sábado, 15 de septiembre de 2012

Cosas que no entiendo


Diario de Pontevedra. 14/09/2012 - J.A. Xesteira
Los grandes misterios se resuelven a golpe de dogma o de fe, pero los pequeños misterios quedan sin que nadie se moleste en explicarlos, y, a veces, cuanto más tratan de explicar, menos lo entendemos. Son esas pequeñas cosas que no se entienden y que nos hacen la vida más difícil y a nosotros nos convierten en tontos útiles o en pasmados contribuyentes. El grado de estupidez, desfachatez y cinismo a que han llegado las clases dirigentes de este país nos supera a las personas corrientes en varios máster. A título de anécdota explicativa. ¿Por qué en muchas gasolineras el cliente tiene que echar la gasolina en su coche y, por ello, no le rebajan ni un céntimo? Se trata de manipular sustancias peligrosas, altamente inflamables, y se supone que los trabajadores del sector saben lo que se traen entre manos; pero el cliente, no. Saco este ejemplo, como muchos, porque estos días atrás anduvo el tema en danza, que si las gasolineras ganan o pierden, que si los impuestos son tantos o cuantos. Pero el precio es más o menos el mismo para todas las estaciones, ya tengan personal para servir y vender o no lo tengan (en el segundo caso se ahorran puestos de trabajo que se suplen con el voluntariado de los clientes) ¿Se podría obligar legalmente a que sean solo los empleados los que sirvan el producto? Se podrían crear muchos puestos de trabajo. Seguramente hay una explicación legal (y otra económica) para este caso, pero por más que me lo expliquen, no lo entenderé. Como la maravillosa historia de los parques temáticos, que parece que van a solucionar (otra vez) los males de una población a la vez que van a crear puestos de trabajo sin fin. Parece que hablan de algo nuevo y deslumbrante. Los parques temáticos son tan viejos como el hombre. La iglesia católica los inventó (con notable éxito, eso si) hace siglos, primero Roma, después Compostela y otros de menor cuantía como Fátima o Lourdes, todos con buenos resultados económicos (para los espirituales hay que esperar a pasar al otro mundo). Walt Disney aplicó la misma fórmula pero con muñecos en lugar de santos, destinada a la familia feliz, que va a disfrutar de la fantasía que primero pasó por el cine. El resto son un completo fracaso, mucho más grande del que figura en los balances contables y en los datos para la prensa. Terra Mítica, Port Aventura y demás grandes espacios inaugurados por políticos en tiempos de bonanza, que auguraron un futuro esplendoroso no son más que los desastres que se suponían desde el principio, por mucho que los políticos les doraran la píldora a empresas a un paso de la delincuencia y les dieran todas las facilidades para que los más listos tomaran el dinero y echaran a correr. Todas se mueven entre los despidos masivos y los números rojos. Y ahora aparece la representación del lado oscuro de los parques temáticos, Las Vegas. A poco que se haya ido al cine se sabe que Las Vegas es una ciudad artificial instalada en medio de un desierto, creada por las familias de la Mafia norteamericana para concentrar en un sólo lugar sus grandes negocios, el juego, la prostitución y las drogas. Eso es lo que han estado peleando estos días atrás Esperanza Aguirre y la Generalitat con los resultados de todos sabidos. Para hacer ese emporio de riqueza y puestos de trabajo el anciano mafioso americano exige cosas contrarias a la ley vigente y a la dignidad (a veces vigente), como inmunidad fiscal y laboral, además de otras condiciones que van en letra pequeña. La esposa del anciano mafioso pedía en Barcelona, además, que movieran de sitio el aeropuerto y tiraran el campo de fútbol del Espanyol (menos mal que no se le ocurrió nada con la Sagrada Familia) Y con estos antecedentes, van y me explican que eso es una cosa buena, sana, importante y necesaria para la economía española. Pero no lo creo ni lo entiendo. Dentro de unos años Eurovegas será objeto de reportaje de otro negocio fraudulento, pero los responsables seguirán impunes como en el resto de los desastres político-administrativos. Como no entiendo el mundo de los recortes en sanidad, sueldos, educación y demás áreas de la sociedad indispensables para la existencia de esa sociedad, y, por el contrario, aumentan el presupuesto de los ejércitos en un 16,8 por ciento, disfrazado de pagos por compra de material de combate. Gasto inútil y poco rentable. El ejército español, por mucho patriotismo que le echemos al asunto, es un sector que sirve para absorber mano de obra, cualificada, para la que hay que inventarle cometidos, como enviarla a Afganistán, en una misión inútil o a sitios donde nadie los llamó. Mover ese ejército testimonial es tan absurdo como la consigna que nos daban en la mili para hacer guardia: hay que estar vigilantes por si viene el Enemigo. Así, en abstracto, como si de repente fueran a invadir Ferrol el Ejército Rojo o las harkas de Abdelkrín. Al único que se le entiende todo es al presidente del Gobierno, a condición de utilizar un sistema folklórico gallego de entendimiento. Después de su comparecencia en televisión, se ve que es un hombre que vive en el mundo condicional. Todo su discurso gravita sobre el “en este momento no tengo intención de..., pero si las circunstancias cambian...” Todo va a ir bien, a condición de que se den unos supuestos que desconocemos y que pueden ir mal, porque en ese caso todo irá al revés. Es la condición del que llegó al poder del país engañado, pensaba que era otra cosa, y si las cosas se portan como se espera, las cosas saldrán bien, si no, no. Por eso es claro en sus intenciones, él no tiene pensado hacer determinadas cosas, pero el mundo está en su contra, y los pensionistas ya nos preparamos para una rebaja que no va a ser intencionada, pero siempre que las condiciones sean las buenas. Rajoy aplica el más tópico folklore: “Alá arriba non sei donde, había non sei que banco, pedíaslle non sei qué e dábache non sei canto”. ¿Entienden?

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