jueves, 9 de enero de 2014

Perfil para el año


Diario de Pontevedra. 03/01/2014 - J.A. Xesteira
De todos los grandes inventos creados en lo que llevamos de siglo uno de los más importantes ha sido el del perfil. En su definición más obvia sabíamos que el perfil era ponernos de canto y nariz; si teníamos un perfil griego era tanto como decir que éramos un clásico, pero si teníamos foto de frente y perfil quería decir que estábamos fichados. Un buen día alguien tuvo la ocurrencia de utilizar el concepto como arma de destrucción aleatoria, y creó la frase letal: “Usted no encaja en el perfil”. Cuando la leí por vez primera me vino a la memoria una película, “La hora 25”, en la que un nazi descubre que un prisionero búlgaro (el mexicano Anthony Quinn) encaja perfectamente en el perfil clásico de la raza aria, y le mete la cara de lado en un cartón recortado. El perfil era el correcto, la cara, por una extraña circunstancia entraba en un perfil que no era el suyo. Desde la invención de ese sistema-disculpa el mundo laboral incorporó ese medidor, en manos de los Departamentos de Recursos Humanos (otro invento del siglo, generalmente de mala fama y con reminiscencias del “me-lo-cargo-jefe” de película de gánstgers) y lo aplicó a su antojo, convirtiendo a la masa laboral en un desfile de egipcios sobre el templo de las oficinas de empleo. El truco consiste en hacer un perfil suficientemente estricto para que entren en él solo aquellos que se ajusten a unas condicionas cada vez más duras; si conviene, el mismo perfil puede soslayarse y hacer que entren en él incluso los prisioneros búlgaros con perfil ario. El departamento de recursos humanos tiene siempre argumentos para respaldar cualquier decisión; en una ocasión fui despedido porque “no encajaba en el organigrama de la empresa”, un concepto que a día de hoy no consigo entender (me consta que la empresa no tenía organigrama) y que suena lo mismo que si me hubieran despedido por no saber bailar ballet. No entraba en el perfil. Desconozco la cantidad de parados que sumará 2013; la desconoceré aún cuando se publiquen de manera oficial, porque las cifras son una cosa en los papeles y otra cosa en la cola del paro o en la cola del súper. Se calcula que la tasa de desempleo es de un 26 por ciento; más de la cuarta parte de los que podrían estar trabajando, no pueden hacerlo. Pero una cosa estará clara: todos tienen ya un perfil y se les llamará a un puesto de trabajo si son capaces de meter la cara dentro del cartón recortado. El ministro Guindos anunció que en 2014 la creación de empleo será significativa, lo cual no significa nada, porque el Estado, que era el gran creador de empleo (la clase empresarial siempre se caracterizó por la escasa creación de empleo) no va a crear muchos puestos de trabajo. Y todos esos puesto de trabajo ya tienen el perfil designado. El primer filtro del perfil es el de la edad: excluidos los empleados mayores de 40 años, y no se le ocurra ir con 50 cumplidos a pedir un empleo. El subterfugio inventado por el Capitalismo dominante de ampliar la edad de jubilación a los 70 años es una forma de limpieza de clases. Nadie estará en su puesto de trabajo más allá de los 55 o 60, porque a esa edad ya no entra en el perfil, en el que sí entran miles de jóvenes que tendrán que pelearse a navajazo limpio con el compañero para ganar la enorme recompensa de un trabajo precario y sin derecho alguno. La gran maquinaria del Capital entendió hace tiempo que solo había que esperar a que los viejos proletarios fueran jubilados (por las buenas o por las malas) para dar paso a sus hijos y nietos ya convertidos en clase media con pretensiones de “high class”, sin conciencia de clase ni conocimiento de su lugar en el mundo. La derecha interesada en el proceso afirmó (falsamente) que la lucha de clases ya no existía porque ya no había clases, y, una vez que esa nueva sociedad estuvo madura, se borraron los empleos y se puso a disposición de los empleadores a una gran masa de jóvenes preparados, en condiciones de coreanos con sueldo de esclavo-obrero en Dubai. Esa es la realidad del perfil nuevo. Las empresas, cortadas por el patrón del nuevo liberalismo (sea eso lo que sea) no quieren el viejo perfil del trabajador que existía hasta hace poco (y que con su actitud creó la democracia actual peleando en la calle por unos derechos que –paradójico recochineo– llevaron al poder al Capitalismo actual, siempre más listo que los románticos); no interesa el trabajador reivindicativo, exigente con sus derechos, solidario; los sindicalistas se transformaron en una agencia de viajes y cursillos y todos estamos viviendo en un tiempo que no es de ninguna parte, porque nada es seguro y nos da miedo enfrentarnos con una realidad: lo que sea será lo que nosotros queramos que sea, pese a quien le pese. La inseguridad es un recurso peligroso, el miedo sólo dura hasta que nos damos cuenta de que los fantasmas no existen. Pero mientras tanto sólo el perfil está definido y el perfil de los tiempos es éste. El año que empezamos no va a ser muy diferente del pasado, por mucho que los políticos prometan. El perfil ya está diseñado, y en el ya entró un recibo de la luz que aumenta los precios para los usuarios que antes fueron inducidos a comprar cocinas de placa eléctrica, electrificar el bienestar del hogar y depender de la electricidad para todo. Depender ya es una palabra maldita, porque los “dependientes”, invalidados sociales, ya no entran en el nuevo perfil, en el que sólo cobrarán aquellos que no desequilibren el presupuesto. Ni siquiera la facultad de pensar entra en el perfil, y la Filosofía ya no será materia para estudiar (la Religión, si, porque el Gobierno actual pone a la Fe por delante de la Razón). El perfil es este; si no le gusta, tendrá que cambiarlo, usted solo o con ayuda de todos.

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