sábado, 28 de marzo de 2015

Deprisa, deprisa


       
Diario de Pontevedra. J.A.Xesteira. 
Vivimos a toda prisa. Como vamos del puente de San José al puente de Semana Santa, dos fervores turísticos evidentes, todo nos pasa deprisa, como cuando aceleramos el vídeo para buscar lo importante y dejar a un lado lo accesorio. Lo importante es el puente, el viaje, la salida, lo demás, la rutina diaria y el trabajo, queremos pasarlo aprisa, a ver si con ello se va el frío también. Lo importante es salir de donde estemos; los periódicos portugueses anunciaban la pasada semana que Lisboa, Oporto y Braga iban a ser “invadidas” por los “espanhois” en la Pascua, unas fiestas que están sufriendo el inevitable cambio, de influencia americana, sustituyendo a los sagrados cadáveres sangrantes y desgarradas vírgenes dolorosas por conejos y huevos de chocolate, lo cual, bien mirado, es mucho más agradable y encoje menos el alma. Lo raro es que todavía no se hayan levantado voces contra esta influencia yanqui que ya está por todos los centros comerciales; lo raro es que no se rasguen vestiduras reivindicando “lo nuestro”, es decir, la negrura de los capuchones, los cirios encendidos, las estatuas de dioses torturados y virgenes apuñaladas, acompañados por cornetas militares, y se condenen a esas costumbres invasoras de conejitos blancos y huevos de colorines. Quizás los ministros adecuados en el actual gobierno de la nación tomen cartas en el asunto; son ministros educativos, culturales y píos y deberían ya tener algún decreto ley aprobado por mayoría aplastante en el que se condenen a los conejos y huevos de pascua y se vuelva a la sana costumbre de las procesiones y pasar “Rey de Reyes” por la televisión nacional. En estos tiempos que corren a la velocidad del rayo todo es posible, incluso ese retorno al pasado católico-pascual. 
La velocidad nos lleva en volandas, y las pasadas elecciones andaluzas de la semana pasada, en las que el Barça ganó al Madrid, aunque no logró la mayoría absoluta, parece que fueron hace una eternidad, y no fue más que en el puente del Día del Padre (un día especialmente inventado como el del conejo de pascua, para festejar la festividad de San José, el PePe –siglas de “padre putativo”, y no es coña–). Pasaron las elecciones con los resultados de todos conocidos, y ya parece que se han olvidado completamente. A pesar de ello, los grandes estrategas ya han formulado sus profundos análisis, desplegaron en tertulias y debates sus conocimientos extensos sobre la materia, rectificaron sus previsiones de resultados y anticiparon lo que va a pasar en mayo. Los políticos –todos– trataron de torcer sus resultados para dar a entender que aquí no pasa nada, que los datos no se pueden “extrapolar”, que es lo contrario de “interpolar”, o meter en el mismo merengue todas las elecciones de este país. Con las prisas que nos damos ya no nos interesan los resultados de Andalucía, porque no tenemos ganas de “extrapolarlos” mientras salimos de viaje y pedimos que aparezca la primavera de una vez. 
Pero el experimento andaluz tiene su parte “extrapolable”. Allí ganó la mujer socialista y quedaron tres partidos con minorías diferentes, que podrán servir para meter debajo de la pata, según tamaños, cuando la mesa del gobierno andaluz cojee. Lo de mayo será otra cosa, pero cuando llegue el puente del Día del Trabajo (que será muy pronto, dada la velocidad crucero que llevamos) todos mirarán las cosas de otra manera, incluso podrán “interpolar” elementos sacados de las elecciones andaluzas. A saber: que la imagen no vale lo mismo que mil palabras, y a las pruebas me remito. La derecha partida en PP (aquí no quiere decir “padre putativo” como San José) y Ciudadanos (o Ciutadáns, como les pronunciaban a mala leche, para no llamarlos catalanes allí, en tierra de “maquetos”) se encontró con que la vieja fórmula de “nosotros somos la derecha” no vale, que hay que dar la cara (y ponerse guapos) y darle al pico para convencer; la imagen y las palabras de Rajoy no resistieron ante la imagen y las palabras de Rivera, y aunque no se presentaban ninguno de los dos a las elecciones andaluzas, ellos fueron los que atrajeron los votos (¿se acuerda alguien de los candidatos de verdad?) y eso si es extrapolable al mayo, maduro mayo, que está al caer y a las generales que están en un horizonte cada vez más cercano. La izquierda de Podemos y la amalgama de IU todavía están por desenvolverse y resolverse en sí mismos, porque ahí, su enemigo, la base de votos está en el PSOE. Así que tendremos bastante movimiento de aquí a la Pascua de Pentecostés (las siguentes elecciones municipales y autonómicas) y el que no quiera extrapolar y sacar conclusiones, que no lo haga, pero el experimento andaluz es claro: hay que cambiar caras y discursos. Precisamente estos días ha resucitado un antiguo pico de oro, Felipe González, que ahora se parece al padre del Rey León, y que habla en su viejo estilo de Manolo Morán (ver “Bienvenido Mister Marshall”); desde las promesas oratorias de su presidencia, todos los demás presidentes de este país no fueron más que un “monótono fungar” en sus discursos, oradores de tercera división. El estilo que ahora va a llevarse, esta temporada de primavera-verano, será el de los guapos (vistan de casual, pijo-lacoste-atado-al-cuello, rockero “vetusta-morla” o cazadora sustituta de traje) que saben hablar; no como el padre de Simba, para vender en las ferias, sino con otro discurso directo, para las personas, sobre todo jóvenes, que desconocen que hay vida más allá de Twitter, y para los viejos, que olvidaron como era aquello de hablar “con propiedad”. Si no entendieron que hay que extrapolar todo eso, estamos apañados.
La vida del país está muy acelerada, sobre todo en política y quizás convendría un punto de reflexión, quizás taoista, donde todo está explicado en el equilibrio del Yin y el Yang (sí, ese circulo tan bonito para hacerse un tatuaje o un colgante), que es el equilibrio entre las dos fuerzas, y abandonar el propio camino para seguir “El Gran camino”. Eso o irnos de vacaciones y extrapolarnos a Oporto o la Costa da Caparica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario