sábado, 22 de septiembre de 2012

Vida virtual


Diario de Pontevedra. 21/09/2012 - J.A.Xesteira
Poco a poco (o mucho a mucho, dada la velocidad acelerada con que pasan las cosas) la vida, eso que nos lleva del verano al otoño, de jóvenes a viejos, de frío a calor, de buenos tiempos a malos tiempos, se va desdoblando en dos, como si la suela del zapato vital se fuera despegando. La vida que transcurre en el espació real, tangible, sólido, pierde terreno que gana la otra vida, la irreal, intangible, virtual. Ese espacio que ya ocupa en tiempo y circunstancias la enorme bola de seres que habita la Red, en sus distintas variaciones, va ganando espacio y tiempo a la vida real. Las cosas ya suceden más en la pantalla del ordenador que en la calle, y cuando ocurren en la calle tienen que tener el respaldo automático de la pantalla, ya sea la dimisión de la presidenta de los madrileños o los cadáveres de los sirios en sus casas. Por culpa de un Mahoma virtual, manipulado por algunos insensatos, se produce una guerra real, con muertos americanos reales que solo hemos visto en la pantalla, como si fueran muertos de un juego de ordenador. La democracia y sus variaciones, incluidas campañas electorales o protestas multitudinarias, se convocan por la vía de las redes sociales (pronto se llegará al sufragio universal en la red: un hombre, un voto digital); los flujos de capital son números que circulan por las redes financieras, en forma de primas de riesgo, de deuda nacional o de estafas digitalizadas en fracciones de segundo; los muertos en las guerras surtidas que ocupan el mundo, necesitan el respaldo virtual para existir. Pero esa inmediatez también tiene su lado oscuro. La idea de que poseer en internet miles de personas que ven nuestro blog, leen nuestros mensajes-cagada-de-chiva del Twitter o apoyan nuestra campaña electoral, tiene su truco. Acaba de saberse (lo que ya suponíamos) que la mayor parte de los apoyos que tienen en Twitter candidatos a presidente, estrellitas de la canción juvenil o actores de cine, son falsos; se compran a espabilados intermediarios que venden clics de ratón como si fueran firmas de apoyo, por miles y a buen precio. Los movimientos del mercado, es decir, la especulación financiera entre personas que cualquiera con decencia metería entre rejas, es virtual. Sólo se trata de cifras tecleadas en un ordenador que varía a gusto y placer de los bancos. No hay dinero en sacos ni paquetes de billetes, sólo números negros y números rojos. El resultado es el conocido, todo lo que se roba y estafa de manera virtual y dentro del marco legal se traduce en pobreza en el mundo real, donde los estafados y defraudados se quedan sin el dinero real con el que comprar en el supermercado. Hace años conocí a una mujer, de aldea (puntualizo), que tenía una cuenta en la caja de ahorros con un millón de pesetas, en los tiempos en que poseer un millón de pesetas era ser millonario. La buena mujer, de vez en cuando se acercaba por el banco y pedía ver “su” millón de pesetas; por más que le explicaran que figuraba en la libreta que tenía en su poder y que eso era como dogma de fe, ella insistía en que si tenía allí, en aquella caja, un millón de pesetas de su propiedad, tenía el derecho de verlo y contarlo. Así que el director se resignó a que de vez en cuando, la mujer llegaba, le sacaban un millón de pesetas, lo contaba y después pedía que lo guardaran. En su mundo no cabían los espacios virtuales, venía de un tiempo en que las cosas eran reales, se palpaban. Era una mujer de antes de la era atómica, la que inauguró Estados Unidos con un genocidio, mediante el asesinato premeditado de las poblaciones civiles e indefensas de Hiroshima y Nagasaki (genocidio que nunca fue juzgado ni condenado). A partir de ahí las guerras fueron asomándose a las noticias, primero en forma de fotografía y texto periodístico y poco a poco con imágenes en movimiento que nos llegaban a casa, primero, desbrozadas de toda sangre y dolor, y después con toda la crudeza de la muerte en directo. Vietnam se convirtió en paradigma de la libertad de expresión cuando los enviados especiales contaban, fotografiaban y filmaban el horror apocalíptico de la estupidez humana. La guerra que organizó el presidente Bush el Viejo ya fue planificada como un juego de ordenador, en hora escogida y con efectos especiales de misiles nocturnos. La continuación, es decir, la guerra de Bush el Joven y siguientes, ya son informaciones sin periodistas, cualquiera manda el mensaje virtual desde su teléfono. La guerra que continúa desgajada en sucursales a lo largo y ancho del mundo no es más que una presencia virtual en los ordenadores. Las torres caídas el 11-S fueron un “scoop” en “primer time” no programado, pero que ha quedado como ejemplo de lo que se puede hacer con la cámara y los muertos. Los americanos ya han dado otro paso y bombardean a los que ellos llaman terroristas con aviones sin tripulación, guiados con un ordenador. Siempre matan a indefensas familias que estaban en su casa. Vemos en directo a los niños muertos entre escombros y a los embajadores muertos en la calle. Pero ya estamos acostumbrados, son imágenes virtuales que sólo existen en las pantallas. La vida virtual acabará por paparnos. La propuesta de Dolores Cospedal de formar un parlamento con gentes ociosas y con posibles no debe caer en saco roto. Incluso diría que hay que ir más allá. Un parlamento virtual en el que cada partido tenga los votos de sus representantes virtuales. Por ejemplo, en el próximo parlamento gallego el PP, el PSOE, el BNG y lo que sea, tengan tantos votos como parlamentarios, pero sólo se reúnan a discutir uno por partido. Se ahorraría muchísimo. Podrían juntarse a comer en Cacheiras o a tomar el café en el Derby y a la hora de votar, cada uno hace valer sus votos virtuales. Igual que hasta ahora, pero sin la presencia real de los diputados. Así, el edificio del Parlamento podría dedicarse a otra función; albergue de peregrinos, por ejemplo.

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