domingo, 16 de junio de 2013

El ojo de 1984


Diario de Pontevedra. 14/06/2013 - J.A. Xesteira
Hace unas semanas, en los exámenes para ser diplomáticos en Portugal; el noventa y tantos por ciento de los que aspiraban a una plaza, patinaron en las preguntas de cultura general, aquello que antes se estimaba mucho y que ahora sólo pertenece al mundo de cuatro “frikis” que saben de muchas cosas que son innecesarias y, por encima, no producen beneficios. La noticia, que pillé en la televisión portuguesa en unos de esos días en que cambio de país sin darme cuenta de que estoy en sitio distinto, citaba, entre otras preguntas que ignoraban los que pretendían ser diplomáticos lusitanos, una que me llamó la atención: ninguno sabía a que correspondía la denominación de Gran Hermano y muchos lo identificaron como un programa de televisión (si, también en Portugal había un Big Brother en el que la estupidez social contribuía a que una pandilla de jóvenes vegetara en el interior de una casa, sin otro motivo que salir en televisión). Ignoraban que la pregunta aludía a la figura central de una novela “futurista” titulada “1984” escrita por el británico comunista y antiestalinista George Orwell, en la que anticipaba para ese año un futuro muy negro, en el que el ser humano, el ciudadano social, estaba constantemente vigilado por un gran ojo que todo lo controlaba, en su puesto de trabajo, en la calle, en su casa... ¿Les va sonando? Al principio me pareció que, aunque se tratase de cultura general, un diplomático tiene que tener recursos, cultura básica, cierto nivel de conocimientos literarios, históricos, artísticos..., al menos es lo que antes se suponía que era un diplomático al uso. Después me di cuenta de que los jóvenes aspirantes a la diplomacia del país vecino eran muy pequeños cuando 1984 fue el año en que se recordó la novela y, de manera harto optimista, se dijo que Orwell no había acertado con sus predicciones. En aquel año se hizo una película sobre la novela, que pasó sin pena ni gloria. Y después todo quedó en un concurso zafio y burdo de mala televisión. Los jóvenes aspirantes habían sido educados más en programas de televisión que en libros; el sistema educativo se basa más en méritos sobrevenidos (másters, posgrados, estudios en el extranjero) que en la vieja cultura general; así se hacen más competitivos y menos cultos. Aunque, al final, los méritos competitivos sólo sirven para emigrar, y la cultura general, para conversar con los amigos en la mesa del bar. El problema de escribir sobre el futuro a fecha fija es que nunca se acierta. Sucede con “1984” lo mismo que con el “2001” de Kubrick y, más atrás, con una vieja canción de los años 50, “Marcianita”, que decía que “en el año 70 felices seremos los dos”, esto era, el cantante y la marciana. Pero, de súbito, el futuro nos agarra por donde más nos duele, y el “1984” orwelliano se nos cae encima en este 2013, aunque ya amenazaba un poco antes. Acaba de aparecer un chaval, un subcontratado de una subcontrata de la CIA, la organización más paranoica del sistema capitalista, que desvela que los USA están vigilando, como el Big Brother a todo lo que se mueve en el mundo a través de todos los aparatos susceptibles de comunicarnos, teléfonos, internet, redes sociales, comerciales, todo ese vasto mundo que manejamos y del que apenas sabemos poco de sus tripas. El chaval, un tal Snowden, era uno de esos jóvenes preparados para la competitividad, que acabó empleado con uno de los contratos basura americano, en la subcontrata de la subcontrata. Pero se enteró de todo, de que la CIA nos vigila, a todos y a todo, a la busca de terroristas que amenacen a los americanos (y que nunca descubren) desde todo el mundo. Cuando termine este artículo y lo mande al periódico a través de un e-mail, habrá un tipo, o un programa, en un lugar de Minnesotta (por ejemplo) que lo analizará, por si yo o el director del Diario de Pontevedra pudiéramos incubar en nuestras cabezas un atentado contra Obama o Wall Street (por otro ejemplo). En el fondo da un punto de vanidad saberse espiado como en las películas. Por otra parte se me ocurre que este espionaje es una forma de piratería de la intimidad, lo cual pone en duda la legitimidad de cualquiera para prohibir las descargas de discos y películas. Con retraso, pero la profecía de Orwell, aquel inglés largo que combatió en la guerra de España con los troskistas del POUM, se cumple. Ya hay un Gran Hermano que nos vigila hasta los wassap de la foto del nieto, ya hay unas guerras en las fronteras, que nadie ve (excepto en las televisiones) y que condicionan el primer mundo a costa de la muerte del tercero; hay un sistema laboral (o caminamos hacia él) que rebaja la condición del trabajador como mano de obra y lo condiciona al nivel de salario cercano a la miseria. Todo esto lo preveía Orwell e ignoran los candidatos a diplomáticos portugueses (me temo que la misma prueba en España o en Alemania ofrecería similares resultados). Snowden se ha convertido en otro malo del sistema, en un proscrito; ya está en paradero desconocido y uno de estos días los USA lo acusarán de atentar contra la seguridad del país, igual que sucedió con los papeles de Wikileaks y con las filtraciones sobre las cuentas ilegales en los bancos suizos. En un ejercicio de cinismo soberano, el gobierno americano acusa de traición a los que destapan los trapos sucios y las ilegalidades de que se valen para cometer sus propios atentados (no terroristas, sino con bombardeos de mando a distancia: mueren siempre docenas de inocentes). Y si los USA espían en la red es de suponer que los rusos y los chinos también, con lo cual, a estas alturas debe haber unos atascos de espionaje cibernético de gran altura. Al final no va a servir para nada; la acumulación de información llega a saturar las decisiones. A fin de cuentas, no hacen falta terroristas en EEUU; se matan ellos solos en masacres en colegios y centros comerciales.

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