sábado, 20 de octubre de 2012

Dicen cosas en la prensa


Diario de Pontevedra. 20/10/2012 - J. A. Xesteira
Vienen las lluvias y me encuentran con una empanada de paracetamoles y la cabeza como una olla a presión en la que se cuecen las noticias más espesas que asoman la nariz por la pantalla. Lo que cae en la olla es esa comida común a todas las civilizaciones, que consiste en hervir agua y meterle dentro cualquier cosa: berzas, patatas, cerdo y el etcétera del cocido gallego; productos tropicales del ajiaco cubano o un misionero en el caldero de los zulúes del chiste. De la misma manera cae este periodismo sufridor que leo en medio de la nube de paracetamol, el periodismo del que Juan Luis Cebrián (gran jefe del periodismo de la Transición) anuncia su fin, toda vez que él ya no pertenece a ese mundo sino al otro, al que trata por todos los medios desde foros como el Grupo de Bilderberg (ver wikipedias) de eliminar el periodismo que un día existió, el que contaba otras cosas y de mejor manera. En medio de esta nebulosa leo cosas sin pies ni cabeza y compadezco a los periodistas que hayan tenido que asistir a eventos en los que se dicen las más grandes estupideces con la tranquilidad del que ha pronunciado una frase histórica. Por ejemplo, leo entre diferentes comillas, opiniones variadas sobre la huelga; el consejero de Castilla-La Mancha afirma que los estudiantes no tienen derecho a la huelga, y en otra página, el portavoz del PP en el Congreso asegura que en sus tiempos las huelgas las hacían los de Batasuna. Me entran dudas; ¿hice bien en Mayo del 68 saliendo a la calle a armarla –éramos ilegales, no teníamos derecho a la huelga, por supuesto, pero nos lo ganamos como se ganan esos derechos–? La duda me viene porque gracias a que el estudiantado salió a la calle hace cuarenta y tantos años junto con el obreraje, toda la tropa de demócratas de ahora mismo están donde están (incluido Cebrián). Leo en otro lado a José Bono, ex ministro, que está de acuerdo con la teoría del ministro Wert de “españolizar” a los niños catalanes (Manolo Escobar ya había inventado el verbo “españolear”, mucho más certero). Y en ese punto retomo en medio de la nube que aturde mi cabeza la vieja historia de la independencia catalana, un coco que unos y otros esgrimen como argumento falso, los unos de Mas, como recurso fácil al que se pueden apuntar todos los que quieran (cabe recordar que el partido de Mas es tan de derechas como el de Madrid, que es el que identifican como centralista) y los otros, los del Gobierno central, ayudados por los socialistas y el Grupo Planeta, diciendo que tendrán que pasar por encima de sus cadáveres, que España es una, menos grande y con libertades medio restringidas. Una tormenta que se produce a causa de las bajas presiones presupuestarias y la necesidad de ganar elecciones. En tiempos de bonanza financiera nadie se mueve por la independencia, con excepción del día en que conmemoran una batalla de hace tres siglos. Al final todo se resume en la misma visceralidad que enfrenta a los del Madrid con los del Barça, una cuestión de buenos y malos. Y en torno a estas grandes frases de la historia de España (las del ministro Wert son de editar en fascículos) y mientras el Hombre Misterioso de la Moncloa guarda silencio, suceden cosas que se me aparecen entre los analgésicos. Como una película de kung-fu desmantelan una red china de blanqueo de dinero en la que va de artista invitado el actor porno Nacho Vidal; ¿alguien puede imaginarse un guión tan perfecto? Todo el mundo sabe que los chinos son una fuerza incontrolable, que van a su bola, que no entienden los métodos occidentales de hacer dinero; lo metían en contenedores, en coches, a mogollón, cuando todo el mundo sabe que eso se hace por medio de entidades financieras legales, como las que usan las multinacionales, que dicen que ellos pagan los impuestos y la seguridad social en el País de Nunca Jamás, y nadie los investiga. Lo de los chinos y el porno es como para hacer una serie a la que se podría añadir la presencia alabada del millonario americano Adelson, que es recibido como un Mister Marshall que va a solucionar la vida al Madrid mesetario. Adelson cuenta con el apoyo del presidente de Madrid y del Silencioso de la Moncloa. Pero lo curioso es que hasta ahora el tal Adelson, un tipo que está siendo investigado en su país, no enseñó nada de lo que piensa hacer ni ha enseñando la pasta. Todo está, de momento, como mi cabeza, en medio de la niebla. Chinos, porno, casinos... El marco perfecto para nombrar ministro de Educación y Cultura a Chuck Norris. La cosa sería de risa si no fuera seria y preocupante. Mientras se dicen frases tontas sobre el estudiantado, los datos registran que España va a la cabeza de Europa en lo que se refiere a fracaso escolar (al tiempo que es el país que exporta a más licenciados y doctores que no encuentran trabajo en su tierra). Mientras se discuten las tripas de España, el número de gentes que caen bajo el índice de pobreza aumenta y los servicios sociales, que también fueron recortados, tienen que atender a cerca de diez millones de personas que carecen de lo básico. Menos mal que la población española desciende, y ya somos menos habitantes y menos problemas. Cada vez los ricos son más ricos y las ONG se buscan la vida como pueden. Todas estas cosas las van contando como pueden los periodistas, una especie en vías de extinción que siempre pelea por no extinguirse. Ignoro si Cebrián trata estos temas en las reuniones del selecto y opaco Grupo Bilderberg, pero los periodistas que va a despedir tratan de hacer que las gentes como nosotros nos enteremos. En medio de la empanada otoñal (voy a dejar el paracetamol y tomarme leche caliente con miel y whisky, que hace lo mismo y sabe mejor) me doy cuenta de que están juzgando el caso del “Prestige”, aquel enorme desbarajuste político-naval. Y mañana hay elecciones.

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