viernes, 16 de marzo de 2018

Panes políticos

J.A.Xesteira
Van pasando las borrascas, ahora con nombres igualitarios masculinos y femenino (llevamos siete) y mientras no llega la esperada primavera van pasando las borrascas sociales. No son comparables, porque los destrozos de las ciclogénesis explosivas, vulgo tormentas, se reparan a continuación, pero las sociales se producen, precisamente, al contrario, porque nadie repara los derrumbes y los cortes de energía social. La pasada semana era de mujeres, esta semana es de pensionistas, sectores los dos que no se prestan al postureo, a la foto o a la ceremonia a que son tan propensas las clases políticas. Porque, reconozcámoslo, los políticos actuales se recrecen en el gesto más que en el gasto; son fauna más dada al minuto de silencio o la rueda de prensa, escenarios creados para el periodismo modesticado y comodón. El poder gobernador figura más en el palabrerío vacío, en la pose explicativa (con escaso éxito oratorio) delante de un atril con micro, enmarcado en la pantalla de televisión desde la que nos promete cosas que sabemos que no se van a cumplir. Las mujeres de la pasada semana lo sabían y por eso salieron en todo el mundo a decirlo: dejad de tomarnos el pelo. El Gobierno español, que no leyó bien el prospecto de instrucciones, le echó la culpa a los de enfrente, como si la cosa fuera de cuatro locas y dos izquierdosos de mierda. Cuando vio que la cosa era más bien de cuatro millones de locas y dos millones de izquierdosos de mierda, se apuntó al talante reivindicativo; a su manera, claro, con presencia oficialista ante un edificio (ayuntamiento, parlamento, o palacio de cualquier cosa) y una especie de juegos florales para gente fina.
Los políticos de ahora son como el pan de ahora. Antiguamente el pan era pan, y uno iba a la panadería y pedía pan; variaba el tamaño, un chusco, una barra, una bolla y listo; ahora –lo sabemos– el pan tiene denominación y carácter: de masa lenta, de masa madre, artesano, de chapata, de Porriño o Cea (que no hay que ir a Porriño ni a Cea a comprarlo, es un genérico), baguette de Francia, con cereales, con pasas, con todo lo que se le ocurra. Y los políticos igual, los hay de masa lenta y de masa madre (sin señalar y sin ánimo de ofender); los hay planos como chapatas; sin gluten (solo para partidos celíacos); sin sal, sosos, tristes, más bien de régimen antiguo para mantener la tensión descompensada; los hay de bolla enxebre, tirando al nacionalismo; y los hay resesos, que sólo sirven para echarle a los patos de los ríos. El aumento de la oferta político-panificadora presenta un contratiempo, porque los clientes perdemos el gusto, y una semana nos gusta de una manera y otra, de otra; son prácticamente intercambiables (aquí se abre un apartado para que me contesten que no, que no vamos a comparar; me refiero al pan, los políticos están muy sobrevalorados). Y además, la gran función del político, como la del pan está en su utilidad; un pan es para mojar en la salsa, para meter lonchas en medio del botaca, para juntar con chocolate, para untar tomate o aceite (según seas catalán o andaluz), para hacer sopas de ajo… A secas es muy limitado. Los políticos, también, los puedes untar para ver que-hay-de-lo-mío, puedes meterle en medio de la caja b unas lonchas marca Bancoespaña de relleno, que nunca aparecerá en los radares de Hacienda; lo que no harán nunca es mojarse en ninguna salsa.
Y esta semana asistimos a preocupantes señales mediáticas, en las que funciona todo impulsado por grandes temas, desde la Corona injuriada (cedo el título para una peli de guerreros cimerios) hasta el circo siniestro y obsceno montado en torno a un niño asesinado. Los políticos no se acaban de concentrar. Mientras Rivera le corta la hierba a M.Rajoy debajo de los pies y los grandes de las grandes empresas (“ya sabe usted que a la vuelta de la esquina tiene un puesto en mi consejo de administración, como otros ilustres antecesores”) le hacen la corte al jefe de los C’s, el resto anda desconcentrado. El PSOE de Sánchez parece un puzzle en el que no casan las piezas y tiene que pelearse con los viejos fantasmas del pasado (Guerra y González) que cada vez que abren la boca le hunden las encuestas. La cosa está así, con la izquierda intentando izquierdarse, los socialistas acordándose de la madre de los políticos pasados, M.Rajoy creando frases para la posteridad como una sibila griega que hay que descifrar, mientras los suyos se remueven incómodos, y Rivera, disfrutando del momento dulce de verse como el gran nominado a actor revelación emergente, alabado ahora por los periódicos que un día fueron referencia y ahora son sólo un mal reflejo del pasado.
Esta semana tocaba pensiones, con los abuelos en pie de guerra. Y saben que esos no están de coña, porque vienen de otros tiempos, en los que los políticos de ahora todavía se hacían pis en los patucos; una generación, la de los pensionistas, que no se esperaba que su futuro fuera “esto”, gente que venía de una dictadura y todavía pensaba que el Capitalismo democrático jugaba limpio. Aquí estamos, con los jubilados sin júbilo paseandose a cuerpo por la calle, que ya es hora, y los políticos panificados diciendo cosas sin sentido común en los parlamentos. El presidente anuncia pequeñas cosas con su lenguaje críptico, un mensaje en la botella que solo tiene botella. Sus muñidores amenazan con peligros y miedos: vamos a ser como Grecia, no se puede hacer nada con las pensiones porque los malos no firman los presupuestos… No dicen nada de ir rescatando autopistas en las que se hicieron pingües negocios y que ahora pagaremos entre todos.
Como la semana pasada todos los políticos eran feministas, esta semana son todos pensionistas, otra semana serán todos víctimas, y otras serán todos parados y otra, todos demócratas… Es una manera de hablar, en realidad sólo son viajeros de paso por la política, camino de un consejo de empresa, premio a los servicios prestados.

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