sábado, 28 de abril de 2012

Una cuestión fuera de moda


Diario de Pontevedra. 28/04/2012 - J.A. Xesteira
conozco ricos con números rojos en sus cuentas, y conozco pobres con millones en el bolsillo. Es solamente una cuestión de actitudes, de algo que se conocía hace tiempo como ética y que parece que desapareció de la escala de valores que se cotiza en la sociedad actual. Los signos externos, la estética del ganador, la competición y consecuente aplastamiento del enemigo (no vale ganar, el contrario tiene que reconocerse inferior). Varias generaciones atrás se educaba a los niños en la creencia de que los valores del espíritu estaban por encima de los valores de la Bolsa; se nos educaba en las buenas maneras, en la educación y en la solidaridad. El dinero no daba la felicidad y sigue sin darla, pero nos hicieron creer lo contrario y nos cambiaron lo aprendido en la escuela por otros valores: el triunfador es quien manda, el Capital es dios (hasta Rouco Varela empieza a aceptar que se ha cruzado la línea roja de la avaricia y la falta de caridad cristiana) y que todo vale con tal de machacar al contrario. Pero, sobre todo, hay una cuestión que está totalmente fuera de moda, ya no se lleva, y es la de jugar limpio y no mentir. Son conceptos que nunca ayudan a triunfar, a tener el poder y la gloria, a alcanzar la riqueza económica y la estética del vencedor que da ese triunfo, porque es imposible triunfar sin mentir y sin jugar sucio. Es la base de todo negocio. Y al llegar a ese todo vale en el que se admite la mentira como un intermediario necesario para que los Estados funcionen como un distribuidor de créditos, se llega a este estado de decrepitud ciudadana, de sentimiento social de que juegan sucio con nosotros y no podemos hacer nada más que votar cada cuatro años para renovar una situación que no depende para nada de nuestro voto. La moda pasa más rápido de lo que deseamos, y las ropas de ayer mismo, nuevas todavía, ya no nos sirven. Esta semana, como cada año, Portugal debía celebrar el 25 de abril de su revolución ingenua; no hay más que ver esa vieja foto en la que dos soldados están cuerpo a tierra en la calle, mientras dos niños hablan con ellos y los viandantes fuman a su lado. Parecen recortados de una guerra (¿Mozambique, quizás?) y pegados en la acera de Lisboa. Hace 38 años y parece que fue en tiempo de los romanos. No tienen nada que festejar, no acabaron la revolución, y las cosas que no se rematan, acaban por pudrirse. Hace unas décadas tuvimos también una “evolución” (somos más originales) después de la Dictadura que lo tenía todo atado. Y tampoco rematamos la faena como es debido. En lugar de romper radicalmente con el pasado, “transitamos” tranquilamente hacia el futuro de la mano de los que un día se acostaron franquistas y despertaron demócratas, ayudados por los que una noche fueron clandestinos peligrosos y al día siguiente eran padres de la patria. Un churro. Como la unión de Europa, que todavía a estas alturas no consigue superar la evidencia de ser Comunidad Económica (y sólo económica) Europea. Todo era chapuza amparada en mentiras y juego sucio. En realidad el ser humano no aprende nada, se limita a ponerse a la moda que alguien impone desde las alturas, bien por decreto ley, bien por consenso entre fuerzas, bien por castigo divino del Capitalismo, que se reinventa cada día con nuevas fórmulas para controlar el poder, ahora basado y reducido a un burdo esquema de cifras sobre pantallas, en las que se escribe lo pobres que vamos a ser y lo ricos que son aquellos que compran y venden. Así renacen viejos modos metidos en nuevas modas: la separación de clases, el patriotismo y la rebaja de derechos que pensábamos que teníamos seguros porque aportábamos nuestros dineros para que todo funcionara. Ya tenemos separación de clases, pese a que nos habían mentido diciendo que no, que éramos todos iguales, desde el Rey (Juan Carlos I, el Campechano) hasta el último de los súbditos (usted y yo). Y no, ya hay clases para pedir amparo a la justicia; si usted es rico puede apelar hasta más altas instancias, si no lo es, tiene que aguantar con lo que le den. Si usted es de la clase pudiente acudirá a la sanidad privada, y en el caso contrario, a lo mejor no puede acudir a la pública, si no cumple una serie de requisitos restrictivos (pese a que los ministros dicen lo contrario). Cuando la moda era hacer universidades en cada parroquia, todo era óptimo y maravilloso, ahora resulta que no lo era (ya lo sabíamos) y se soluciona el problema, sin reconocer los errores propios, es decir, de los partidos gobernantes antes y ahora, restringiendo el acceso a esos edificios que quedarán vacíos; haciendo que sólo puedan estudiar los que tengan dinero, como hace cien años. Y para que nada falte, se resucita el patriotismo que había quedado relegado a los campos de fútbol. Basta con que la presidenta de Argentina expropie una empresa multinacional con nombre español para que salten los resortes del Dos de Mayo. Es cierto que la presidenta Cristina no es precisamente una demócrata defensora del bien común (no pasa de ser una oligarca de la Patagonia) pero, de ahí a la ofensa nacional hay un abismo. Mucho peor es el regreso a la pérdida de nuestros derechos básicos por culpa de los recortes económicos. Si la Sanidad y la Educación se rebajan la cosa se pone mucho más fea. Un dato: la investigación se está agitando, el desastre que acaba de destrozar totalmente la capacidad investigadora del país ha provocado, por una parte, que la comunidad científica se rebote, y, por otra, que seamos la mayor potencia exportadora de científicos. Ya no vale el “que inventen ellos” de Unamuno. “Ellos”, somos nosotros, emigrados a países con mas sentido común que el nuestro. Volvemos a la vieja moda de salir a buscar el pan por el mundo adelante, para salir en el futuro en un programa de televisión.

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