sábado, 8 de julio de 2017

Unos que vienen, otros que vendrán


J.A.Xesteira
Por motivos vacacionales propiciados por el turismo de bajo coste tuve que ver la pasada semana los informativos de la televisión italiana. No hay nada mejor para conocer nuestro mundo que salirse de él y verlo desde la distancia, y compararlo y ver como somos desde fuera. Aquel viejo temor del viejo dictador que resumía en la frase: “Hay que viajar menos y leer más periódicos” es evidente. Los periódicos de ahora, aparentemente más libres que los del viejo dictador, informan igual de mal y de manera tangencial sobre lo que está pasando. Son informaciones de bajo coste, como el turismo. 
Coincidió mi andanza italiana con la cumbre de los jefes de planta europeos sobre la inmigración. Los telediarios italianos hablan mucho más que los españoles sobre cualquier cosa, y ese tema les era especialmente preocupante. Allí se veían a los mandamases escuchando al primer ministro italiano pedir a la desesperada que Europa tenga en cuenta la inmigración africana a través del Mediterráneo. El grito de socorro iba especialmente dirigido a Rajoy, al que las cámaras enfocaban y cuyo rostro tenía la expresión del que estaba pensando en la final de fútbol sub-21 que se jugaba ese día. Los demás andaban a lo suyo: Macron, encantado de haberse conocido y a punto de coronarse emperador (a los franceses, por mucho que su propaganda nos haya vendido la moto de las libertades, les gusta el Imperio y el Gobierno de Vichy); Angela Merkel preocupada por los matrimonios gay, y el resto ni siquiera salían en la foto. Italia avisaba de que la situación era insostenible y que estaban dispuestos a blindar sus puertos. El presidente francés, que va camino de convertirse en el rey sol de las gilipolleces (recordemos sus chistiños sobre inmigrantes de hace unos meses) salió con la brillante idea de que sólo dejarían entrar a los inmigrantes auténticos, a los que pudieran legalizar, no a los inmigrantes políticos. En este punto cabría preguntarse: ¿Cómo distinguirá Macron a un inmigrante auténtico del inmigrante falso? No lo dice y me temo que fue simplemente otro chiste francés presidencial. La diferencia entre un refugiado auténtico de uno falso (en la teoría de Macron, los huídos todos son iguales en miedo) es la misma que entre un demócrata auténtico y otro de toda-la-vida: ninguna, todos son iguales, como una excursión de chinos.
Si la situación italiana ya es insostenible y su petición de ayuda de Europa y, en especial, de los países mediterraneos, cae una y otra vez en saco roto, la cosa se va a complicar mucho más. Mientras al sur italiano siguen llegando oleadas de africanos (1.500 personas a principios de semana) el resto de los países firmantes y comprometidos con el problema silban y miran pasar el avión. España, que se había comprometido a dar asilo a 9.000 refugiados de Grecia e Italia, a día de hoy sólo acogió a unos 900, mientras que el ministro Zoido pide una reducción de las cuotas europeas de asilados. En realidad da lo mismo; todos los acuerdos firmados y sellados sobre acogida y realojamiento de los africanos es papel higiénico para los estados europeos, más atentos a los ajustes comerciales y financieros después del Brexit que a los problemas de refugiados sirios o sudaneses que cruzan el Mediterraneo y consiguen no ahogarse en el mar. A fin de cuentas no son más que números en un papel que se le pasa a Turquía para que los guarde en campos de concentración, o se repatrían en aviones con grandes escoltas de funcionarios.
En este coro de políticos de bajo nivel como los actuales, el problema de los que huyen de África es un problema básicamente sureño, que afecta a Italia, Grecia y España principalmente. Francia, pese a tener parte mediterránea, le interesa únicamente en su vertiente de posible peligro terrorista. Al resto se la trae más bien al pairo; Alemania se enquista en su status quo, y el resto de paises están en la Unión Europea por conveniencia (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia siguen siendo los antiguos países satélites, antes de la URSS, ahora de la UE). Las voces internacionales inciden una y otra vez en lo mismo: reforzar militarmente las fronteras y forzar convenios con los países africanos del norte para que prohiban el paso. Inútil: contra el hambre y el miedo a unas guerras respaldadas por los países con intereses económicos en la zona (España vende gran parte de su armamento a los países africanos en danza) no podrán nunca impedir que las pobres gentes de África e incluso de la Asia empobrecida (Bangla Desh) busquen en la huida su futuro. La paradoja es que los que escapan de la muerte en África buscan refugio en el mundo que provoca precisamente esa situación en África. La Europa rica, la Europa aliada de las grandes potencias y al servicio de las grandes corporaciones, fue la que arrasó y sigue arrasando, en combinación con los grandes gendarmes  de USA y Rusia la franja del planeta que genera la huida.
Italia está preparándose para taponar la entrada de refugiados, mal llamados inmigrantes, mientras que en España no se sabe, como siempre. Pero hay otro flujo de inmigrantes que Italia espera y que España ni se ha planteado, como siempre. Es el retorno de los cerebros, como ellos dicen. En el diario La Reppublica (ese gran periódico con tamaño de periódico) se daba hace días la voz de alarma: la mayor parte de los italianos que residen en el Reino Unido están pensando en regresar después del Brexit. El periódico analiza todos los datos y da cuenta de números y porcentajes. Esperan que un 28 por ciento regrese a su país, lo cual supondrá un problema de reorganización laboral. En España sucederá más o menos lo mismo en cuanto las condiciones de trabajo británicas no compensen a nuestros emigrantes. Pero aquí ni se sabe ni se prevé nada. Como con los refugiados, los retornados se irán buscando la vida como puedan en un país en el que todos somos responsables de todo pero nadie se responsabiliza de nada.

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