jueves, 10 de noviembre de 2011

Esquilo es lo más actual

Diario de Pontevedra. J.A.Xesteira. 
A veces, sólo a veces, pero muchas veces, lo que leemos, lo que sucede y lo que va a suceder se conjunta como un rompecabezas. La tormenta griega que sacudió Europa estos días estaba en danza cuando encontré unas viejas revistas de los tiempos de la Transición española; la revista en cuestión se llamaba “Ozono” y pretendía ser un referente izquierdoso, progresista y culto (traten de trasladarse a aquellos tiempos los que lo hayan vivido) y en ella colaboraban nombres que hoy son famosos en el mundo de la cultura, el pensamiento y la política. En uno de los ejemplares hablaba de la Grecia después de la dictadura de los coroneles, y recogía la voz de los poetas y de los músicos que fueron importantes en el cambio helénico. Y una canción de Mikis Theodorakis, “Eres griego”, me devuelve a la actualidad y resume mejor que docenas de artículos de opinión de los opinantes de guardia. La canción dice: “Volverás a ser lo que en otro tiempo fuiste. Ha de ser así, pero te costará lágrimas. Tienes que llevar tu decadencia hasta sus últimas consecuencias; que todo, hasta la base en que se asienta la montaña, te sea arrancado”. Nada mejor que este trozo de poema para definir la situación. Y es que el momento es clásico: Papandreu es el héroe que suplica, reclama la voz del pueblo, lucha contra el coro que lo acusa de irresponsable y, finalmente, se inmola por el bien de Grecia. Pura tragedia de Esquilo. No desentonarían los personajes si se pusieran togas y máscaras y representaran en Epidauro una especie de trilogía que se llamase “La Europeiada”. A fin de cuentas, Esquilo, que es el inventor de la tragedia griega, fue primero un héroe en la batalla de Maratón contra los persas, en sus obras reivindicó la democracia como sistema y el poder del pueblo como método. Esquilo fue, además de poeta y dramaturgo, el primero que introdujo modificaciones básicas en el teatro, como el segundo y el tercer personaje, con lo que se inició el diálogo, y restó importancia al Coro, que amenazaba o imponía sus malos augurios al héroe. 
Lo que ha pasado estos días atrás es pura tragedia griega. El héroe Papandreu, perseguido por un Destino nefasto, es obligado por el Coro europeo (o el G-20, no está muy claro) a sacrificar a su pueblo, hundido por los persas económicos y por los dioses de la corrupción, que recuerdan siempre la herencia de los antepasados; el protagonista dice que si, pero antes quiere saber la opinión del pueblo, porque la democracia es eso y no lo que dicen los bancos; en ese momento, las Furias se desatan y persiguen al Orestes del Gobierno: ¡Cómo te atreves a convocar un referéndum contra la opinión del Coro, eres un pirómano, puedes hundir al euro, desestabilizar Europa y dejarnos con el culo al aire delante de Estados Unidos y los países emergentes, que van a ser nuestros clientes! Orestes-Papandreu acaba por inmolarse en el Areópago, se somete a una moción de confianza, que gana, dimite y deja paso a un gobierno de concentración o de conveniencia o de lo que sea, que sea más manso con el coro europeo y se busque la vida. No me negarán que esto no es clásico y trágico.
La única decisión sensata en este caos económico era la de pedir la opinión del pueblo, con todos los problemas y con todos los defectos que eso conlleva. Fue lo único que puso de los nervios a los grandes dirigentes mundiales que son los que nos han traído a este estado de cosas (sea el que sea, que no lo tenemos todavía muy claro). Europa y los G-20 prefieren seguir la técnica del despotismo ilustrado: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, y mangonear una situación económica sólo controlada por los Mercados (sean estos lo que sean, que tampoco lo tenemos claro). La situación organizada por Alemania y Francia (o por Merkel y Sarkozy, da lo mismo) consistía en que los sistemas políticos que tendían hacia el Estado de Bienestar, del que siempre se habló pero nunca se alcanzó, tenían que meter dinero en los bancos, que fueron los que organizaron el desastre con la manipulación y los cambalaches de especulaciones fiscales y fondos de alto riesgo que, a la larga, sólo beneficiaban a los propios bancos; después nadie les pide cuentas a los bancos, pero se pide a todos los países en peligro que recorten todo lo que puedan, esto quiere decir, que supriman inversión en materia social y sólo inviertan en todo lo que pueda hacer subir a los mercados. Así las cosas, sólo hay que analizar una relación de causa y efecto: cuando Papandreu amenaza con un referéndum (es decir, lo propio, que los ciudadanos decidan con su cabeza) los mercados tiemblan y se hunden; cuando Papandreu renuncia al referéndum, los mercados respiran aliviados. La democracia está cautiva; los ciudadanos no pueden decidir, los mercados ya decidieron por ellos. Europa es una falacia, nunca llegó a ser más que un enorme mercado común europeo, nada más; el barniz de inversión social, cultural y demás añadidos, no fue más que una manera de hacer negocio con otras herramientas. 
Esquilo lo tendría muy fácil para escribir una nueva trilogía; sólo tendría que copiar las noticias de los periódicos, aunque con cuidado, porque si traslada las palabras de los grandes dirigentes correría el peligro de escribir una comedia de Aristófanes. La cosa sería de risa si no fuera una tragedia. El final griego, como todos saben, consistió en que el demócrata Papandreu, el hombre que quería saber lo que opinaba su pueblo, fue sustituido por un hombre de consenso, a la espera de elecciones. Cuando el Capitalismo entra por la puerta, la Democracia sale por la ventana. O se convierte en un juego muy simple, como el de preguntar a los ciudadanos a quién quiere más, si a Papá o a Mamá, como esa estúpida pregunta que hacen a veces a los niños y que los deja (a los niños) con cara perpleja. Si entráramos en sus cerebros veríamos que, en realidad, piensan: “Esta señora es tonta”. Eso es lo que nos preguntarán dentro de unos días.

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