jueves, 26 de mayo de 2011

Después de la marea

Diario de Pontevedra. 25/05/2011 - J.A. Xesteira
El domingo pasado ya elegimos al alcalde de mi pueblo o, al menos, cada uno escogió y votó. Ese acto que debería ser corriente y natural se convirtió, por obra y gracia de diversos factores extrínsecos, en algo más, impreciso y de gran alboroto periodístico. No voy a analizar los resultados de las elecciones municipales y autonómicas; no hace falta, primero, porque los resultados, ajustados al plan previsto, lo dicen todo y cualquiera puede sacar sus propias consecuencias y discutirlas en la barra del bar; y segundo, porque aún no se conocían los resultados finales y ya había una legión de expertos y “todólogos” (la expresión la tomé prestada de un catedrático) que ya lo estaban explicando todo al dedillo y, lo que es más importante (para ellos), explicando lo que va a pasar en el futuro. Todos tenemos explicaciones para nuestros gustos; los que ganaron dirán una cosa y los que perdieron dirán otra, todos se explicarán; unos dirán que el país está de una manera y otros de otra. Pero el país está como siempre: lleno de paisanos. Los españoles en general (en particular cada grupo autonómico tiene sus peculiaridades) tenemos una componente extraña a la hora de entender (si es que la entendemos) la democracia. No estamos sólo a lo que estamos, es decir, que podemos votar en unas elecciones municipales y autonómicas pero con la vista en otros horizontes y la cabeza en otras intenciones. No debemos olvidar que somos el país que echó a un rey e instauró la República con unas simples elecciones municipales, ni siquiera un referéndum; así, eligieron unos concejales y, de paso, echaron a Alfonso XIII, que vivió como un rey, especulando en Bolsa desde su mansión de Roma. El domingo elegimos al alcalde de mi pueblo, pero, en el fondo, estábamos jugando la champions entre el PP y el PSOE, que, además, ya se sabía como iba a acabar. Debe ser parte de nuestra idiosincrasia esa consideración de las elecciones democráticas como una de las bellas artes marciales y marcianas. Hay voces dolidas que afirman que el pueblo español no sabe votar, no es racional, está abotargado con telebasura y poco culturizado. Y no es cierto, el pueblo español sabe votar, como cualquier otro pueblo. Pero vota a su manera, igual que los alemanes, los británicos o los franceses. Si analizáramos a un pueblo por sus géneros musicales, y esto es un sistema de análisis tan bueno como estudiarlos desde el punto de vista de sus dietas o de sus bailes regionales, veríamos que el género musical por excelencia español es la zarzuela, que no tiene igual en todo el mundo. Una obra lírica que cuenta una historia teatral entre absurda y ridícula, gritada, cantada y acompañada de orquesta, que siempre acaba bien, con amores tópicos y personajes que no desentonarían en la telebasura. La diferencia con la ópera italiana (que define mejor a la democracia de Berlusconi) es que la italiana es igual de absurda, pero siempre acaba mal, con muertes y dramas folletinescos. Y así somos y así votaremos: como un coro de segadores otorgando el voto a unos cantantes disfrazados de señoritos mientras a su alrededor bailan danzas populares y salen un par de cómicos a poner unas risas en medio. Todavía estamos digiriendo la resaca después que haya bajado la marea. Todavía el PP está en el balcón saludando a sus hinchas, mientras el PSOE busca los pactos precisos para gobernar o impedir que gobierne el PP en los ayuntamientos. Los analistas están que no paran (hay más expertos que votos nulos y en blanco). Pero la vida ya ha dado un giro social, y eso debería ser natural. Como ha sido natural que estallara un movimiento el 15-M que se extiende como una mancha de aceite. Y no ha hecho más que empezar, aunque su camino es impreciso. Los dos grandes partidos deberían tomar nota de ellos y no dejarlos caer en saco roto. Aunque es pronto para que enfoquen sus pretensiones, lo más seguro es que de toda esa acampada surjan líderes, otros que sólo pretendan buscar un puesto de trabajo y algunos que pasaban por allí y se quedaron. Los partidos deberían tomar nota y entender el mensaje (cosa difícil, no suelen escuchar con atención, sólo el ruido y nunca las nueces) Hace falta, por el buen funcionamiento del país, que las izquierdas (sean estas lo que sean) sean “de izquierdas” y las derechas se homologuen con las derechas civilizadas. Es difícil, porque en las zarzuelas, los libretos suelen ser una chapuza, pero hay que intentarlo para que tengamos una democracia mínimamente racional y culta, y no una asamblea de vecinos del edificio. España suele ir a contrapié de Europa. Cuando el gobierno era socialista (en tiempos de González) en Europa gobernaba la derecha de Kohl y Thatcher, y cuando la época Aznar, los referentes eran Blair y Schroeder. Y todos se entendían. Ahora, la corriente europea está virando hacia no se sabe donde, y en España estamos en “stand by”. Después de la marea, por mucho que los expertos digan lo que va a pasar, todavía queda un año por delante. El movimiento social que se ha producido en las plazas y que no se puede negar que tuvo una in fluencia enorme, sobre todo en la derrota del PSOE, no ha hecho más que empezar, y ahí irán a pescar nuevas figuras los partidos clásicos. Puede que incluso surjan nuevas formaciones políticas de esa acampada modélica y ecológica, puede que incluso se recuperen viejas maneras de entender la cosa pública, puede que vuelvan ideas extraviadas con las que oponerse al capitalismo neoliberal que, no olvidemos, están en la base del desbarajuste económico por el que los delincuentes se pasean en total impunidad. Lo cierto es que todavía falta un año para que haya otras elecciones, esta vez si, las legislativas, y en un año pueden pasar muchas cosas y no cabe descartar ninguna. De la noche a la mañana cambia la vida (que se lo pregunten a Japón). Lo malo es que tendremos que soportar a toda la tropa de políticos y sus expertos adyacentes dando la vara de aquí a un año. Que venga pronto el verano, que siempre relaja la tensión. No hay nada más tranquilo que un político en bermudas.

1 comentario: