jueves, 4 de agosto de 2011

Campaña de verano

Diariio de Pontevedra. 03/08/2011 - J. A. Xesteira
Al final “ellos” se salieron con la suya y se convocan elecciones generales para el 20 de noviembre, festividad de San Octavio y Día Universal de la Infancia (los 364 días restantes la infancia mundial puede irse a hacer puñetas, no le hacen caso). El 20-N, para entendernos, que ahora las fechas siempre son así, con logotipos, para hacer camisetas. Ignoro que llevó al presidente Zapatero a buscar esa fecha con tantas resonancias históricas. En la crónica del tiempo reciente, el 20-N es la fecha de la muerte de Franco, pero en la menos reciente es la fecha de la muerte del falangista José Antonio y del anarquista Buenaventura Durruti. Nada más anunciarse la fecha, con la estrategia adecuada, en fecha, hora y lugar previamente estudiados, comenzaron los expertos a augurar y predecir lo que va a pasar. “Ellos” se salieron con la suya y se adelantan las elecciones. Al decir “ellos” me refiero al PP, que venían dando la tabarra con la necesidad de elecciones, ahora que vienen sobrados y con ganas de Moncloa; me refiero al PSOE, que ve como una crisis que no estaba en el programa les arruina el baile y pegan un cierre a blancas para respirar; me refiero al empresariado español, que siempre espera que en el cambio esté el negocio; me refiero a la banca, que siempre gana (acaban de publicar los balances del semestre y si usted no se escandaliza con los beneficios y con los aumentos de sueldo de los grandes ejecutivos es porque no se entera); me refiero a las fuerzas tangenciales del Capitalismo, que mueven hilos delictivos amparados en ingeniería legal para mangoneo de bolsas y estados. Por supuesto no me refiero al resto de los simples mortales, a los ciudadanos en paro o en vacaciones, que no pintan nada en este entierro ni les interesa. Cuando los políticos se llenan la boca con la frase de que estas elecciones son deseadas por el “clamor popular” (la frase “clamor popular” fue un invento de un director de periódico madrileño, hace años) mienten a sabiendas de que el pueblo llano y poco soberano, realmente es más afín a la filosofía de Clark Gable en “Lo que el viento se llevó”: “Francamente, querida, me importa un carajo”. Así que, querámoslo o no, un domingo de noviembre tenemos que volver a repetir el mito del rito electoral: elegir entre dos tipos que son los que van a salir elegidos. Y una vez más, pese a lo que digan los expertos en “todologías” que desmenuzan la situación al por menor, volveremos a perder oportunidades de oro para la democracia. En este permanente estado electoral, que viene desde los Reyes Católicos, parece que sólo hay dos contrincantes, Rajoy y Rubalcaba, y el resto es la guarnición intercambiable (“¿me cambia las patatas fritas de la milanesa por ensalada?”) Y esto es una mala señal democrática, es la muestra de que no han aprendido que la pluralidad no existe, y que sólo compitan los dos candidatos que quieren “ellos”, sin más mérito ni valor que haber sido colocados en lo alto de los dos partidos reinantes. No han aprendido nada y han dejado pasar oportunidades importantes de cambiar cosas mientras estuvieron en el poder. Por ejemplo, las leyes electorales, que fueron escritas para un momento concreto, de transición política, en la que las fuerzas eran variadas e igualadas, y donde el futuro era incierto; ahora todo se resuelve en medio de oscuras financiaciones que respaldan a los principales partidos para que sean ellos los que se enfrenten. Para poder cambiar las leyes electorales, que permitan a los partidos secundarios competir en igualdad (una democracia sin igualdad es una chapuza interesada e injusta) seguramente habrá que cambiar la Constitución. Pues también se cambia, que no es un libro sagrado y necesita bastantes retoques, entre ellos el de adecuar las páginas de la Monarquía a los tiempos que están cambiando. Y, de paso, ya metidos en harina, hacemos una ITV de las autonomías, cambiamos aceites, regulamos los frenos, ajustamos la suspensión y las convertimos en un vehículo que sirva para algo más que inaugurar despropósitos arquitectónicos y obras públicas de escasa necesidad por donde se cuelan corruptelas sin ton ni son. Y en ese mismo proceso, aprovechamos para poner en orden el mundo legal, renovamos a los jueces que haya que relevar, eliminamos unos cuantos miles de leyes de las que merecen ser eliminadas (tenemos demasiadas) y dejamos el país a punto de empezar. Eso debiera ser lo importante si tuviéramos políticos que fueran al fondo de la cuestión, en lugar de perpetuarse en el poder y salir en la foto. No están los tiempos para florituras y todos lo sabemos, pero los tiempos están cambiando y no se dan cuenta, y hay que empezar por abajo, por reinventarlo todo, y no para que todo quede como está, como decía el príncipe gatopardiano. Hay que volver a comenzar mil veces y ser nosotros y no “ellos” los que marquen las prioridades. Hay demasiada Economía en la sociedad (no es gratuito que el director del BBV apoye a Rajoy descaradamente, aún a sabiendas que sus clientes son de todo pelaje), mientras que se abandona la cultura (que es lo único que permanece) y se debilita la Educación (que no interesa, porque el voto de una masa inculta es más manejable que el de un pueblo educado). El verano, que siempre se espera que sea el bálsamo que nos alivie de los rigores del invierno y de la tabarra política, se va a convertir en una campaña electoral pesada, llena de tipos que perseguirán nuestro voto hasta los chiringuitos. Los dos contendientes principales ya están posando para los carteles; el PP reparte una piel de oso, pero no ha disparado aún ni un sólo tiro; el PSOE ya ha soltado lastre y va en globo. El resto va a hacer lo que puede. Mientras los bancos se siguen forrando, las empresas solucionan sus problemas echando la gente a la calle, la Policía expulsa al 15-M para que monten el espectáculo cristiano del B-16 (papa de Roma) y, como siempre, los ciudadanos seremos el último mono de este planeta de los simios electoral.

1 comentario:

  1. Tecnócratas platirrinos,
    grandes monos asesinos,
    chimpancés consumidores
    y mandriles entre flores.

    Ahora es un mono gibón
    quien preside la reunión,
    y promete -¿qué promete?-
    aumentar los cacahuetes.

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