sábado, 17 de marzo de 2012

Los seres de la noche

Diario de Pontevedra. 17/03/2012 - J.A. Xesteira
Nos asomamos a diario a la televisión, a los telediarios de cualquier cadena, con la mirada fija y el terror en el cuerpo de la niña de “Poltergeist”, nos atrae y sabemos que allí dentro está el susto. Aparecen los seres del día a día, personas de apariencia correcta, amable, incluso, hombres vestidos con uniforme de hombre que se mueve por salones y pasillos parlamentarios, por edificios públicos, y mujeres que lucen modelos correctos, no ostentosos, con el desenfado de la figura pública que va a ser fotografiada en los pasillos, donde luce su sonrisa. Porque todos sonríen y a veces hasta se ríen, y no sabemos de qué. Nos asomamos a la hora fijada para darnos las noticias y cuando aparece la presentadora o presentador, adivinamos, a través de su rostro que pretende ser neutro, que hay una película de miedo detrás. Igual que Carol Anne, miramos a la pantalla y decimos para nuestro interior: “¡Ya están aquí!”. A continuación, la lista de desgracias que nos esperan nos pone los pelos de punta: una enorme cadena de desgracias nos avisan de que la cosa está fea y se va a poner peor, pese a que los seres que pueblan el día a día de la noticia dicen que es lo mejor para nosotros. Y, como Carol Anne, caminamos hacia la luz, a pesar de que sabemos que ahí la cosa ya no tiene remedio. Nuestra casa nacional está poseída y no tenemos una enana de guardia que nos libre del conjuro; ni siquiera Iker Giménez y su esposa. La cifra de parados que fue engullida por la luz aumenta y aparecen nuevos focos lumínicos anunciados en la reforma laboral, que hará que la luz sea como un faro. Las cosas que se ven en la televisión de día dan miedo, los seres que la habitan, pese a su apariencia, nos hacen sudar frío, entre lo que dicen y lo que adivinamos detrás de lo que dicen, nos meten en un “poltergeist”, que es palabra alemana que significa “espíritu que hace ruido”. Y no nos gusta el ruido que hace. Por la noche, la cosa cambia. Los seres de la noche, aparentemente más raros, son, sin embargo, protectores. Les cuento. Me acuesto tarde; es un vicio adquirido de los tiempos en que el periodismo se hacía hasta altas horas de la madrugada (había una teoría de las cuatro P, los que trabajaban de noche: policías, putas, panaderos y periodistas). Y como todo ciudadano adicto, recorro la programación nocturna en busca de algo interesante; como saben, ahí no hay nada; es como ese fondo de ría donde van a parar los restos de las mareas. Generalmente le doy la vuelta al tedeté y salto por series de abogados o forenses o policías, coloquios en los que encuentro viejos amigos hablando de todología, vendedores de sartenes chinas y alarga penes, y los inevitables magos del tarot. El otro día (mi impotencia espectadora llegó a ese límite) me paré a ver que decían los adivinadores. Y descubrí que ellos son, realmente los que nos pueden dar esperanza en la crisis. Los repasé todos y los estudié a todos. Lo primero es el aparataje: un señor o una señora, rodeados de un candelabro judío, unas estrellas planetarias flotando y los teléfonos que empiezan por 806 (de pago mortal); detrás suelen tener a un tipo tocando una guitarra que no se escucha, y debajo más teléfonos y el aviso de que se puede pagar con la Visa. El primero que se me aparece en cuerpo y alma es un tal Sandro, y en su “pograma” también aparece, en otro teléfono, Blanca no sé qué (especialidad en el amor). El adivinador le dice a la que llama que tiene problemas sentimentales, económicos y de trabajo (como casi todos) pero la señora le dice que no. Tras un tira y afloja, mientras el 806 corre, le receta una misa. Así de fácil. En otra cadena, una señora, arreglada como si fuera al programa de Teresa Campos o a un debate político, tiene dos teléfonos distintos para un sólo consultorio. A la primera señora que llama le dice claramente en un pispás: “Mira cariño, con tu pareja no tienes futuro”. Aquí te pillo, aquí te mato. El tercero ya es más exótico, se llama Maestro João, y se supone que es portugués. Su eslogan lo define: “¿Tienes negatividad?” Y su entorno está repleto de velas encendidas y un Cristo coronado de espinas (lo de las velas es algo común y debe ser buena cosa). Llama una señora (a las tantas de la mañana hay señoras que están inquietas por su futuro) y le pregunta si va a haber trabajo para ella, su hija y su yerno. “Veo un mal de ojo para ti –le dice–; para tu hija y para tu yerno, llama de nuevo. Pon una vela blanca y todo se te solucionará”. A otro le da un remedio para deshacerse de su enemigo: “Escribe su nombre en un papel, lo metes en un vaso con agua, un poco de sal marina y pimienta, y lo dejas allí hasta que se deshaga”. Por último encuentro a una oronda mujer con acento gallego, lo que me hace suponer que su radio de acción es más bien diocesano, y que recibe en su 806 a una mujer que le pregunta por el juicio en el que reclama dinero a su ex marido. La respuesta está impregnada de idiosincrasia gallega: “El juicio está cantado, te va a pagar el dinero, pero lo que le “pidiste” no te lo va a dar todo”. La solución está también en las velas, que es un sistema fácil y barato. Realmente, ¡que distintos son los seres del día y de la noche!. Porque los problemas son los mismos; las soluciones, parecidas y, en los dos casos siempre pagamos, ya sea un 806, ya sea un IRPF, un aumento de los precios o cualquier cosa. Sin embargo, por lo menos, los raros de la noche dan esperanzas, los normales del día dan miedo. Extraño país este de esas dos Españas, la diurna y la nocturna. Debe ser, como en la película, que nuestra casa común está construida sobre un cementerio

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