jueves, 2 de junio de 2011

De frente y perfil

Diario de Pontevedra. 02/06/2011 - J.A. Xesteira
Alguien, probablemente un americano, se inventó el “perfil” (“profile” lo llamó) para seleccionar al personal con un fin determinado, para que las personas se adecuaran a un esquema prefijado. Queremos un ingeniero que no fume, que esté casado y tenga un sólo hijo, tenga un máster en USA, que sean aficionado al fútbol, haga footing y barbacoas los fines de semana. Y ya está, sólo hay que coger el candidato adecuado y meterlo en el perfil. Viene a ser como si compramos primero la cuna y después buscamos al hijo que se adapte a las medidas. No es que el concepto no existiera, siempre se buscó el candidato que se adecuara a unas características determinadas, pero antes no se le llama encajar en el “perfil”, el concepto es el concepto, pero varía la palabra. Como todas las palabras, su uso se desmadró, y ahora se buscan gentes que encajen en el perfil, se dice de un individuo que no se adapta al perfil, e, incluso que alguien tiene un perfil bajo o alto. De la misma manera que el perfil sirve para contratar a gentes que cumplan los requisitos, sirve para todo lo contrario, para echar de una empresa “porque no se adapta al perfil prefijado”. Es un arma de doble filo y, en el fondo, no es más que una trampa, una disculpa hipócrita para justificar lo que se hace y lo que se deshace. En el fondo es una figura retórica que no sirve para nada. Lo recordaba hace unos días cuando leía la noticia de la detención del director del Igape, acusado de varios delitos de dinero. En el periódico que hojeaba decía textualmente que había sido contratado para el puesto, en el que cobraba un sueldo mayor que el presidente que lo contrataba (en el fondo o en la forma) y en el que gestionaba una cantidad grande de millones de euros (unos 380 me parece recordar) porque “tenía el perfil adecuado para el cargo”. Independientemente de los delitos que le imputan y de la presunción de inocencia, me quiero fijar en ese detalle: daba el perfil. Miles de kilómetros más allá, en Nueva York, detenían a Strauss-Kahn acusado de un delito sensiblemente distinto: por atacar sexualmente a la camarera de un hotel. Este caso, aunque raro y con tufo de complot peliculero (tiene materia para un thriller judicial de primera) se parece al gallego en un punto: Strauss-Kahn daba el perfil. Era el hombre idóneo para dirigir el Fondo Monetario Internacional y, últimamente, también daba el perfil para ser el candidato de los socialistas franceses contra Sarkozy. Sea culpable o no, era un economista de altos vuelos, de sueldo enorme que daba el perfil adecuado. Ahora, ambos, al margen de la presunción de inocencia (siempre es preferible la inocencia), ya han dado no sólo el perfil sino también el frente, según la iconografía a que nos tiene acostumbrado el cine. Hay perfiles para todo. Seguramente todos los ejecutivos de alto standing que dirigen impunemente las compañías de fondos riesgo, las agencias de calificación y todos los que originaron la Crisis, encajaban en un perfil en el que no encajaría ni Marlon Brando en el Padrino Primera Parte (Don Corleone, por lo menos pedía un respeto). No se sabe quien dibuja los perfiles, pero no es uno de esos recortadores de papel que se ponen en algunas plazas y le sacan a uno la silueta en negro. En algún sitio debe haber un “perfilero”, que es el que diseña el perfil (¿cual será el perfil del diseñador de perfiles?) Es el contrario del jefe de recursos humanos, que es el despedidor (“su perfil no encaja, así que mañana, no venga a trabajar”). Por ejemplo, una empresa que fabricaba reposacabezas para coches en Redondela acaba de decidir que los 200 empleados no daban el perfil, que ahora pasa a ser un perfil de rumano o tunecino, que más barato y menos sindicado. ¿Y en política?¿Dan el perfil los políticos? No, en política no hay perfil. El proceso es distinto, se puede empezar de concejal, o de “furafollas” de partido e ir escalando peldaño a peldaño (o cabeza a cabeza) hasta las más altas cumbres del poder político. Es cuestión de habilidad, porque para ser político no hay que presentar papeles académicos ni currículo con másters y cursos en el extranjero. Basta conocer los vericuetos. El perfil, en estos casos, se va adaptando a las circunstancias, al tiempo y al espacio. Por ejemplo, no es lo mismo un perfil de izquierdas de cuando el marxismo formaba parte del currículo que un perfil de izquierdas actual; ni es igual el perfil de la derecha franquista que el de la derecha democrática (aunque a veces lo parezca), ni es lo mismo el perfil de Mayo del 68 (siglo pasado) que de Mayo del 15-M (ahora mismo). El PSOE busca en Rubalcaba al nuevo líder que encaje en el perfil. El PP tiene a Rajoy metido en un perfil que no es el suyo, es prestado, y a veces le queda pequeño y a veces se le descose por las sisas, era el perfil de Aznar, que tiene barriga de tableta de chocolate, pero es más bajito que Mariano. Son perfiles distintos y mensajes que no encajan. El problema es que todavía no se ha dado cuenta nadie de la política, metidos como están en analizar resultados, pactar, reflexionar en lo que hicieron mal, brindar una vez más por lo triunfadores que somos y otras menudencias propias del deporte político, que no se trata ya de tener un perfil, sino de que el mundo acaba de cambiar y ellos están con esos pelos y esas corbatas. El problema es otro, y ellos no quieren saberlo; como los tres monos místicos (ver Wikipedia) no ven ni oyen ni hablan. Como un cuadro del Renacimiento, no sólo importa el perfil, sino el paisaje del fondo, que es muy distinto. La política ya es casi idéntica al fútbol; acaban de echar a Valdano del Real Madrid porque su perfil dejó de encajar en el perfil de Mourinho. Son dos conceptos distintos, el del florido hablador argentino no tiene nada que ver con el arisco y maleducado del portugués (que no encaja, por otra parte en el perfil del portugués tópico). Los hinchas aman a Mourinho y al PP, pero sabemos que a la vuelta de la esquina puede cambiar el viento y la masa votante y animadora puede cambiar. El resultado es empresarial y sólo vale la productividad.

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