sábado, 11 de diciembre de 2010

Vertsión original subtitulada

Diario de Pontevedra. 08/12/2010 - J.A. Xesteira
De un tiempo acá les ha dado a todos por resucitar el viejo tema de que los españoles hablamos pocos idiomas extranjeros, y, por encima, mal. Esto se resume en un sólo idioma: los españoles hablamos poco inglés y mal. El resto de los idiomas extranjeros no cuenta. Es una vieja lucha idiomática que hace muchos años se dirimía en el Bachillerato, entre los de Inglés y los de Francés. En los años 50 y 60, vaya usted a saber por qué, eran mayoría los que optaban por el francés como lengua extranjera. Pero el cambio de los tiempos llevó a la conclusión de que con el francés no se va a ninguna parte y con el inglés si. No es una cuestión de tipo estadístico, de relaciones internacionales, en este momento hay más seres humanos que hablan chino o español que seres que hablen inglés (como lengua propia, me refiero) Pero el inglés tiene un poder añadido: es la lengua del dinero, la lengua del comercio, la lengua en la que se entienden los poderosos, la lengua en la que se venden armas, cocaína, aviones, ordenadores o chupachups. Y en ese terreno, si no dominamos la lengua del imperio que ataca y contraataca, estamos perdidos. No se estudia el inglés para poder leer a Shakespeare en su lengua, pero tampoco se estudian otras lenguas por el placer de leer los poemas de Pavese en italiano, las novelas de Saramago en portugués, escuchar las canciones de Brassens o Brel en francés o ver el teatro “kabaret” de Bretch y Kurt Weill en alemán. El motivo es puramente comercial y financiero, porque las personas nos relacionamos en cualquier lugar del mundo con ese metalenguaje turístico en el que mezclamos lenguas, gestos y sonrisas, si hay ganas de entenderse, nos entenderemos. El ministro de Educación español, Gabilondo, un tipo circunspecto y serio, ya ha dado la voz de alarma: nuestros estudiantes tienen que aprender inglés en dosis suficientes para no quedar mal, y uno de los terrenos en los que hay que meter el inglés a tope es en la educación. Además, según Gabilondo, el doblaje de las películas al español perjudica nuestras entendederas y nuestros oídos se desacostumbran de las lenguas extranjeras. Esta opinión muy extendida, se alimenta con la creencia de que países como, por ejemplo, Portugal, dónde no se doblan las películas, sino que se subtitulan, hablan más inglés que, por ejemplo, los gallegos; y esa es una percepción que muchos de nosotros observamos en cualquier relación de más allá de Valença do Minho. No es cierto; los portugueses, según datos de Eurostat, conocen menos lenguas extranjeras que los españoles, pese a que en la televisión Chuck Norris habla en inglés con subtítulos portugueses. Por el contrario, Alemania tiene un alto índice de conocimiento de lenguas extranjeras, pese a que allí, Chuck Norris está doblado al teutón. Así que el problema es mucho más complejo y no hay una relación tan clara entre las causas y los efectos. En las comunidades autónomas en las que hay dos lenguas, el castellano y la otra en precario equilibrio, se utiliza el inglés como cuña. Lo había anunciado hace años el conspicuo alcalde de A Coruña, Paco Vazquez, hoy convertido al Vaticano. Y con una extraña bandera del bilingüismo como lema (en realidad no son bilingües, lo somos los que disfrutamos a pleno rendimiento de dos lenguas y que, generalmente las hablamos mucho mejor que cualquier defensor idiomático) El inglés se ha convertido en la panacea, en el remedio para que nuestros hijos y nietos sean algo en la vida. Sin inglés no hay salida y sólo el inglés nos salvará en este mundo competitivo. Pero todo eso son argumentos de difícil sustentación; ni el ministro Gabilondo ni los defensores del inglés como los bilingüistas al borde del ataque de lenguas creen. La influencia que en cualquier currículo tenía hace años el apartado “Idiomas: Inglés”, hoy no sirve para nada. Las contrataciones (y eso es el fin de aprender idiomas, no nos engañemos) se hacen de otras maneras, dada la abundancia de oferta de mano de obra. Total, los grandes hombres del poder, económico o político, pueden hablar como les de la gana, ejemplos, Botín y Aznar (ver Youtube) Otra cosa es el detalle del doblaje de las películas, un conflicto tan viejo como el cine. Los defensores de la versión original arrancan del hecho de que el doblaje fue un invento fascista, que trata de preservar la lengua propia. Los defensores del doblaje sostienen que es una costumbre cultural muy arraigada y que es, al tiempo, una actividad laboral de la que viven muchas personas. Hay que añadir a esto que el doblaje actual en España (y las distintas comunidades en sus respectivas lenguas) es de alto nivel, que las traducciones respetan el origen y que las voces mejoran incluso las originales (Bogart tiene una voz parecida a la del Pato Donald) Los países que no doblan lo hacen por causas diversas; el más importante, EEUU no dobla películas extranjeras. El espectador americano no va al cine si tiene que ver la acción y leer al mismo tiempo, es un esfuerzo que no está dispuesto a hacer; por lo tanto, si hay una película que tuvo mucho éxito en todo el mundo, la compran y la hacen de nuevo, en inglés y con actores americanos. Y listo. Por otra parte, tampoco les importa mucho lo que pase fuera de su cine, les basta con lo que producen cada año. El problema puede venir por las televisiones. Acaban de estrenar una serie de la BBC sobre Sherlock Holmes, magnífica, cuyo primer capítulo me lo acaban de pasar (pirateado), en la que se incluye una novedad estilística: se leen en pantalla los mensajes de móvil, las deducciones que hace el detective y que en otras películas las repite en voz alta, y todo en inglés y a una velocidad que un americano no es capaz de leerlas. ¿Un nuevo sistema de aprendizaje? Veremos. El caso es que conocer y hablar inglés es importante, pero no tanto como los apocalípticos quieren hacernos ver. A no ser que se utilice para hablar con los embajadores americanos de políticas chapuceras inconfesables. A mi, que me dejen el doblaje y que me subtitulen “My fair Lady” o “Sonrisas y Lágrimas”

1 comentario:

  1. Solo hay que ver cómo hablaba el inglés Francisco Franco, y lo lejos que llegó, además de ser bajito y tener mal aliento.

    http://www.youtube.com/watch?v=PTagfsisvGM

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