jueves, 29 de diciembre de 2011

Año usado, año de estreno

Diario de Pontevedra. 28/12/2011 - J.A. Xesteira
Llegados hasta aquí, lo normal es hacer balance de lo pasado y previsiones de futuro. Es lo típico de los medios de comunicación para poder cerrar el balance informativo. Hace años se ponía además la guinda de un chiste a cargo del dibujante de la casa con un viejo año con barba larga y un bebé recién nacido. No sé si todavía existen esas costumbres tradicionales o se pasa de todo, como la vida misma. El resumen del año, en realidad era como un recordatorio de lo que habíamos vivido, directa o indirectamente; en las distintas secciones se hacía el suma y sigue de la vida internacional, deportiva, nacional, cultural..., hasta completar el periódico entero. En el fondo era un recurso para rellenar las páginas de unos días en los que se reducía el ritmo de trabajo y se facilitaban vacaciones de las redacciones. Resumir el año pasado no es tarea complicada, y si nos preguntan así, en general y por el aire, todos coincidimos en que fue un año malo (en general siempre pensamos que los años pasados son malos y deseamos que el nuevo sea favorable) y en esta ocasión todos esperamos que 2012 sea un año que nos deje un poco más tranquilos. El pasado, ya pasado, nos dejó paro, sequías, inundaciones, y cambios políticos. Ni siquiera hizo viento, y el que sopló, fue malo; lo acaban de decir los empresarios de energía eólica: en 2011 sopló el viento un 10 por ciento menos que en el anterior. Ya ve, uno no se acuesta sin aprender algo; no sólo cuentan los intereses de las primas de riesgo, el número de parados, la deuda soberana, el número de morosos, las hipotecas y el incremento de los presupuestos de las obras faraónicas absurdas que se construyen en España; también se contabiliza el aire, y este año, según los contadores del molino, soplaron malos vientos. Cosa que ya sabíamos aunque no tuviéramos los números. Pero no para todos, porque los que ganaron las elecciones, supongo, estarán festejando este su año de gloria. Lo que venga detrás será otra cosa, pero, por el momento todavía están subidos a la fuente, cantando lo de “¡campeones, campeones!”. Sin embargo, a juzgar por las fotos, me parece contabilizar un aire diferente en el presidente Rajoy, otro semblante, otra mirada. En las fotos de presentación de ministros, de las escaleras del palacio de invierno de la Moncloa o en las entradas y salidas de las cortes, su cara ya no es la misma que hace unos días. Quizás comenzara a cambiar en el momento en que se subió a la sede del partido para saludar a las masas y besar a su esposa. No sé, pero lo veo con cara de “¡en la que me he metido!”. A lo mejor son sólo impresiones producidas por fotografías de prensa. Pero mi sensación es que éste es otro hombre, el que hizo un largo recorrido para llegar al borde del acantilado, de ahí en adelante ya no se puede avanzar más, a no ser que seas Supermán. Rajoy es un político de larga distancia, de paso medido y dosificación del esfuerzo; a veces me recuerda al abuelo del Pequeño Gran Hombre (¡bella película!”) cuando, ciego y en medio de la masacre, se le ocurre que las balas no le pueden hacer nada, y comienza a caminar en medio de la matanza del general Custer sin que, efectivamente, las balas le toquen, sigue y sigue, mientras a su alrededor caen los sioux. El presidente cruzó todo el campamento de la derecha mientras silbaban las balas y avanzó; atrás quedaban tumbados conocidos guerreros. Pero una vez que escampó se encontró al final del camino y se cambió la cara. Puede que todo sea una impresión mía, equivocada como tantas veces, pero creo que es la única incógnita que me llevo de 2011 a 2012. Porque junto a los resúmenes del año, siempre había las previsiones del venidero. De niño las leía en el almanaque del TBO, donde se hacían unas profecías para el año siempre graciosas y de buen rollo, todo era bueno. Pero en el mundo adulto las previsiones eran de otro calado. Los expertos auguraban el porvenir de acuerdo con lo que leían en las entrañas de los pájaros económicos. Eso no ha cambiado, siguen haciendo lo mismo: el hígado del Banco Central Europeo predice que el año que viene habrá recesión; la hiel del cuervo del Fondo Monetario Internacional prevé un descenso en el endeudamiento de la zona euro; las tripas de las ocas de la agencias de calificación anuncian notas desastrosas de los países mediterráneos. Y así. Pero eso ya lo sabemos sin necesidad de destripar bichos. Ya sabemos también que lo mismo que dicen una cosa nos dicen lo contrario, basta recordar que no se enteraron de la crisis y aseguraban que Islandia era un paraíso. Lo importante es lo otro. Las adivinaciones buenas eran las de esos otros expertos que hablaban como la Sibila de Cumas y decían cosas como que en la Familia Real iba a haber novedades, sin especificar, o que en el verano se iba a producir una gran noticia o una catástrofe; sin concretar. Aquellas adivinaciones de grandes expertos como Aramís Fuster o Rapel tenían el mismo fundamento que las de los economistas mundiales, pero, por lo menos, se presentaban vestidos de magos y una vez pasado el año siempre acertaban, porque sus adivinaciones eran de carácter etéreo, inconcreto y moldeable. Ahora ya no hay adivinaciones, el mundo se hace previsible; gana el Madrid o el Barcelona; el año que viene trataremos de sobrevivir como podamos y, a lo mejor salimos a protestar a la calle. El resumen del año pasado se concreta en dos cosas: que por fin pasó 2011 y que el Rey habló en fin de año y ya no tiene a su yerno en el equipo. De lo que viene no hay mucha esperanza a la que agarrarse, vienen tiempos difíciles (como si los que pasaron fueran fáciles) y sólo me quedan dos incógnitas que se resolverán a lo largo del año: ver si aumenta la energía eólica (si soplan buenos vientos) y si el presidente vuelve a lucir semblante optimista. Si veo los molinos quietos o canas en el cabello presidencial, malo.

1 comentario:

  1. Muy interesantes tus reflexiones. Me ha encantado lo de... No sé, pero lo veo con cara de “¡en la que me he metido!” Creo que más de uno tenemos esa impresión.

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