domingo, 10 de agosto de 2014

De los dioses

Diario de Pontevedra. 09/08/2014 - J.A. Xesteira
El pasado domingo tuve que ir a Santiago. Para pasar de la zona alta a la baja pasé por el medio de la catedral. Hacía años que no paseaba por los domingos compostelanos y me encontré con un aluvión de personajes de todo tipo; la catedral era un hervidero de gentes vestidas a la moda peregrina, algunos con los palos de esquiar en seco, otros con chanclas en las que descansaban las ampollas del camino; una larga cola daba vueltas por el recinto para abrazar al muñeco plateado que alguín avispado ideó un día y dijo que era una tradición sin la cual no se cumplen vaya usted a saber que cosas, como lo de dar los croques a la piedra del otro lado. Mientras cruzaba la catedral no pude evitar pensar en algunas cosas. Por ejemplo, ¿quién controla las limosnas y paga a Hacienda la parte proporcional de las ganancias? ¿quién inventa las tonterías que despues se vuelven «tradiciones»? Compostela es un gran parque temático religioso, inventado a imagen del gran parque que es el Vaticano. Todas las religiones tienen un componente comercial y, en un determinado momento, crean una industria en torno a un hecho, generalmente falso, con el fin de atraer gentes y dineros. No es nuevo ni lo inventó Disney. Sobre la idea de que el apóstol Pedro estaba enterrado en Roma se construyó un parque temático y sobre él, el Vaticano, un Estado dentro del Estado. Sobre esa misma idea y su atractivo comercial-religioso se inventó Santiago, echando mano de la aparición de otro apóstol, muerto unos siglos antes en Palestina. Con el tiempo y un camino para traer y llevar mercancías, Santiago de Compostela se convirtió en lo que es hoy: uno de los parques religiosos más importantes del mundo, superado por muy pocos, seguramente por La Meca y Roma. Insinuar que en Compostela no hay apóstol enterrado, que en Roma, tampoco, o que la Kaaba no es más que un aerolito es meterse en fregados en los que no se convence a nadie. Las religiones tienen un sistema infalible para resolver estas cuestiones: fe y tradición. Y contra eso no hay manera de luchar, es como intentar partir adoquines con chupachups. Es una cuestión divina habilmente manejada por humanos; es meter a los dioses en las cuestiones más prosaicas de la vida, en medio de las decisiones humanas, a veces terribles decisiones y a veces hipócritas decisiones. Cuando entran los dioses, manejados por los hombres, puede pasar cualquier cosa, desde montar un chiringuito hasta matar a los que no creen en lo nuestro. 
Desde que el ser humano levantó las patas delanteras, los dioses se metieron en medio de la guerra. Seguramente la primera confrontación debió ser entre los que adoraban el sol contra los que adoraban la luna. A partir de ahí siempre hubo un dios en medio de la muerte. Homero los ponía a jugar con los ejércitos como si fuera una partida de ajedrez en el monte Olimpo. Las Cruzadas se inventaron para conquistar tierras con la disculpa de los santos lugares: arruinaron a Europa y no con siguieron nada (en realidad no había nada que conquistar, solo unas ciudades palestinas sin importancia alguna, y peregrinar hasta allí era imposible, el turismo vendría años más tarde). Desde aquello, todos los que organizaron una guerra, es decir, los que mandaban a la gente a morir y matar para su beneficio, se las arreglaron para meter en medio algún dios. Los católicos reyes de la península ibérica (antes de ser España) mataban a los moros con la disculpa de que no creían en su dios, a pesar de llevar más siglos en estas tierras que los cristianos. Los católicos del imperio hicieron la guerra a los protestantes de Europa y a los anglicanos de Inglaterra por negocios y poder, pero con la disculpa religiosa por medio. La guerra más cruel que vivió España tuvo un componente religioso insertado para bien de los vencedores que pudieron contar con el apoyo del papa y sus obispos y hacer entrar bajo palio en las catedrales al ganador de la guerra que llamaron Cruzada. Cuando no hay guerra pueden convivir perfectamente todas las religiones habidas sin problema; judíos, moros y cristianos hicieron ciudades maravillosas, llenas de cultura y ciencia; basta introducir las variables del dinero y el poder para que todo se rompa y se usen las religiones como parapeto para matar al contrario. 
El contrario eran los soldados uniformados cuando se enfrentaban troyanos y aqueos, o alemanes del kaiser y aliados, o alemanes de Hitler y aliados. Pero cada vez hay menos muertos de uniforme y más muertos civiles. Desde las últimas guerras del pasado siglo, las bajas de civiles se incrementaron de modo exponencial, y en la actualidad los muertos son de casa, no del cuartel. Se calcula que en la Guerra de Irak las bajas civiles fueron el 90 por ciento. Y así llegamos a Palestina. En quince días el ejército israelí mató impunemente a 1.717 palestinos, de los cuales 1.176 son civiles (no se especifican cuantos son niños en sus escuelas ni mujeres en sus casas). El motivo de la invasión y agresión directa contra los palestinos está en el asesinato de tres muchachos israelíes, no se sabe por quien, pero que dio motivo al Gobierno israelí para atacar a los territorios de Cisjordania y Gaza. No es una guerra, puesto que noy hay dos ejércitos en conflicto. Pero no hay solución. Israel es un país implantado artificialmente en donde está por dos motivos esenciales, por su poder económico internacional y porque Yaveh les dijo que tenían que estar alli. Y contra la fe y el dinero no hay manera de luchar. El pueblo judío, masacrado durante el Holocausto, mereció el respeto y la simpatía internacional que le daban sus muertos. Una renta de simpatía que han perdido al usar el mismo sistema con sus vecinos. Si usted opina que lo que hacen es un asesinato enseguida utilizan el subterfugio de llamarle antisionista. Pero no es cierto, no es una cuestión de raza, es una cuestion de dioses y el poder del dinero.

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