domingo, 1 de febrero de 2015

Pero el mundo sigue girando

Diario de Pontevedra 30/01/2015 - J.A. Xesteira
Ya están cortadas las barbas del vecino y todos los grandes teóricos desparraman sentencias sobre lo que va a pasar en España en la post-Grecia; si perjudica o beneficia a unos, a otros, o a todos o a ninguno y que si Europa amenaza o el Banco Europeo no lo ve bien, o el FMI se pondrá en contra de la izquierda griega y su mayoría de votos de cabreados. Si hacemos caso de los periódicos de papel llamados “nacionales” (cada vez más periódicos y menos periodísticos) creeremos que se acerca el fin del mundo; esos grandes referentes se echan las manos a la cabeza para meter miedo entre los españoles; todos parecen rasgarse las vestiduras por el resultado (previsto) en Grecia y avisar del contagio con España, por más que hasta hace unos días todos los periódicos repitieron la conocida sentencia recomendada por los principales partidos, que juegan al virgencita-que-me-quede-como-estoy, de que Grecia no es España. El corrimiento de tierras políticas es evidente, y cada cual atiende a su juego; los socialistas andaluces convocan elecciones sin un motivo claro (juego peligroso) y el resto se supone que estarán aprendiendo de lo que sucedió el domingo griego. Ganó Syriza y puede que gane Podemos, o no. Pero el mundo sigue girando. Pese a que todo cambie no significa que todo se acabe para la inmensa mayoría de las gentes que tiene otras preocupaciones más directas. No hay que temer al miedo que nos regalan los periódicos como el deuvedé del fin de semana. Vivimos hace años una dictadura con Franco, una Transición donde viejos franquistas se transformaron en demócratas constitucionales; gobernó el centro-derecha, después el centro socialista, después la derecha y puede que ahora dé otra vuelta a la tuerca de la legislatura, se renueve el Parlamento y se mantenga un inútil Senado (no sirve para nada, científicamente demostrado). Pero el mundo seguirá girando. Nunca para. 
Los grandes partidos reaccionan tarde, porque desde arriba parece que todo anda más despacio. Desde abajo el tiemppo corre aprisa, sobre todo para los que ven que su vida no se la van a solucionar aquellos partidos por los que votaron y que después no cumplieron lo que prometían y se dedicaron a sus cosas que no son las nuestras. Los cabreados que votaron a Syriza en Grecia o los que pueden votar a la izquierda en España, son los que se dieron cuenta de que votar a PP y PSOE en su momento es como mear contra el viento: alivia la vejiga, pero acaba uno perdido. Todas estas cosas nos las explicarán los grandes catastrofistas, pero, mientras tanto, el mundo, que no ha parado ni un momento, sigue girando. Los grandes partidos dan señales de vestirse aprisa para la ocasión; se pelean contra los elementos adversos, contra las cajas B de Bárcenas (imposible creer que nadie sabía que los partidos se financian con subvenciones de tapadillo) y con los propios movimientos internos (si prestan atención cuando salen los líderes a decir su frase en las televisiones, oirán los murmullos de sus propios conmilitones como si fueran las tripas revolviéndose después de una mala digestión). Aparecen estadísticas, encuestas oficiales y resultados variados que avalan cualquier gestión; nadie se las cree; los números pueden ser explicados según convenga, y nadie se toma la molestia de leer estadísticas en los periódicos. En los dos grandes partidos se estudia con lupa si Zapatero le da la mano a Sánchez o si Aznar ningunea a Rajoy. Son esas pequeñas cacas que cada político trata de disparar al contrario como si se las acabara de sacar de la nariz. Cada uno gestiona su miedo mientras el mundo sigue girando y la noche sigue siempre al día. Sus miedos se traducen en la renovación de las caras. Hace unos días me sorprendió ver un debate televisivo entre políticos y todas eran caras jóvenes, distintas y con voces nuevas, dialogantes y razonablemente educadas, sin corbatas (las corbatas atragantan las ideas, que no llegan a su expresión natural). Al menos, me dije, el miedo a lo que puede venir ha renovado algunas cosas. Y se notan variaciones sobre los mismos temas en los partidos que quieren asegurar a los suyos en su voto y evitar que se les escapen los vacilantes por los rotos de los lados. Pero mientras tratan de convencernos de los buenos que son y del futuro brillante que ya nos prometieron otras veces, el mundo gira y gira. 
La reacción ante Grecia era la prevista: los mercados bajaron, como era de esperar, pero ya sabemos que en estos mercados no hay vigilancia, los chamarileros venden siempre mercancía defectuosa, caducada y a veces podrida, y a precios sin control; en realidad son delincuentes disfrazados de tenderos. También las voces de los que mandan en Europa se hicieron notar, aunque con prudencia, sin descubrir sus cartas siempre marcadas. Los partidos españoles se desmarcan de los griegos (yo a ese Pasok no lo conozco, dice uno; la culpa la tiene Syriza, dice el otro) Y al fondo todos esperan a ver que pasa con la deuda que era privada hasta que el gobierno griego anterior la hizo pública con la presión europea. Pero, ¿que pasaría si les diera un arrebato (que es lo que temen en Europa) y decidieran no pagar la deuda? Bueno, pues ya hay opiniones al respecto, y una de ellas, la del premio Nóbel Stiglitz afirma que sería bueno y saludable. Y el mundo seguiría girando un poco más optimista, pero siempre a lo suyo. 
Todas las estrategias por mantener el poder y todas por conquistarlo no son nada ante los pequeños detalles que nos salvan de tanta hipócrita ruíndad. El gesto de la anciana desahuciada de Vallecas de dar la mitad del dinero, que recaudó para ella el Rayo Vallecano, a los hijos de un portero de fútbol nigeriano, muerto en la pobreza madrileña, vale más que todos los partidos políticos, todos los mercados de valores, toda la palabrería de los rimbombantes. Ante gestos como este, el mundo se para un momento, para todo lo demás sigue girando sin parar.

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