jueves, 17 de marzo de 2011

Los bancos no son de fiar

Diario de Pontevedra. 16/03/2011 - J.A. Xesteira
Bertolt Brecht (es sabido) consideraba más delito fundar un banco que atracarlo, su frase puede leerse (como casi todo) en internet. Los bancos son un mal casi obligado, donde guardamos nuestros ahorros, muchos o pocos, y, a cambio, en teoría (es decir, en la letra grande, la práctica siempre se escribe en letra pequeña, que nunca leemos) nos dan unos beneficios imaginarios, que desaparecen al convertirse en tasas por mantenimiento, por transferencias, por cobro de recibos, o porque es miércoles. Los bancos (es sabido) son los únicos entes organizativos que siempre tienen beneficios, año tras año, mientras el mundo puede desplomarse a su alrededor. Incluso en el hipotético caso de que un banco se hunda, quiebre o lo absorba otro banco situado por encima en la escala de depredadores, el banco no se inmuta, porque los que pierden son esos miles de pequeños y medianos ahorradores que guardaban sus dineros dentro de un mostrador, al que tienen acceso a través de un empleado o empleada, generalmente muy amables (es lo único amable de los bancos, las personas que están detrás del mostrador y que generalmente esperan una prejubilación favorable a la vuelta de cualquier absorción bancaria o fusión de cajas). Los grandes financieros y empresarios que guardan sus fortunas en bancos, con trato preferente, suelen escapar de esa quema con antelación, no los pillan dentro nunca, porque, además, suelen trabajar con otros bancos distintos al que usted o yo podamos usar, situados en las quimbambas fiscales donde no llega ni la ley ni la justicia. En realidad cuando hablamos de dinero nos referimos sólo a una entelequia, porque sólo se trata de números en un papel, que se suma o se resta cada fin de mes y que se filtra hacia el mundo real en pequeñas cantidades que obtenemos a través de los cajeros automáticos. En las películas, los bancos son siempre el objetivo de un atraco, a tiro limpio en el Oeste Lejano o en la América de la Depresión, por métodos sofisticados, con especialistas que se pasan toda la película organizando el atraco, o, más recientemente, gracias a la informática y a un cerebro que sabe piratear cuentas corrientes de la misma manera que los espectadores pirateamos esas películas en nuestros e-mules. La historia de la Economía mundial, que tiene ya recientes grandes hitos, como el crack del 29 o la crisis del petróleo del 72, suma ahora la Crisis, ese concepto universal que recoge todo el proceso delictivo en el que parece que no hay delincuentes para un delito de lesa humanidad, y en cuyo origen están todos los bancos del mundo, sin excepción, aunque después todos se hayan convertido en víctimas a las que hay que indemnizar y, por encima, todos contabilizan sus balances anuales con ganancias. Es como si nos robaran en casa y por encima tuviéramos que indemnizar a los cacos. El poder de esas organizaciones es enorme, no hace falta convencer a nadie de ello, se sabe, se palpa, se huele. Sabemos que el Capital mueve la política, aunque no sepamos precisar en que medida, y que ese capital se almacena en los bancos (y sus empresas paralelas). Son las entidades peor valoradas en el inconsciente colectivo, porque sabemos que no son amigos nuestros, aunque no nos queda más remedio que pagar el recibo de la luz a través de nuestra cuenta. Incluso el (teóricamente) vigilante de la legalidad del proceso bancario, el Banco de España, no deja de ser eso, un banco más, igual que el Banco Europeo o el Fondo Monetario Internacional. Son fuerzas del mal en nuestra propia película vital. Hasta ahora aceptábamos resignados ese proceso bancario: yo ingreso mi nómina y de vez en cuando pago en el súper con mi tarjeta y saco unos billetes del cajero para tomarme unas cañas. Así es la vida y el sistema. Pero acaban de saltar algunas alarmas que nos dicen que el proceso puede cambiar, igual que los gobiernos árabes. Sabemos que los bancos no están para fiar (fiar, según la RAE: que una persona pagará lo que debe, obligándose, en caso de que no lo haga, a satisfacer por ello) Las hipotecas que tanto obligaron a miles de personas a vender su alma a la banca, ya no están al alcance de cualquiera. Ya no se fía. Pero, de rebote, tampoco nos fiamos de la banca y comenzamos a dar señales de que no queremos que negocien con nuestro dinero. Para muestra, dos botones bien diferentes. En Zaragoza, unas monjitas (nunca entendí porque a las monjas les ponen diminutivo y no decimos, por ejemplo, los curitas o los obispitos; debe ser la misma norma que habla de braguitas femeninas y no de calzoncillitos masculinos). Bien, decía que esas monjitas zaragozanas, de clausura, para más detalle, sufrieron el robo dentro de su convento (un rififí a la antigua usanza) de nada menos de un millón y pico de euros, que tenían dentro de un armario, se supone que para gastos corrientes, y no tener que salir de la clausura para ir al cajero automático de la esquina. Las hermanas aseguran que no se trata de dinero negro, y hay que creerlas, pero está claro que no se fían de los bancos, que prefieren tenerlo en su armario. Otro que no se fía es el coronel (o dictador, según los días) Gadafi, que está a punto de ganar la guerra a los revoltosos de su país, y dejar así con el culo al aire a todo Occidente, que ya lo enterró hace días. Gadafi, que como buen dictador guarda sus dineros en paraísos fiscales, en Suiza, Luxemburgo, Mónaco, incluso en bancos italianos de su propiedad, sabe que esos mismos países, que viven del dinero de sangre de los países pobres, se convertirán en defensores de la legalidad, la justicia y los derechos humanos cuando los dictadores son derribados, haciendo siempre gala del habitual cinismo bancario. Por lo tanto, Gadafi, como las monjas aragonesas, tiene metidos miles de millones de euros en contante y sonante, en sus bancos de Trípoli y en cajas fuertes en su casa. No se fía de los bancos, aunque sean los más grandes del mundo, sabe que siempre darán la espalda y se quedará con sus cuartos a las primeras de cambio. Al final siguen el ejemplo de Oubiña, con los dineros en el colchón y en la viga.

3 comentarios:

  1. Buena polisemia de "fiar":
    1. tr. Dicho de una persona: Asegurar que cumplirá lo que otra promete, o pagará lo que debe, obligándose, en caso de que no lo haga, a satisfacer por ella.

    5. intr. Confiar en alguien.

    En tus artículos me da pena que des pinceladas tan brillantes,..me gustaría que tu lienzo fuera más grande, pudieras expandirte a brochazos,...

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