domingo, 4 de mayo de 2014

De Mayo a Europa

Diario de Pontevedra 02/05/2014 - J. A. Xesteira
El primero de Mayo tiene en estas tierras dos celebraciones, según seas niño o parado. Es tradicional la fiesta de los Maios en Galicia y sobre ella se han escrito algunas cosas interesantes. Era una fiesta pagana, de la consagración de la primavera o algo así, que el Cristianismo trató de convertir en una fiesta de la cruz y las flores. Los niños siguen saliendo a la calle con sus construcciones de todo lo florido que mayo ofrece. Hace años, la fiesta consistía en cantar por las calles unas melodías características alrededor del «maio», con letras alusivas a la primavera o críticas al alcalde; después se pasaba la gorra entre el respetable público. Desde unos años la fiesta no es más que un concurso con sus premios, con lo cual todo se reduce a esperar el turno de actuación y que el jurado reparta justicia. Ya no hay fiesta y sólo queda el concurso, festivo, eso si, pero concurso a fin y al cabo. En este punto sería interesante analizar la reducción de los eventos sociales a mero concurso. Parece como si la sociedad imitara a la televisión en lugar de ser la televisión un reflejo de la sociedad; todo se reduce a competir a ver quien cocina mejor, canta o baila mejor o muestra mejor su ignorancia en lo que hace años se llamaba cultura general. Lo que antes era una fiesta en la que los niños se montaban su propio tótem de flores, salían a reírse con sus amigos y recogían unas monedas, se convirtió en una planificación de mercado para entrar en una competición en la que hay que pillar premio, si es posible, machacando a los del barrio de al lado. Lo dicho, puramente televisivo. (Hablo desde el conocimiento de esa fiesta en mi pueblo, en la que hace años canté alrededor de un maio, pero me temo que en todas partes es parecido). 
Si en lugar de niño eres parado o sindicalista tienes otra fiesta, la del Día del Trabajo. Los que tienen trabajo, aunque le llamen trabajo a «eso», aprovechan para ir a la playa si hace sol o a un centro comercial si llueve (son las alternativas sociales en la actualidad). A la jornada del Primero de Mayo le sucede un poco como a la fiesta de los Maios. En origen era un recordatorio de los Mártires de Chicago, aquellos «proletarios del mundo» que murieron por cosas tan absurdas como ¡la jornada de ocho horas! ¡A quien se le ocurre! Con lo que está cayendo, con todos los derechos laborales convertidos en bonos-basura, los anarquistas de Chicago, ejecutados por el Gobierno de EEUU después de un juicio manipulado, deben estar removiéndose en sus tumbas. Durante años, incluso en el franquismo, la jornada fue siempre un pulso y una pelea por conseguir un poco más de bienestar. En todo el mundo los obreros salían a la calle y reclamaban su lugar al sol. Menos en EEUU, que nunca celebró un primero de mayo obrero y se inventó el Labour Day, en setiembre. A Franco, que le producía alergia ver en la calle a la masa proletaria (les llamaba «productores», como empresarios de cine) intentó convertir el día –en complicidad con la Iglesia Católica, siempre a sus órdenes– en San José Obrero (una falacia, San José era carpintero por su cuenta, un autónomo). Pero lo cierto es que, ahora mismo, las manifestaciones se parecen más a las procesiones que a las reivindicaciones serias. También ellas imitan a la televisión, que prefiere los desfiles a los violentos-que-queman-contenedores. Las cámaras funcionan bien cuando hay una organización en el desfile, con remate final de lectura del manifiesto y declaraciones de los líderes con frases previsibles y huecas. Los trabajadores salen a la calle y reclaman su día (el resto del año es el día del empresario) y las televisiones lo reflejan en los informativos con el mismo esquema que una procesión de Semana Santa en Sevilla o la visita de un papa. A fuerza de repetir el esquema, la realidad y sus pancartas acaban por imitar a los informativos de televisión. Cualquier procesión es perfectamente asumida por los poderes públicos, es decir, por los gobiernos y el capital que los sostiene y de quienes vive, mientras no se cruce la línea de la procesión laica y reivindicación pacífica; sólo cuando se convierte en una final de fútbol (y aparecen «los violentos», a los que se detienen) cambia la cosa. Pero, incluso así, no deja de ser una imitación de algo ya visto en televisión. 
Lo importante es que ya llegó mayo, pasó el día uno y ya comienzan la campaña para que cada partido intente colocar a varios de sus paniaguados en Europa, una especie de Más Allá, un Shangri-La, un paraíso para aquellos que merecen su premio por ser fieles al partido. La campaña electoral que es permanente desde hace años repite el mismo esquema, también aprendido de la televisión. La desinformación es la norma habitual y los electores nos hemos acostumbrado a repetir el programa que nos indican desde la pantalla (antes pequeña pantalla, hoy la Pantalla por antonomasia) Nadie recuerda a quien votó hace cuatro años y nadie recuerda quienes –supuestamente– nos representa en ese ente indefinido que es la Union Europea (antes Mercado Común y hoy también, la parte social no es más que un apéndice mercantil y financiero). Ahora, durante unos días sabremos que el PP presenta a Arias Cañete como «number one», un personaje pintoresco del que sólo recordaremos de su paso por el Gobierno que come yogures caducados (lo mismo que recordamos los «hilillos» o el «bichito que se cae y se muere» de otros ministros pasados. Sabemos que el PSOE presenta a una mujer que era portavoz en los telediarios. Y sabemos que el resto es un surtido variado. Poco más y poco más nos informarán. Entre tanto, ya han comenzado a debatir las políticas (ellas, las parlamentarias) al estilo copiado de televisión: estilo Belén Esteban. A fin de cuentas, Europa solo existe en la televisión, Cuando viajas sólo ves tipos corrientes buscándose la vida como en cualquier parte.

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