, diputaciones y empresas variadas (sobre todo las que parecían más importantes y de referencias internacionales). Nuestro pesimismo realista nos hace ver como si viajáramos en el Titanic, que acaba de chocar contra un iceberg del que sólo vemos una parte y sabemos que hay mucho más escondido bajo la línea de flotación; vemos como la tripulación no sabe que hacer, mientras los pasajeros de gran lujo aprovechan el hielo del iceberg para enfriar sus gin tonic. Y lo contemplamos sin movernos para intentar salvarnos, porque también sabemos que el mar está helado y nos va a dejar tiesos. 
El Gobierno (que es de derechas) no deja títere con cabeza, a pesar de que jura por la bolita del Niño Jesús que todo va bien, que sus grandes proyectos son la panacea, por mucho que los expertos independientes afirmen que son una cagada. A saber: la «tarifa plana» de cotización (que va a ser aprovechada para maquillar como empleos un sucedáneo de trabajos y así poder obtener beneficios sin carga social); Wert, el hombre con cara de personaje de los Simpson, se da cuenta de que su reforma de FP dejaba a un curso con los estudiantes en el limbo de la ESO y aplica un examen especial; el gobernador del Banco de España (un cargo de tristes antecedentes) quiere más inflación para recuperarnos (no se entiende, pero al final tocaremos a escote) y quiere «retocar» las pensiones (la de usted y la mía, no la del gobernador ni la de los diputados, mucho menos la de los directivos de los bancos rescatados) y, a cambio, fomentar los fondos de pensiones privados (de tan triste recuerdo como los antecesores del gobernador en el Banco de España; recuerden, dejaron colar todos los pufos bancarios y no movieron ni un dedo para advertir de las estafas a los pensionistas que fueron seducidos por las preferentes). El presidente de los catalanes, Mas (también de derechas, por si no lo saben) sigue insistiendo en que son diferentes y al resto de España (créanlo) nos importa un carajo; en el fondo no hay más que un enfrentamiento de nacionalismos, el mayoritario, que quiere dominar el mapa, y el minoritario, que quiere dominar «su» mapa. La oposición socialista (supuestamente de izquierdas, me parece recordar) está borrosa, como desvaída, y su máxima aspiración en este momento es pelearse con el Gobierno, para intentar arañarle unos puntos en las estadísticas, en una dialéctica que no interesa a nadie (¿creen que alguien es capaz de ver uno de esos programas en directo de debate parlamentario?) y dan fundamento al tópico de que los políticos no interesan. Nadie se acuerda quien fue el candidato que votó para el Congreso y mucho menos para el Senado, panteón de españoles poco ilustres. Nadie parece tener interés en las elecciones europeas, a pesar de lo mucho que nos jugamos en ese Gran Bazar de la economía dirigida por el Capitalismo europeo (incluidos los paraísos fiscales que se sientan el Bruselas). El resto de las izquierdas sigue amarrada a viejos tópicos y no es capaz de hacerse un «selfie» con Marx para entender que es una foto que hay que actualizar y reconstruir. El deterioro social es evidente; no se puede estar de risas con la cantidad de supervivientes laborales apuntados en unas oficinas que hace tiempo que no dan empleo. Están jugando con cosas de comer y mientras los pasajeros del Titanic comienzan a moverse, la compañía naviera sólo le ofrece una orquesta en cubierta que toca «Cerca de Tí, Señor», mientras los obispos cambian de entrenador, perdón, de presidente; Rouco se va cabreado con los políticos y con el Gobierno: quería más dios y menos democracia (la iglesia católica no es una institución democrática, todo viene de arriba, y la seguiremos pagando entre todos). Es el modelo a seguir: una institución privada pagada con dinero público. La diferencia es que podemos prescindir de los sacramentos, pero no de la enseñanza ni de la sanidad. Para el Gobierno es más fácil nombrar a la Virgen del Amor funcionaria del Estado que convocar oposiciones a enseñanza y sanidad. 
Cuando ya no nos interese votar, porque la sanidad, la enseñanza, los recortes de las pensiones, la justicia y todo lo demás se vaya a hacer puñetas, nos daremos codazos para meternos en las lanchas salvavidas, sin respetar a las mujeres y a los niños primero; ahí nos daremos cuenta de que ya no hay lanchas, las vendieron todas y sólo nos han dejado unos cuantos flotadores con cara de pato. Pinchados.

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