viernes, 1 de diciembre de 2017

Little things-Pequeñas cosas

J.A.Xesteira
Pasaron las anunciadas fechas de compra masiva, el Viernes Negro y el Cyberlunes, todo con nombre inglés, que parece como menos pailán, y ya comienzan a levantarse alarmas sobre la colonización exagerada del idioma de las Américas –en tiempos llamado la lengua de Shakespeare–, como lengua indispensable, defendida y patrocinada hasta el papanatismo extremo por políticos que, precisamente, hablan un deplorable gallego, un castellano ramplón y, por supuesto, nada de inglés más allá del nivel Botella-Aznar, famosos por su acento tex-mex-café-con-leche. Miles de clientes revolotearon como moscas verdes sobre los detritus comerciales, compraron en directo o por internet miles de inutilidades que acumularemos en casa sin necesidad. Montones de ropa y artilugios electrónicos pasaron del vendedor al cliente; el 90 por ciento serán cosas innecesarias y eso lo pagaremos por partida doble, primero con nuestra tarjeta, y en el futuro por acumulación de basura sin posibilidad de reciclaje. No sé, porque no estoy muy puesto en la materia, si de aquí a las rebajas de enero, que suelen empezar ya en Navidades, tendremos otras fechas americanas para gastar lo ingastable (quedan cinco días más de la semana para ponerles tema de rebajas en inglés) y mientras llegan los Christmas, podemos entretenernos en las ofertas de las grandes compañías de venta on line (en línea, obviamente) que venden desde fuera de la frontera y no contribuyen a Hacienda, con lo cual el negocio es redondo. Posiblemente, para el año que viene también incorporemos al calendario festero el Thanksgiving, el Día de Acción de Gracias, que tantas veces hemos visto en el cine. Una fiesta más no importa, y seguro que alguien encontrará que ya se celebraba esa fiesta en la Marca España allá en tiempos de los romanos.
Esas son las pequeñas cosas que nos atañen directamente, más allá del barullo caótico de la política enmascarada; ese follón con las elecciones y las acusaciones on-line, que resuenan en los periódicos con la misma claridad que el altavoz del chatarrero en la calle. Como el gran tema catalán (no me canso de volver a él como al lugar del crimen) que resuena en las esquinas como un efecto Doppler (para que no busquen en internet, es lo que pasa cuando alguien nos grita desde un coche en marcha, ese ¡uuuuuAAAAAuuuuu! característico). Dentro de unos años todo este barullo catalán no será más que una serie de fascículos coleccionables donde se cuente la verdadera historia de una independencia intentada e interrumpida. (Para aquel entonces ya se podrá titular algo así como Independece Day in Catalonia)
Son las pequeñas cosas (las little things) importantes, porque sostienen a las grandes cosas. Por ejemplo, la insoportable levedad de las toallitas húmedas que colapsan ciudades. Sé de lo que estoy hablando porque en una ocasión me tocó desatascar una arqueta de desagüe de fecales (a mano) taponada con una pelota de toallitas, y lo afirmo, ¡son indestructibles! Es un problema más grande que la simple anécdota con que los Medios dieron la noticia de la contaminación toallera, metida en una esquina; es un problema de fácil solución; bastaría con que las fabricaran de materia biodegradable, como el papel higiénico, pero eso tropieza con dos impedimentos. Uno, una decisión del Gobierno de prohibir las toallitas indestructibles (por ley, como la de llevar cinturón de seguridad o fumar en las tabernas), pero para eso haría falta un mínimo sentido común (a relaxing common sense, que diría aquella) y eso, ni está ni se le espera. El segundo impedimento es que las toallitas las fabrican empresas multinacionales farmacéuticas, y a esas no le va a decir un Gobierno lo que tienen que hacer con sus productos; si atascan los retretes, pues que los atasquen. Las farmacéuticas están a lo suyo y sus lobbies mandan en la política europea más de lo que nos creemos (¿de verdad alguien piensa que lo de llevar la Agencia de Medicamentos a Amsterdam fue por lo de Cataluña? ¿de verdad alguien cree que las decisiones económicas internacionales son transparentes, limpias e incorruptibles, que no se venden en plan subasta?) Las farmacéuticas volverán a aparecer en capítulos siguientes, probablemente en el apartado de Presupuestos Autonómicos (Autonomic Budgets, en la jerga)
Es una pequeña cuestión ecológica, pero eso, la ecología, el medio ambiente (una redundancia, el medio es el ambiente, en inglés environment, para estar al día e ir entrenando) es otro tema ausente de las grandes decisiones políticas de todos los Gobiernos que en la Marca España han gobernado. Creo que la explicación está en que todos los presidentes de este país y de las comunidades autónomas siempre fueron más bien “de letras”, con el añadido generalizante de funcionarios del Estado, y a ellos eso del “environment” les suena a chifladura de Greenpeace (Pazverde, para entendernos al revés), y la sequía nunca vista en los siglos no es más que un detalle, una little thing que pasará dentro de unos días, cuando vuelva la lluvia y los pantanos se llenen para disfrute de las compañías eléctricas que, en el país del viento y del sol, prefieren la energía del agua (cada vez más escasa)  y el petróleo (no tenemos, se lo compramos a países cada vez más complicados) El concepto ecológico-político es una hipótesis contradictoria, no existe. A lo más, se reduce a pequeñas cosas testimoniales, de salir en la foto, o prohibir, como acaban de hacer los franceses, que los personajes de las películas fumen en la pantalla, donde pueden matar, pero no fumar, que es malo. Mientras, el mar se llena de mierda (shit en el mar inglés), los montes arden y se convierten en ceniza, los ríos se secan, las ciudades son una trampa mortal insostenible y el medio ambiente, el environment, se convierte en un basurero porque, como decía aquella canción (“Garbage”) del viejo Pete Seeger (que en gloria esté y les cante sus protestas), tenemos la mente llena de basura. Para los grandes dirigentes del mundo y de la Marca España y sus Regiones (volveremos a esa denominación, al tiempo) no son más que pequeñas cosas. Ellos están a lo importante, aunque no sabemos que es.

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