domingo, 26 de enero de 2014

Cartas de desamor


Diario de Pontevedra. 24/01/2014 - J. A. Xesteira
Cuando creíamos que el servicio de correos quedaría reducido al envío de paquetes y poca cosa más, ya que nadie escribe cartas, sustituidas por un e-mail, wasap o tuiter, el Gobierno, en un alarde insospechado de apoyo a un organismo público o semipúblico se dedica a enviar cartas a los ciudadanos, recordándole otras cosas, además de las multas de tráfico. El año pasado y lo que viene de éste informa a los españoles de que el coche está viejo, de que hay que hacerse un plan de pensiones en alguno de los bancos a los que se le regaló nuestro dinero, o que el ingreso en el hospital para operarle de apendicitis le ha costado tanto. La imaginación del Gobierno en este sentido es pasmosa, nos informa de obviedades y se gasta la pasta en mandarlo todo por correo. 
El anuncio de que en 2014 nos va a mandar una carta en la que se nos informará de que lo mejor que podemos hacer ante lo que se nos avecina (que no es otra cosa que la conjunción de estupideces y despropósitos sociales de nuestros gobernantes presentes y pasados) será buscarnos un plan de pensiones. Y nos lo van a decir así, con toda la cínica franqueza de que es capaz un político con mayoría absoluta. Es decir: mire, si usted creía que el fundamento de la gobernanza social de un país es garantizar que el dinero que le saca a usted por diversos caminos va a parar a hacerle a usted la vida más agradable, está usted apañado. Mejor hará –nos dicen– metiendo sus dineros en un fondo de pensiones de un banco, y así, cuando se jubile, tendrá unos ahorritos; y no se preocupe, porque el banco nunca le va a estafar a usted, ya nos encargaremos de salvarlo (al banco) cuando esté a punto de la quiebra, regalándole dinero que usted nos entregó en forma de impuestos. El Gobierno acaba de reconocer también que pone en marcha un Plan de Educación Financiera (obligatorio en la enseñanza) para enseñar a las futuras generaciones que la salvación está en la inversión y en la empresa privada. (Inciso y sugerencia: debería haber una asignatura en ese plan de educación que se llame «Como leer la letra pequeña y no morir en el intento»). En la lógica gubernamental se ha aceptado el Capitalismo como religión (casa perfectamente con el catolicismo imperante en el Gobierno y en la corriente principal de que la obra de su dios es la obra de su césar). El único inconveniente es que el 26 por ciento de los que van a recibir estas cartas están en paro, y malamente se podrá aportar capital a un plan de pensiones con 400 euros al mes de subsistencia. 
Otra de las cartas que ya han circulado es la de los coches viejos. En otro alarde de inspiración, rayano en el absurdo que caracteriza al humor español, el Gobierno informa a los poseedores de coches de que su vehículo tiene más de diez años, y usted verá, que andar por ahí con una pota es cosa peligrosa. Por un lado, le dicen algo que usted ya sabe, que su coche es viejo (a veces presume de ello, de lo bien que va y de que no es como los de ahora, que son todo electrónica que se averían por nada) y le sugiere que lo cambie. La efectividad del mensaje es difícil de percibir; a no ser que el próximo paso sea el de detener a todos los que tengan coches viejos por atentar contra la seguridad, el mercado automovilístico o violencia circulatoria encubierta. Cosas peores se están viendo. 
La otra carta me la encontré en la visita a un amigo hospitalizado por una operación no muy grave. Mi amigo se recuperaba con normalidad, pero cuando entré en su habitación blasfemaba en perfecto castellano. El motivo era que le habían entregado una carta en la que le contaban lo que había costado su operación y su estancia en el hospital. No le hacían las cuentas de todo lo que había pagado a lo largo de su vida, deducido de sus impuestos y sus cotizaciones, mientras estaba sano. Y se me ocurría que el año pasado yo no había supuesto ningún gasto a la sanidad pública (curo mis gripes con leche, ron y miel, una aspirina y una camiseta térmica para sudar); ¿podría yo pasarle la cuenta a la consellería de lo que no he gastado, para compensar? También se me ocurría que, puestos a decir lo que gastamos los contribuyentes ciudadanos en intentar vivir decentemente, podrían mandarnos una carta diciendo cuanto nos cuesta sostener a un Senado innecesario, cuanto nos cuestan las dietas y prebendas de todos los políticos democráticamente elegidos, cuanto nos cuestan las grandes obras que no sirven para nada, cuanto nos cuesta el Ejército que se justifica en misiones inútiles en países ajenos, cuanto nos cuesta la Iglesia Católica y su patrimonio inmobiliario, por el que no paga impuestos... Y así podríamos hacer una larga lista de cosas en las que el Gobierno gasta el dinero público y que no beneficia para nada a los ciudadanos. 
Como pueden comprobar, todas las cartas de amor del Gobierno hablan de dinero, del dinero que cuesta el bienestar y que tiene que invertir (que no gastar) el Estado. Entre líneas asoman las orejas de otras intenciones, las de derivar hacia lo privado (bancos, sanidad privada, empresas, el Capitalismo en su versión más simple) el dinero público que aportamos al Estado. Los políticos, con todos sus defectos, son caros, pero los empresarios de las grandes compañías son mucho más caros, y, por encima, no los podemos elegir democráticamente. El fundamento (único) de un Estado es asegurar (el Estado, no una compañía aseguradora) el bienestar de los ciudadanos (no de los clientes). Si el Estado no se lleva el trabajo de garantizar las pensiones, la sanidad, los estudios, la cultura, cosas por la que los ciudadanos pagamos impuestos, y lo deriva a unas empresas privadas, regidas por la ley de la oferta y la demanda. ¿Para que queremos un Estado?¿Para que alimentar a un Gobierno?

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