domingo, 2 de febrero de 2014

Nada es lo que parece


Diario de Pontevedra. 01/02/2014 - J.A. Xesteira
La única manera que tiene el ser humano de enterarse de lo que pasa es hacer que se lo cuenten. Desde los tiempos en que las noticias corrían por los caminos en manos de los trovadores o personajes que relataban de viva voz lo que pasaba, todo con mucho retraso y a grandes rasgos, hasta hoy han pasado muchas cosas, incluida la imprenta de Gutenberg y los teléfonos con acceso a la red. Ganamos en velocidad y en abundancia de información, pero perdemos en veracidad y detalles; tenemos las noticias al instante y con imagen del momento, pero las toneladas de noticias que vierten sobre nosotros hacen que nos enteremos de lo que pasa como un medieval. Sabemos de la Guerra de Troya por Homero, con datos, pelos y señales, con nombres y armas, pero no sabemos de las guerras que están ocurriendo ahora mismo. Las tres o cuatro noticias que nos pueden interesar cada día se pierden en un mar de información, generalmente están mal escritas y no nos aclaran mucho de que van las cosas. Nada es lo que parece. El periodismo y los periodistas parecen haber perdido una batalla vieja ante la manipulación todopoderosa y censora de unos poderes superiores. Los periodistas parecen resignados a cumplir con un papel ajeno, que les permita ir tirando en su puesto de trabajo hasta ver si algún día cambian las cosas y se acaba de definir de una vez lo que es el periodismo de la nueva era. Mientras, caminan de rueda de prensa en rueda de prensa, en las que no se cuenta nada nuevo ni original, donde los protagonistas mienten y todos sabemos que mienten y donde nadie tiene nada que preguntar, porque las respuestas son anteriores a las preguntas. Sólo en ocasiones, cuando el figura que imparte doctrina tras el micrófono se olvida de desconectarlo surge la verdadera cara, la única noticia auténtica, sin mentiras, de cara a una galería aburrida. Esa anécdota de De Guindos, mandando a los periodistas a tomar por el culo es lo único verdadero, la única respuesta sentida por el ministro; todo lo que dijo antes de eso era simple cháchara política. Lo real fue lo otro, pero los periodistas no se dieron cuenta, porque hace años que se fueron a donde los mandó De Guindos. Siguen acudiendo mansamente a rodear de prensa a los ilustres para oírles decir cosas que podían mandar por un e-mail y sobraría materia. A veces hay ruedas de prensa que si dan juego, pero son las que se convocan con otras intenciones. Tal fue la del antiguo director del Teatro Real, que presentó una ópera de vaqueros gays, la afamada “Brokeback Mountain”, y aprovechó para decir dos cosas interesantes: una, que Eurovegas, la ciudad que tanto lucharon por traer desde el Gobierno de Madrid, era en realidad Sodoma y Gomorra; y otra, que la Iglesia Católica debería preocuparse más por sus problemas antes de hacer comentarios sobre los homosexuales. La obra fue un éxito, Eurovegas fue el nosecuantos fracaso del Gobierno madrileño, que suma deudas como si coleccionara cromos. A los sueños olímpicos, de parques temáticos y otras historias, tiene que añadir el fracaso (momentáneo, todo hay que decirlo) de la pretensión de privatizar la sanidad. Después de que los tribunales suspendieran sus pretensiones, en un alarde de altitud de miras, los responsables madrileños “renuncian” a sus proyectos de hacer negocios privados con la sanidad pública. Me informa un familiar cercano que tuvo que ingresar unos días en un hospital público madrileño, la otrora famosa Maternidad de O’Donnell, que aquello parecía un caserón fantasmal, vacío, donde las enfermeras pedían disculpas porque no tenían ni servilletas para poner en el almuerzo. Los trabajadores de la Sanidad se alegran de la nueva situación, pero no es motivo para ello. Volverán a la carga. Una de las características del Capitalismo (como de las grandes religiones) es que su negocio no es para el día. Si ahora han perdido esta batalla, estudiarán como volver a plantear la privatización por otros sistemas. Volverán. Tienen tiempo y medios, y las leyes juegan a su favor, a la larga y de forma paulatina.
A no ser que el partido en el poder no dure, porque, pese a que los periodistas están en ruedas de prensa, los síntomas actuales del PP son los mismos que padeció en su día el PSOE y antes la UCD; el desmoronamiento y deserción de los notables. Los partidos políticos se pudren como el pescado: por la cabeza. Y al PP se le van marchando algunos en busca de –dicen– esencias ultraderechistas, o de un lugar donde hacerse ver. De aquí a las elecciones que van a venir –da igual cuales sean, aquí ninguna elección es lo que parece– pueden pasar muchas cosas, pero no nos enteraremos, porque la sobreabundancia de material periodístico, a menudo mal escrito y contado en ruedas de prensa, no nos dejará ver la realidad. Se ofrecerán frases para los titulares que nos dejarán más bien fríos. Como la de hace unos días, que aseguraba el partido gobernante que la ley del aborto de Gallardón (perdón, falta una coma entre aborto y Gallardón) era buena para la economía. Créanlo, es así. Al menos para la economía de las líneas aéreas de bajo costo, que llevarán otra vez a las españolas a abortar a Londres, y para la economía de Portugal, país vecino, que verá aumentar el turismo clínico como en la década de los años setenta (siglo pasado). 
Los periódicos, cada vez menos en presencia de papel y más en pantalla, han perdido la capacidad de contar las noticias reales. Nadie se atreve a hablar claro sobre la delincuencia futbolística (con el brillante apoyo de los presidentes del fútbol a Del Nido y la actitud digna de los chavales del Racing), ni sobre la economía sumergida del país ni que la Alemania que rebaja su edad de jubilación pida a España más presión laboral, lo mismo que el FMI (otro organismo peligroso). Lo vemos en las páginas, pero no nos enteramos, porque lo que ahí aparece no es lo que parece. La realidad tenemos que buscarla por ahí, hablando con la gente.

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