martes, 19 de noviembre de 2013

Las manos que nos tienen


Diario de Pontevedra. 15/11/2013 - J.A. Xesteira
En buena mano está el pandero, solía decir un viejo director de periódico cuando la situación estaba gobernada por algún insensato o un incompetente. El otro día oí decir a un «célebre» (un paisano de mi aldea llama así a los que destacan o tratan de destacar sin ningún mérito) que la situación estaba en buenas manos; no sé que situación ni que manos, porque pillé la sentencia en la radio del coche a voleo. Pero la frase del «célebre», puede que político, puede que economista-finaciero-bancario o experto de guardia, me recordó la frase del inicio y, al tiempo, me llevó a pensar (ahora sólo pienso como juego) cuales pueden ser las manos que sostienen la situación, las manos en las que está nuestro pandero vital y existencial. Se me ocurre que las primeras manos que sostienen a la sociedad de este país es el Gobierno, que es quien ostenta la facultad y el mando democráticos para organizar, al menos durante cuatro años, el rumbo del país con todos sus habitantes. Estamos en sus manos. Pero el rumbo y la situación son complicados, los habitantes padecemos la Crisis, que es la palabra-resumen, y la única solución visible de las manos que mecen a la sociedad (seguramente para que se duerma y no dé la lata) fueron, hasta ahora, las de los Recortes (otra palabra resumen) un concepto argumentado como el mal menor, lo necesario, lo imprescindible. Así el gobierno creó los Recortes como los crímenes de la calle Morgue (releamos a Poe) sólo para atemorizar al personal con una amenaza misteriosa; en realidad el gobierno recorta al estilo de la novela: un mono con una navaja barbera. Una cosa peligrosa que soluciona por la vía de rebanar el pescuezo social. Pero cuando se descubre que el mono tiene la navaja, el misterio queda al desnudo y se producen resbalones como los del «célebre»" ministro Wert, que rebanó de un navajazo las becas Erasmus (debe ser premonitorio, a fin de cuentas, Erasmus era una mente libre, enfrentado a católicos y protestantes y autor del Elogio de la Estupidez) y justificó su acción diciendo que Europa reduce las ayudas a España. En sus manos está nada menos que la Educación y la Cultura de este país, y el ministro Wert cuenta con el apoyo del presidente Rajoy, el resto de sus compañeros de pupitre no dicen nada. Pero si dice el comisario europeo de Educación, que dice que Wert se equivoca, que Europa aumentó los presupuestos y que lo que afirma el ministro es «basura» (literal).
Y en la basura están los madrileños. También están en manos de Ana Botella, alcaldesa, otra «célebre» que suele proporcionar material humorístico para internet, a su pesar. La alcaldesa se sacude el conflicto diciendo que es un asunto interno de una empresa y sus empleados. Alguien de su partido le debió decir que no, que es un asunto municipal, que los ciudadanos pagan tasas municipales de basura; y en la prensa inglesa abren páginas diciendo que Madrid es «un vertedero de basura». Pobre Madrid, no le llegaba con la caída vertiginosa en las preferencias turísticas, sino que por encima la inundan de porquería. Los catalanes sonríen, seguramente, con disimulo, porque su Barcelona es destino preferido y le pasan la manguera a Las Ramblas. Pero Los catalanes también están en buenas manos. Mas (el president, no el signo de sumar) lanza el farol de que tiene repóker independentista, pero no pone la apuesta encima del tapete, y mientras se va a rezar al Muro de las Lamentaciones de Israel, que es como es Santo de los Croques, una retórica turística, en el Parlament comparece Rato, que tuvo Bankia en sus manos, y es amenazado con una chancla. ¡Buñuel no lo hubiera hecho mejor! Se escandalizan y acusan al parlamentario radical de falta de respeto al antiguo ministro y presidente de varios organismos económicos sin control. Nadie le dijo a Rato que era una falta de respeto hacia la ciudadanía su actuación en bancos e instituciones en las que cobró grandes sumas de dinero público y ahorros de preferentistas. Seguimos estando en sus manos aunque el panorama se haya disfrazado de apariencia legal y los jueces sumen imputados y engorden sumarios como capones de navidad.
En manos de los jueces estamos (de alguna manera) cuando la sociedad depende de la actitud de ellos para meter en la cárcel o abrir juicio a unos cuantos «célebres» que pensaban que su puesto, su situación, su colocación en la escala social les garantizaba una impunidad para corromperse y perpetrar todo tipo de sinvergüencerías. Pero pasa el tiempo, y los asuntos siguen en manos de jueces que parecen no acabar nunca de ejercer la justicia o, como mal menor, de aplicar las leyes. El personal acaba por inquietarse cuando los sospechosos habituales siguen en la calle, en espera de juicio, y que sólo los subalternos (tropa de Marbella) van a la cárcel. Cuando los fiscales parecen defender en lugar de acusar. Y cuando se resuelve, al fin, el juicio del «Prestige», resulta que nadie tuvo culpa de nada, como si fuera un fenómeno natural, una inundación, un temporal.
Podíamos espera que la oposición oficial, que un día fue Gobierno y nos tuvo en sus manos, pudiera crear alguna esperanza, pero lo único que resultó de su feria de vanidades políticas es que, al parecer, los socialistas se había ido a alguna parte y que ahora vuelven (la cosa tiene un aire de mariachi, de volver y dar la media vuelta) Pero no se sabe a donde fueron; en tiempos se fueron del marxismo y se pusieron corbata para ir en las procesiones. Ahora se acuerda de que tienen que romper con la iglesia católica y que van a dar un giro a la izquierda, que son socialdemócratas y algunas generalidades más. Pero lo tienen difícil para hacer que sus antiguos votantes vuelvan con ellos. Durante sus gobiernos anduvieron por la vida como si acabaran de bajar del Sinaí con los decretos grabados en las losas. Ahora el pandero está en otras manos, no lo saben tocar y están a punto de romper el parche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario