viernes, 30 de diciembre de 2016

Resumen de olvidos

J.A.Xesteira
En el último artículo del año, igual que en los últimos periódicos del año, se suele recurrir al viejo truco de hacer balance. Hace años, cuando las redacciones trabajaban el día 31, se hacía un  periódico de circunstancias, rellenado con los resúmenes del año y cuatro cosas del día, y después, cada uno a su casa, a celebrar las campanadas. Eran tiempos en que lo importante, la información necesaria, era la que venía en los periódicos, que eran como el acta notarial; lo que no salía allí saldría al día siguiente, si era importante, y si no, no salía, y no pasaba nada. El momento actual es totalmente opuesto, en la información (digitalizada, instantánea y de difusión global) prima la cantidad sobre la calidad. Las noticias de hace cuarenta años se han multiplicado hasta el infinito y más allá. Todas valen, incluso las que antes iban al cesto de los papeles. Diría más, son esas noticias, las que no son noticia ni sirven para nada (mueren a la media hora después de recorrer el mundo de uno a otro teléfono) las que más abundan. El lector-espectador recibe a cada instante toneladas de basura que no puede ni quiere procesar. La desechará al momento, porque le va a entrar al cabo de ese momento otra tonelada más de pseudo noticias, sin valorar, sin reciclar, sin gramática ni sentido periodístico. En ese contexto no sirve de nada hacer resumen del año. La Wikipedia lo hará dentro de un momento por nosotros; sólo tenemos que dar un golpe de ratón y ya tenemos el año al por menor. El lector-espectador va perdiendo, poco a poco la capacidad de asombro, la posibilidad de conocer y de reaccionar ante lo que Antonio Machado llamó “eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”.
Por tanto renuncio a hacer balance de los muertos y vivos de 2016, de la estadística que ya no interesa a nadie. De hecho, el bombardeo masivo de noticias sobre nuestra capacidqad de recepción ha motivado que nos interesen cada vez menos cosas y que las olvidemos al instante. Y que, además, nos importe muy poco todo ese proceso. Nadie va a pedir responsabilidades a los dirigentes que nos gobiernan, desde la parroquia hasta el mundo entero por la cantidad de promesas firmadas y santificadas en grandes (y pequeñas) reuniónes y que nunca se cumplirán. Las hemos olvidado. Vale un  ejemplo: los grandes acuerdos suscritos por la ONU sobre protección del medio ambiente y la biodiversidad, firmado en Río de Janeiro en 1995 y ratificado en años posteriores, no pasa de ser un papel mojado, firmado por todos los que salieron en las fotos, pero que no ha impedido que se deforeste el Amazonas para plantar soja las multinaiconales. A nadie le importa, porque estamos entontecido e insensibilizados por la tonelada de basura informativa que ocupa nuestros gigas. Ya no nos acordamos.
¿Se acuerdan de Haití?. En ese país, el más pobre de América hubo un terremoto en 2010 que movilizó a todo el mundo; todos los dirigentes mundiales mostraron en público su apoyo y solidaridad, todas las televisiones organizaron campañas y telemaratones para recaudar fondos; se abrieron cuentas y se fletaron aviones. Fue un gran negocio para los bancos, que cobraron tasas por las cuentas solidarias, para las líneas aéreas, que movieron a sus aviones, y para los países, que aprovecharon para colocar los sobrantes de producción. Aquello se llenó de soldados y cooperantes y todo el mundo apoyaba a Haití, un cacho de isla tropical compartida con Dominicana. Este año (¿se acuerdan?) el huracán Matthew arrasó la isla y otra vez nos dimos cuenta de su existencia; entre el terremoto y el huracán, Haití no levantó cabeza: el 80 por ciento de sus habitantes vive bajo el umbral de la pobreza, y la deforestación (protegida en algún tratado) convirtió al país en un enorme solar que se deshace a marchas forzadas. Pero ya acabamos de olvidarlo.
¿Y se acuerdan del tratado aquel sobre los refugiados africanos, subsaharianos y del Magreb? Lo firmaron los paises europeos para acoger a no sé cuantos miles de refugiados (llamados desde ese momento inmigrantes) que huían de la miseria, la guerra y el hambre que, las más de las veces, estaban originadas por políticas occidentales en combinación con los ricos emiratos (que se benefician de la venta de armas y petróleo a las guerras que organizan sobre el norte africano) Recientemente, en setiembre de este año (ya ni se acuerdan) la ONU aprobó la Declaració de Nueva York para acoger a esos miles de seres humanos que andan a la deriva. Europa, después de hacerse la foto solidaria, suscribió otro acuerdo con Turquía, para que este país actuara de carcelero de los refugiados en campos de concentración. De lo prometido y de lo firmado, todo quedó en una foto hipócrita (cuando salen en las fotos de los acuerdos ya saben que no se van a cumplir) y nada más. Pero ya olvidamos todo esto, ahora nos recuerdan que los refugiados son malos y terroristas, seguramente para justificar su hipocresía con nuestra propia paranoia. No nos acordaremos de aquí hasta el final del artículo.
Por decir otro, ¿se acuerdan de todos los tratados sobre el cambio climático que se firman desde 1992 (Nueva York) y que este año se celebró en Marrakesh? Año tras año vienen alarmando con las consecuencias del cambio climático, que ahora están a la vista y dentro de poco será un peligro irremediable (este año declararon la lucha como “irreversible”, pero con gentes en los gobiernos que no se creen que el clima cambie, nunca se sabe).
Nos olvidamos de todo lo que pasa y esa baza juega a favor de los que organizan el mundo. Nos olvidamos de que firmaron un día una Declaración Universal de Derechos Humanos. Nuestra memoria es demasiado frágil. Ya ni nos acordamos de la larga lista de “operaciones” jurídico-policiales que se abren contra supuestos corruptos, desde la infanta de Borbón hasta el Bigotes. Una larga lista que ya olvidamos porque parece que nunca será nadie condenado. Pero convendría hacer memoria. Y acordarnos. Al menos en fin de año.

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