jueves, 15 de diciembre de 2011

El entorno y el socaire

Diario de Pontevedra. 15/12/2011 - J.A.Xesteira
Tuve que tomarme una aspirina efervescente (o un paracetamol, que está más de moda) después de leer ese merecumbé político económico de Europa, con Gran Bretaña fuera del euro y de las bondades del continente y ese nuevo estado de las cosas en la Unión Europea. No me enteré, y debe ser un defecto mío, que al pasar de los tres primeros párrafos de una información económica se produce un bloqueo mental que anula cualquier intento periodístico de explicación de lo que pasó entre Merkel, Sarkozy y Cameron, con Zapatero en plan de “¡Adiós con el corazón!”. Revisé varios periódicos, vi las televisiones (la radio, no) y seguí más liado que al principio. Ahora mismo sigo sin entender nada, y eso que ya leí las editoriales y los artículos de los grandes expertos. Y no sé si Gran Bretaña ya no es del equipo o es que no lo quieren poner. En realidad, mucha gente creía que Gran Bretaña no era de Europa, porque no tiene euros, conduce al revés, mide en cosas raras y va a su bola totalmente. Pero, por lo visto si que era de Europa, aunque de aquella manera. Tampoco ayudó mucho a mi estado mental la contemplación de las crisis económicas y el desmoronamiento de los imperios. Especialmente el Imperio Valenciano, en otro tiempo cuna de grandes fastos y construcciones para pasmo del futuro y hoy, en subasta, con los próceres en el banquillo de los corrompibles y las grandes edificaciones vacías y en subasta. Mientras el que fue presidente de los valencianos defiende su presunta honradez desde el banquillo, Valencia tiene que vender a precio de saldo aquellos grandes proyectos que construyó con la alegría del que gasta de lo que no es suyo; mantiene, eso sí, los acontecimientos que se pueden inaugurar cada año con un corte de cinta: un circuito de coches. El que sonrió hace tiempo mientras anunciaba ciudades para la investigación (hoy sus investigadores están en el paro) o pagó a Calatrava millones por una maqueta de plástico, tiene que dar cuenta del cohecho impropio de unos trajes, mientras que la opinión pública sabe que detrás de esos trajes debe haber más, aunque no se diga. Camps y los suyos mantienen su honorabilidad, y están en su derecho; la obligación de los fiscales es demostrar que no son honrados. El olfato ciudadano sabe que al amparo y socaire de los puestos de gran responsabilidad y gestión pública se cuelan delitos maquillados con arte y astucia. Sabe también que otras veces es el entorno del gran dirigente el que se beneficia del lugar que ocupa, y al socaire de los grandes nombres, el dinero público se va en regalos a los amigos que vienen a cobrar lo que muchas veces les prometieron. Cuando era un chaval escuché muchas veces la frase aquella de que “Franco es honrado, pero su camarilla...”. Con lo cual se glorificaba la honestidad del caudillo y se descargaban los males sobre los que componían su entorno. Los años demostraron que las cosas no eran tan cartesianas, que la honradez del dictador consistía en que él no robaba personalmente (¿para qué, todo era suyo?) mientras su familia y ese entorno indefinido que se difumina según se aleje del centro, era el que montaba negocios y se apropiaba de bienes que muchas veces se disfrazaban de “donación popular” por la fuerza (véase Pazo de Meirás). El entorno es el beneficiario de una situación que conquista el gran hombre, llámese dictador, presidente, arzobispo o “capo dei capi” siciliano; generalmente no tuvo más intervención en el logro del poder que estar allí, bien por familiaridad, amistad o por el vaivén de las cosas en movimiento. Es donde se cuece el caldo espeso y muchas veces el gran hombre (los grandes siempre son grandes hombres, a las mujeres, de momento, les dejan una cuota) no se entera, o hace que no se entera, de lo que se cuece en sus alrededores. Sólo un pequeño porcentaje de lo que se corrompe en sobornos, cohechos y prebendas sale a la luz, los pequeños trapicheos ni siquiera merecen investigación. En el entorno se pueden decir cosas como las que hicieron famoso esta pasada semana a Cayetano de Alba, en un programa de televisión. El jinete (esa debe ser su profesión, no se le conocen otros méritos) consiguió cabrear a los andaluces diciendo que la juventud andaluza es vaga y maleante, que se benefician del subsidio agrario y que no se mueven para el trabajo ni a empujones. Cayetano demostró además ser un tipo bastante inculto, al que hubiera gustado vivir en la Edad Media (se supone que en el palacio, porque los plebeyos hubieran preferido vivir mejor). En las redes sociales lo pusieron a parir, lógicamente, pero, en realidad, ¿qué esperaban? Es un descendiente de un tipo cuyos grandes méritos consistieron en ser el “killer” a sueldo de Carlos I y Felipe II, el general al que mandaban a “pacificar” Europa y que, por encima, salió triunfante. Si hubiera perdido frente a los holandeses o a los franceses, hubiera acabado en una horca y la duquesa de Alba no hubiera bailado sevillanas. Pero fue al revés, y el entorno actual de la Casa de Alba posee miles de hectáreas que eran las antiguas tierras feudales que el rey regaló a su general. Por esas tierras, convertidas en sociedades agrarias, la Comunidad Europea paga varios millones en concepto de ayudas al campo, con lo cual se mantiene el status quo de que se siga pagando al Duque de Alba con dinero de los protestantes. Una burla del destino. Así, Cayetano puede seguir trabajando de caballista y mantener a sus siervos. Los entornos son complicados, incluso los de la realeza. Vean sino a Urdangarín, el yerno guapo que está haciendo bueno a Marichalar. Al amparo y socaire del Rey las infantas y sus maridos encontraron trabajo de no trabajar y, por encima, montan empresas que apestan a cohecho. Puede que creyeran que los contratos se los daban por jugar bien al balonmano en lugar de por ser yerno del rey. Cosas más raras se vieron. Pero las cosas, al final se saben. Ya lo dijo el rey en su despedida al Gobierno socialista: “Vienen tiempos difíciles”

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