sábado, 11 de agosto de 2012

Una cierta falta de estilo


Diario de Pontevedra. 11/08/2012 - J.A. Xesteira
Los veranos no son lo que eran. Nunca lo fueron. Los veranos del recuerdo siempre fueron más calurosos y divertidos que los presentes. Es condición del ser humano categorizar la meteorología: este verano es el más lluvioso, el más ventoso, el más caluroso o el más frío que recuerdo. Es una norma que generalmente contradice la memoria o el dato registrado. Los veranos del pasado siempre fueron, eso sí, el momento de relajación, de despreocupación, cuando las gentes se iban de vacaciones, se disfrazaban de personaje de tebeo y sacaban la tripa cervecera a broncearse bajo una capa de aceite de protección solar. Era el momento en que hasta el Gobierno se iba de vacaciones y se declaraba por decreto ley que no pasaba nada. En los periódicos se hablaba de cosas intrascendentes, se repetía la pauta del año pasado: fiestas, verbenas, reportajes con gafas de sol y torneos de fútbol. Las televisiones sacaban las películas del armario de las series viejas. Ya no. El Gobierno no se va de vacaciones (aunque los gobernantes se retraten en atuendo “casual”) y los Medios descargan cada diez minutos una desgracia económica y social, como para amargar el veraneo a cualquiera que haya podido irse de veraneo (con cinco millones de parados la cosa no da para muchas alegrías). Así que me sumo a los que ya decidimos no ver telediarios, no leer periódicos y, en recuerdo de aquellos filósofos llamados Tip y Coll, hablaremos del Gobierno siempre la semana que viene. Ya no quiero hablar mas del Gobierno que ha mostrado su incapacidad para gobernarnos y tratar de solucionar un problema creado por todos los dirigentes de este país, recortando los derechos de los dirigidos. Ni quiero volver a hablar de los gobiernos autonómicos, provinciales, locales y hasta de pedanía, que han mostrado su afición para gastar como una pandilla de adolescentes en botellón. Ni siquiera del verano, que también ha sido recortado y nos lo han robado junto con las vacaciones. Como en el tango sabio, hay una falta de respeto, un atropello a la razón en todos este estado de cosas. Los políticos en uso tropiezan en sus propias palabras y se ahorcan en sus firmes convicciones; prometen más de lo que pueden incumplir y mienten a sabiendas de que mienten. Casi siempre ha sido así, pero ahora mismo la sociedad está asistiendo a una falta de respeto en la que ya no se guardan las formas. Se han dejado a un lado la clase y el estilo, que era algo que nos enseñaban en las viejas normas de educación (¿a dónde fue la educación?), que ya se han saltado sin el menor rubor. El índice lo han marcado esos despidos de profesores y doctores de la Universidad Juan Carlos I, que se anuncia “de Excelencia Internacional” en su página web, que se puede leer en inglés, ruso o chino, además de en español. La Juan Carlos I acaba de despedir a varios profesores ¡por cajero automático!, inaugurando así una nueva era en la modalidad de despidos y mostrando, al mismo tiempo esa falta de respeto, esa forma de humillar al trabajador que denota la carencia de educación y elegancia que se supone a una universidad formadora de intelectuales y científicos. Los profesores despedidos se enteraron que ya lo estaban cuando fueron a sacar dinero de un cajero y se encontraron con un dinero a mayores que figuraba como “indemnización por despido”. Seguramente ese es el resultado de haber convertido las universidades españolas en viveros de emigrantes; esa es nuestra gran exportación actual: ingenieros y médicos para el resto de Europa, donde escasean. Lo de la web en chino y ruso da pistas de por donde van los tiros de la Juan Carlos I. Los despidos deben ser legales, pero poco educados, faltos de la dignidad que se supone debe ser uno de los valores de la sociedad, y que todas las universidades debieran cultivar como bienes preciados. No es así, los dirigentes que nos manejan estudiaron en universidades parecidas y se les debió pegar el estilo, o, mejor dicho, la falta de estilo. A golpe de leyes inicuas decretadas a golpe de ordeno y mando hemos alcanzado cotas impensables y ni siquiera la solidaridad con los más débiles es ya una referencia; al grito de ¡que se jodan los pobres! hemos empezado a ahorrar chocolates de loros variados, sin educación, sin elegancia, sin estilo, de la forma más burda y espesa. Hemos abierto un nuevo capítulo con decisiones que comenzaron a entrenarse con el copago de las medicinas pero que ya se ha transformado en un impuesto sanitario a los “sin papeles”, una manera de humillar al paria de la tierra que sólo puede vivir de la solidaridad ajena (nos olvidamos muy rápido de cuando los españoles fuimos “sin papeles” en la emigración); también regresan viejos fantasmas que parecían caducados: los niños irán al colegio con su fiambrera y, para que se mantenga la falta de estilo, pagarán por llevarla. Y todo será legal, la maquina de las leyes no para, y en ella cabe de todo. Si este es el Estado de Derecho, convendría cambiar de Estado y de derecho. Extraño país mal educado donde podemos presumir del tercer hombre más rico del mundo, de medallas olímpicas en deportes que sólo vemos cada cuatro años; un país con políticos maleducados; con sindicalistas (¿marxistas?) que van a comer con el rey, con corbata y sonrisa, para hablar de lo mal que va todo (aunque al rey se la sude elegantemente). Pais de ministros que sentencian que “el fin –de los jornaleros andaluces- no justifica los medios –apropiarse de alimentos–”, pero el fin de ayudar a los banqueros sí justifica los medios de despedir y rebajar sueldos a los obreros. País que soporta gobernantes y políticos sin educación, faltos de estilo, y que se muestran incapaces de alegrar ni siquiera el verano. Se conmemoraba estos días el cincuenta aniversario de la muerte de Marilyn y va y se muere Chavela Vargas; dos personas con estilo y clase. Como Tip y Coll, que siempre hablaban del Gobierno la semana que viene.

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