sábado, 16 de junio de 2012

¿Qué hice yo para merecer esto?


16/06/2012 - J.A. Xesteira
esa es la pregunta que debe estar haciéndose en este momento cada uno de los habitantes del espacio España (territorio ocupado de la Unión Capitalista Europea, supranación de difuso presente e incierto futuro). Hacerse la pregunta es gratis, contestarla, no. Cuesta unos 100.000 millones de euros, para redondear, propinas incluidas. Es una cifra que por mucho que cada uno de los españoles nos esforcemos, no cabe en una cabeza normal y honrada. La historieta ya la saben: aparece De Guindos en la televisión el sábado (antes del partido España-Italia, la cosa no es gratuita, así se distrae la presencia agorera) y anuncia que ya somos rescatados, como si hasta ese momento estuviéramos secuestrados y pagaran por nuestra libertad. Y algo así debía ser, porque según el hombre que un día fue nuestro hombre en Lehman Brothers hasta que aquel banco quebró, gracias a expertos asesores como De Guindos, ya podíamos estar tranquilos; Europa nos salvó, como si fueran los hombres de Harrelson en una mala película; cierto es que en la pelea, los “geos” que nos rescatan nos dejan acribillados y moribundos, pero, eso sí, libres para devolver el dinero que ahora nos prestan. De Guindos, que es tipo de malas pulgas y cara de pocos amigos, no admitió preguntas incómodas, y aseguró que no aparecía el presidente del Gobierno a dar explicaciones porque el ministro es del Eurogrupo y el presidente, no. Al día siguiente, ya saben, apareció Rajoy II (lo de segundo es porque todos sus ministros van por delante de él en las explicaciones) y, con semblante optimista, aseguró unas cuantas cosas: no estamos rescatados, sino que se nos abre una línea de crédito para los bancos, por si les hace falta algo de dinero suelto para sus chanchullos; Europa no presionó a Rajoy, sino que fue Rajoy el que presionó a Europa; el Gobierno hace las cosas bien, y por eso Europa confía tanto en nosotros que nos da dinero para gastos varios; la operación fue un triunfo; y una vez explicado todo el proceso triunfante, Rajoy II el Optimista, se va a ver el partido de la selección de fútbol, porque un presidente siempre tiene que estar con el partido de la patria. Claro que todo este espectáculo de poli bueno-poli malo, o poli serio-poli alegre, o de Epi y Blas, no convencieron a ninguno de los españoles que nos hacíamos la pregunta del título. Expertos como somos en largos recorridos por promesas incumplidas, por fraudes justificados, por estafas impunes y otras engañifas por el estilo, sabíamos que la cosa no era así, y que la cara oculta de la luna es distinta y, por encima, es la real. Mi abuelo solía decir en estos casos que «todo son cabronerías». Y así fue. Las voces autorizadas de Europa, los que saben de que va la cosa, la prensa internacional, los políticos comunitarios, los expertos del monstruo de tres cabezas (UE, FMI y BCE) nos confirmaron al día siguiente lo que ya sabíamos: nadie da nada gratis, y a la hora de pagar ya sabemos a quien le toca el escote. Todos los que alguna vez hemos pedido un crédito (incluso esa optimista línea de crédito de la que presume el Presidente Feliz) sabemos que después hay que devolverlo todo con los intereses, tasas y demoras, firmas ante notario y demás pequeñeces con la que nos sangran. Calculen a ojo lo que puede salir el interés de los cien mil millones y háganse a la idea de que lo vamos a pagar todos. Porque, para eso, la crisis es de todos, aunque usted no haya hecho nada para crearla. El rescate es a España, un concepto en el que nos meten a todos, como si todos fuéramos culpables de la situación. Una inmensa mayoría de los ciudadanos se dedicó a ir de mañana a su trabajo, procurar que no le despidieran, buscarse la vida honradamente, trabajando y cotizando a la Seguridad Social, pagar a Hacienda, pagar la hipoteca de un piso que le ofrecieron como ganga, meter sus ahorros en una cuenta de una caja de ahorros en la que confiaba, porque, además, conocía a los empleados y le ofrecían esa confianza personal, y, si algo le sobraba, hacer gasto, consumir para que la economía subiera. Eso es lo que hizo la mayoría de ciudadanos que ahora se encuentran con una situación que no se merecen. La victoria pintada por Rajoy II, su sonrisa y su grito de «¡goool!» en Polonia se desinfla día a día. La Bolsa, que siempre usan como detector de momentos económicos, es un desastre. La banca española pasará a ser controlada por el eje del mal: UE, FMI y BCE. Los planes del Gobierno sobre los recortes y el déficit van a ser controlados por la troika. El Eurogrupo habla claramente de que se trata de un «rescate e intervención» (seguramente porque el Eurogrupo no va al fútbol). Por si fuera poco, los bancos están siendo denunciados uno a uno ante la Justicia Española, a ver si, de una vez se piden cuentas y aparece alguien que sea responsable de algo. Ni siquiera la chulería del presidente de presionar a Europa se sostuvo: Durão Barroso, que es un portugués insumergible que habla inglés, asegura que fue él el que llamó a Rajoy II el Presionador para obligarlo a pedir el rescate. Entre tanto, la situación parece un largo despropósito; la oposición política lo pone negro y pide que se expliquen las cosas; el Gobierno dice que no hay novedad, señora baronesa, y que no se explica nada, que todo está claro y victorioso. Sólo los catalanes de CiU se hacen los suecos. En este vendaval de acontecimientos, se cambia todo para que todo siga igual y ya sabemos que la vida no sigue igual. Las voces más sonoras y responsables no consiguen inyectar esperanzas ni optimismo. El presidente del Gobierno asegura que gracias a su política no acabamos como Grecia o Portugal, y lo dice como si la cosa ya se soluciona con el rescate. En realidad la cosa no hizo más que empezar. Nadie se da cuenta de que ya estamos en otra era, en otro mundo.

1 comentario:

  1. El rescate me recuerda la masacre del Teatro Dubrovka de Moscú en 2002. Buscando semejanzas,el ministro De Guindos es Vladimir Putin y los rehenes son los habitantes del espacio llamado España. ¿Y los terroristas, quiénes son? Busque, compare y...

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