domingo, 14 de septiembre de 2014

Números estadísticos

Diario de Pontevedra. 13/09/2014 - J.A. Xesteira
Nunca me gustaron las cifras estadísticas ni los datos de las encuestas; esos porcentajes que pretenden reflejar la realidad suelen estar manipulados. No es que mientan, y que las cifras sean falsas –que pudiera ser– sino que, una vez expuestos y colocados en su sitio, las conclusiones suelen ser diversas. Seguramente debe ser un defecto aprendido de aquel profesor que tuve, de estadística y opinión pública, que no confiaba ni siquiera en los datos que su propia oficina elaboraba. Las cifras suelen ser frías y planas, las consecuencias de las cifras tienen mil caras. Por ejemplo, los datos mensuales del paro, que solemos ver publicados en los periódicos; según el triunfalismo del medio informativo el titular varía para decir que vamos bien o vamos mal. Tomemos los datos más recientes: el paro descendió en no sé cuentos miles. ¿Que quiere decir eso? ¿que esos miles de personas numeradas tienen un trabajo como se suele entender la palabra trabajo? ¿o que el cómputo general de los que están apuntados a las oficinas del INEM descendió simplemente? Si contrastamos con las cifras de afiliados a la Seguridad Social, vemos que hay menos cotizantes, de lo cual se deduce que gran parte de ese descenso lo ocupan los que emigraron, los que murieron, los emigrantes que se volvieron a su país, o los que no tienen dinero para cotizar, aunque trabajen como mano de obra recortada y rebajada. Sin embargo, la noticia y el número siguen siendo lo mismo: el paro baja. Los números son materia de malabaristas y prestimanos; los agarra un ministro y nos lo explica, pero solo vemos como bailan las cifras sin llegar a entender el truco; sólo tenemos una cosa clara, al final tenemos que pagar el espectáculo.
     Hay cifras objetivas, las que no necesitan explicación y que se exhiben sin posibilidad de ser interpretadas: el informe de la OCDE sobre Educación, que asegura que España es el país de Europa con más jóvenes que no estudian ni trabajan, los llamados “ninis”, que no estudian porque ya estudiaron y acabaron sus carreras, y no trabajan porque no les dan la oportunidad de hacerlo (al respecto cabe recordar que los trabajos los tienen que generar los empresarios, porque el sector público está repleto y el Gobierno –dicen– promueve una política de favorecer a la empresa para que cree empleo). Los jóvenes preparados que si tienen trabajo lo tienen en un sitio distinto del que, por titulación, tendrían que tener. Ni se crea empleo ni se espera crear, y las cifras lo dicen. Como dicen otras cifras, frías y neutras, que España está a la cola de Europa en camas de hospital por habitante, pese a la paradoja de ser el país con mayor esperanza de vida (vivimos de milagro). Como lo dicen las cifras del analfabetismo (presumíamos de haberlo erradicado, como la viruela, que vuelve, a pesar de las vacunas) que afirman que tenemos a 730.000 analfabetos (un 60 por ciento, mujeres) en un país que presume de moderno y pretende estar a la altura de los más chulos de Europa. Son las cifras del descrédito, las que conocen en Europa y dejan a la Marca España como una pegatina para un bombo de fútbol. 
     Pero hay otras cifras que nos colocan en cabeza del mundo. Por ejemplo, el de los ricos, que no solo no lloran, sino que manejan unas cosas misteriosas, llamadas Sicav, con las que sus dineros crecen de forma maravillosa (al contrario del nuestro, por el que pagamos al banco porguardarlo, por pagar el recibo del agua o por hacer una transferencia) Los ricos, no, y las cifras lo dicen. El patrimonio de las grandes fortunas creció un 9,5 por ciento en el primer semestre, gracias a esos mecanismos que usted y yo ni controlamos ni tenemos acceso a ellos (somos los “ninis” de la economía) Todos los ricos de este país, los de verdad, esas ocho fortunas famosas, tienen entre todos unos tres billones (con “be”) de euros, que es una cantidad que equivale al triple del producto interior bruto español. ¿Y como se hacen ricos los ricos? Pues no lo sé, la verdad, no es mi caso ni creo que lo sea nunca, pero el viejo adagio de que “Nadie se hace rico sin traspasar la línea de la ley alguna vez”, ya no vale; ahora es más fácil mover de sitio la línea de la ley, o hacer una ley a beneficio de los intereses particulares del Capitalismo, que saltarnos la ley con traje de mafioso. Los ricos sólo tienen una característica común con los pobres, que se mueren, como Botín (para el que hicieron una ley y que murió entre los inciensos del periodismo agradecido, casi santo súbito), pero ese es un escaso consuelo para los que están en la lista de los “ninis” españoles, los que les han recortado las camas o los que son analfabetos, aunque hayan firmado una hipoteca con letra pequeña incluida.
     Las cifras no mienten, los que las utilizan, seguramente. La OCDE, el organismo que vela por el desarrollo de los países, ha recomendado a Rajoy (entre otras cosas que reflejan la fragilidad de las escasas mejoras) que apriete un poco más a los parados, porque los salarios son poco flexibles (entiéndase, que se pueden bajar más) y los contratos indefinidos tienen una alta protección por despido (entiéndase, que se pueda despedir a precio de saldo). Menos mal que por otro lado la propia OCDE reconoce que el servicio público de empleo es un ente “pasivo”, que está “a-velas-vir” y que no crea el empleo que se esperaba dado su nombre y su función. Todas estas noticias del informe pueden verlas publicadas en los pasados diarios, cada una a su estilo, para unos es un triunfo, para otros un palo al Gobierno, pero da lo mismo, nadie lee más allá de los titulares, y ahí es donde se hacen los trucos de magia. Las cifras son claras, pero no hay que creer mucho en ellas, porque cuando nos las explican preferimos olvidarlas al día siguiente, para no llenarnos la cabeza de números.

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