sábado, 5 de mayo de 2012

Todo pasará


Diario de Pontevedra. 05/05/2012 - J.A. Xesteira
Hay un tipo en Europa que, a pesar de hablar en alemán, se le entiende mejor que a nuestros gobernantes, que hablan en una lengua entre rococó y churrigueresca. Tenemos que entrar en los periódicos como en las viejas películas de Tarzán, cortando a machete tanta maleza. Y entre las noticias de esta semana estaba ese alemán, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, que dijo cosas tan claras que hasta yo las entendí sin necesidad de leer por la parte de atrás, ni en lectura de espejo, ni entre líneas, ni en el «tixa me-entendes» a que nos tienen acostumbrados nuestros perínclitos salvadores de las esencias patrias. El alemán presidente mostró sus temores de ruptura entre el norte y el sur de Europa, se opone a las recetas neoliberales y dogmáticas de la derecha dominante en la UE y, sobre todo, dijo algo que todos pensamos: «No me fío de las agencias de calificación de riesgo de EEUU». Es decir, dijo cosas que todos decimos, pero con la autoridad que da el ser alemán y presidente del Parlamento Europeo. A diferencia de este tipo, en la selva de las noticias, el resto es un puro grito de monos aulladores y de políticos que hablan como oráculos griegos (en griego, además) para que nadie se entere hasta que tenga el decreto ley encima. El ministro de Economía dice que él habla en términos «hacendísticos», a los obreros los pueden despedir con una «flexibilización de las condiciones para evitar el despido (precisamente)», la sanidad pública pasa a padecer gangrena privada atacada por el «copago progresivo de los medicamentos (para empezar)», y la subida de IRPF e Iva son simplemente un «recargo temporal de solidaridad (como una campaña benéfica de apoyo a damnificados)» y una subida de impuestos indirectos en términos hacendísticos”. De cualquier manera, todo lo que hablan puede ser –y es– utilizado en nuestra contra, todo contribuye a meter miedo (la base del ideario del general Mola en su golpe de estado cuando decía: «Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros»). Nosotros somos ahora eso, el enemigo, los que nos portamos mal, no nos sacrificamos, nos empeñamos en cobrar a fin de mes y, por encima conservar nuestro puesto de trabajo, nos empeñamos en no morirnos, con lo caro que salen los ancianos a la Sanidad, nos empeñamos en ponernos enfermos (algunos incluso crónicos) y comprar medicinas, y queremos estudiar en las maravillosas universidades de grandes edificios, y, por encima, protestamos, y salimos a la calle. Y, además, tenemos miedo. Poco a poco el miedo se va instalando en la sociedad, se nota en toda esa gente que aparece en los telediarios que dice que toda la familia está en el paro, en esos ancianos que ven como su dependencia los va a convertir en un objeto inanimado, en la tropa de jóvenes que ven que su futuro acaba a sus pies y que a lo mejor pueden emigrar como sus abuelos. Incluso en la fiesta de los maios de mi pueblo, los niños cantaban en las coplas de la crisis y de los políticos gobernantes. El lenguaje nos asusta, aunque lo traten de disfrazar. Los que tienen el poder siempre tienen el poder sobre la palabra, como decía Humpty Dumpty en el País de las Maravillas de Alicia, así que las palabras de los gobernantes dicen lo que los gobernantes quieren, pero después, en el mundo real, las palabras se convierten en hechos, y ahí estamos nosotros, asustados ante lo que se nos viene encima. Hay que sacar dinero de donde sea simplemente para que el país sea rico, aunque sus ciudadanos seamos más pobres. Esa es la base del Sistema Capitalista (aunque suene a viejo y usado, son conceptos que se entienden), y lo importante es sacar dinero de cualquier parte, pasar la gorra y abrir el peto de las ánimas. Poco a poco el sistema va traspasando lo que era de dominio público a las manos privadas (se anuncia que la Renfe se va a privatizar, lo cual nos muestra que no aprendieron de la privatización thatcheriana de los ferrocarriles británicos, que tuvieron que volver a recomprar) y las autovías gratis, como todo, van a dejar de ser gratis. Todo llueve sobre mojado. Y el Gobierno lo hace con la mejor de las intenciones, no lo dudo, porque lo contrario sería una perversidad que no veo en el consejo de ministros. Pero la primera obligación del Gobierno es quitar el miedo de la ciudadanía, y en eso no dan pie con bola; cada paso que dan, cada frase, cada eufemismo, asusta más que el anterior: los viernes que anuncia Rajoy meten miedo, como una película de terror («¡Sé lo que hicisteis el último verano y Freddy Krugger os lo hará pagar los viernes») El tiempo tampoco ayuda, y este invierno que nos cae cuando los escaparates ya están llenos de ropa de verano, nos deprime más. Siempre hay que pensar que nunca vivimos tan bien como ahora, aunque estemos pasando por la Crisis como si fuera una plaga bíblica; siempre hay que pensar que nuestros padres y abuelos vivieron tiempos de hambrunas feroces, que eran pobres de verdad, que morían de enfermedades que ahora se curan con un paracetamol, que sólo estudiaba una ínfima parte de los que tenían dinero, y, por encima, no tenían ni móvil ni iPad. Pese a todo, las crisis siempre se han solucionado por una serie de circunstancias en las que influimos todos, a pesar de los gobiernos y del miedo. Saldremos de esta como siempre salimos, y tenemos que reinventarnos nuestra esperanza. Volveremos a la realidad, a la vieja frontera de antes de la opulencia, y dejaremos de ser posmodernos para convertirnos en gente corriente. Europa va a cambiar uno de estos días, porque siempre que en España hay un gobierno de derechas, en Europa ganan las izquierdas, y viceversa (en Italia van por libre, manda cualquier cosa) Y, créanme, el verano llegará uno de estos días y veremos las cosas de otro color. Como siempre.

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