domingo, 21 de julio de 2013

Los acontecimientos


Diario de Pontevedra. 20/07/2013 - J.A. Xesteira
Una de las expresiones literarias que vienen empaquetadas de fábrica es la de que “los acontecimientos se precipitan”, siempre, como si todas las noticias se vinieran abajo atropellándose unas a otras en medio de un barullo sin pies ni cabeza (otra expresión habitual). Como la frase hecha de que “los sorprendió la aurora”, como si los protagonistas de la historia literaria se asombraran de que amaneciera tan temprano. Los acontecimientos noticiosos de cada día se precipitan, se agolpan en las páginas de los periódicos y el barullo es parecido al de los dibujos animados; seguramente cuando este artículo llegue al periódico habrá nuevos acontecimientos sepultando precipitadamente a los que ahora (un par de días antes, ahora mismo acaba de acontecer que el presidente del Constitucional era socio de cuota del partido en el Gobierno) me sirven para rellenar el papel (virtual) en blanco con palabras escritas en letras Times. Los acontecimientos-base, que manejo ahora se precipitan sobre el partido del Gobierno, arrojados desde esos papeles del Gran Chivato, que hasta hace unos años era “nuestro hombre” en el PP y ahora es “un reo que no merece credibilidad”. Los argumentos con los que los personajes del gran guiñol quieren echar fuera los balones que llueven sobre una portería sin defensas son vacíos como un centollo-farol y nadie se cree que se sorprendan de revelaciones que estaban desde siempre en el ánimo de los ciudadanos comunes, que siempre tuvimos la inteligencia suficiente como para entender que un partido político sumergido en una economía de reparto de obras subvencionadas con dinero público, experimenta un empuje ascendente, que es directamente proporcional a los pagos en dinero opaco por parte de empresarios que primero pagan campañas para después poder decir “¿qué hay de lo mío?” Y dicho esto entiendan que no me refiero solamente al partido del Gobierno. El jefe de la oposición se embarca a la fuerza en una embarcación con peligro de naufragio. Tiene que amagar con una moción de censura que no le hace ninguna gracia; primero, porque la mayoría popular la echará abajo, segundo, porque, en el hipotético caso de ganarla o de dejar tocado del ala al Gobierno, no cuenta con plantilla suficiente para empezar una liga con aires de ganar. Los argumentos del pintoresco portavoz del PP de que a ellos los respaldan once millones de votantes ya no sirve; aquellos once millones de votos han precipitado como en un preparado químico; el respaldo no es eterno y el voto es “móbile qual piuma al vento”; ahora mismo me temo que el respaldo sería distinto. El cuentagotas diario que encabezan los titulares de primeras páginas se sobreponen y se derrumban sobre la sociedad que contempla el espectáculo como si fueran los fuegos de la fiesta patronal, un espectáculo que asombra a pesar de que ya sabíamos como era y quienes eran los pirotécnicos. Los papeles del Reo se precipitan en dosis estudiadas (ahora con nuevo abogado defensor del Reo y bombardero del partido que empleo al Reo) Sobre el montón de acontecimientos ya no se distinguen las tramas, los delitos ni los personajes. Se ha precipitado todo a mogollón sobre la sociedad y de todo ello se saca solo el máximo común denominador: algo huele a podrido en la marca España-es-la-mejor. Por momentos tenemos la sensación de que todos los personajes de esta tragicomedia hablan y actúan según el texto teatral. Los parlamentos de los actores principales, cuando salen en pantalla, parecen haber sido escritos por alguien, y tenemos la impresión de estar ante una situación con guión marcado. Sabemos –o prevemos– lo que va a pasar, como si todo fuera gobernado por el Destino. Y no nos gusta. El problema es que el personal ciudadano no está para elecciones anticipadas ni para reformar nada. Los propios acontecimiento se han precipitado sobre la economía del país. Y estamos metidos en medio de tanta mala noticia que no damos abasto para procesar toda la información con nuestros cerebros de pocos gigas de capacidad. Los acontecimientos paralelos a lo principal los descartamos por secundarios. El caso Palau, la única corrupción lírica del país con CiU y Ferrovial cantando arias de cinco millones. El paro creciente que llegará –dicen los expertos– al 27 por ciento el año que viene (pero que ya ha llegado al 55 por ciento para los jóvenes) y que es el resultado de haber sustituido la política de empleo por la economía de empleo; como consecuencia, cada vez se pone más difícil estudiar en las universidades españolas donde ya no hay dinero para sostenerlas, y cada vez hay más jóvenes buscando la vida en la emigración. El extraño conflicto de los astilleros, que nadie entiende (¿qué eran esas subvenciones? ¿quién las cobró? ¿a dónde fueron a parar? ¿por qué hay que devolverlas? nadie lo explica con claridad). Incluso han precipitado a Antón Reixa de las cumbres de la SGAE (autor es cualquiera, lo difícil es vivir de eso). Y ya han precipitado hasta lo más sagrado (no, no son los obispos, que siempre están a cubierto esperando que escampe) que es el fútbol; el Madrid se arrepiente de sus pecados y se hace más humilde y español, mientras que el Barça, que hizo de la humildad su bandera, saca ahora sus trapos sucios y sus desamores entre Pep y Tito. Las cosas van mal, y prueba de ello es que en deporte, que éramos la envidia de Occidente, no ganamos ni una, los motoristas se parten las clavículas, los tenistas son de tierra, los ciclistas, los futbolistas..., todo nuestro orgullo deportivo cotiza a mínimos. Incluso el rey Juan Carlos, que se va a Marruecos para comer cuscús con su sobrino Mohamed, aparece avanzando con muletas, lentamente, hacia una posible abdicación, que se pide, también a sabiendas que eso no solucionará nada (su hijo ya es el que viene a Marín por el Carmen). El verano, que todo lo atempera y relaja, pasa en un abrir y cerrar de ojos, y el amanecer del invierno nos va a sorprender a todos como siempre, metidos en acontecimientos que no podemos prever y, mucho peor, no podremos solucionar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario