jueves, 7 de abril de 2011

El ruedo ibérico

Diario de Ppontevedra. 07/04/2011 - J.A. Xesteira
Para los clásicos, el ruedo ibérico es Valle Inclán, que reflejó la política de su tiempo en un torbellino en el que la vida española giraba en torno a la Monarquía, los parlamentarios y el pueblo disparatado; para los viejos izquierdosos, Ruedo Ibérico fue la editorial de París donde nos podíamos enterar de que había otra vida más allá de los Pirineos que nos contaba lo que estaba pasando en la España franquista y que no podíamos saber nunca a través de los periódicos. Para todos, siempre es la plaza donde se lidian los toros de la política española, el espectáculo más primitivo donde se ventila la muerte y la vida para contemplación del pueblo. Ahora mismo, el ruedo ibérico está más cerca de la farsa valleinclanesca que de la progresía exiliada y esperanzada de París. Los protagonistas en el ruedo son los que descubrieron el movimiento perpetuo electoral, los grandes estadistas que están siempre en el poder y en la oposición, todos vestidos como jefes de planta de grandes almacenes. En las gradas, los espectadores, los 4,3 millones de parados que, de ser cierto que están parados, deberían estar organizando una revolución; a no ser porque aquí todos mienten, las estadísticas y los parados; o la sociedad española anda metida en economías sumergidas, o esto es un milagro. Y en esto Zapatero que anuncia que no se vuelve a presentar, y Rajoy que quiere venir por tercera vez (a la tercera va la vencida) y, alrededor, el esperpento. Los periódicos, esos organismos en vías de extinción, rebotan el anuncio dominical de que el presidente deja el puesto cuando acabe su mandato y no quiere repetir, cosa que debería ser normal si este fuera un país normal. No lo es. Inmediatamente Rajoy y sus valientes piden que se convoquen elecciones ya, que no hay que esperar. En el fondo, lo que les gusta de la política es ese constante trajín electoral, viajar de un lado a otro para actuar ante un público rendido, ante su club de fans. Son así y no hay manera de acostumbrarlos a que los plazos electorales son para cumplir, y una vez elegido el personal, lo que tienen que hacer es ponerse a trabajar para los que los votaron y los que no los votaron, y esperar a los cuatro años reglamentarios para volver a empezar. No nos acostumbramos al ruedo ibérico de la democracia, nos sale el desplante autoritario y anarcoide, con tornasoles fascistas, de vez en cuando. A menudo suele decirse que es que nos falta entrenamiento, que llevamos muchos años sin democracia y nos cuesta acostumbrarnos. Falso. En treinta y tantos años desde que murió Franco nos hemos adaptado al instante a muchas cosas: el euro, los teléfonos móviles, los ordenadores, a dejar de fumar por ley y a los viajes del Inserso. ¿Por qué no a ser demócratas normales, sin la etiqueta de “Democracia Ibérica”? Mientras tanto el ruedo se llena de personal, de despropósitos esperpénticos que adornan esta corte de los milagros donde se conspira en casa y se atiende, al mismo tiempo, al mundo global que nos contamina y nos toca de cerca. Se meten por medio nuevos y viejos personajes en viejas y nuevas situaciones. Aznar que es un gran actor de youtubes, donde triunfan sus monólogos en inglés, el borrachito que pide libertad de velocidad en la autopista, y ahora, el que llama gallego a Rajoy (no en sentido peyorativo, supongo, como en su día lo hizo Rosa Díez), seguramente porque nunca perdonó al PP gallego que no les cayera simpático (entre ellos le llamaban Charlotín). Alrededor, diversos picadores y monosabios de la corrida, gentes que se pelean enterrados hasta las rodillas, en actitud goyesca. Valencianos que componen una falla con cierto olor a corrupción, no hay más que ver sus fotos y sus sonrisas para entender que, sean condenados o no, no son trigo limpio, aunque se les presuponga la inocencia por derecho. Los andaluces que resucitan de nuevo las peonadas y los puestos de trabajo (en Andalucía los puestos de trabajo siempre estuvieron en manos de señoritos cortijeros, un empresariado que Bruselas tendría que reconocer y proteger por ley). Resucitan viejas películas en las que aparece ETA y los GAL, como un “remake” de viejo cine en blanco y negro, ahora en 3D y alta definición. Los jueces sientan a jueces en los banquillos de los acusados y mientras los imputados en asuntos de corrupción, entre tanto, inauguran diversas obras de pequeños faraones autonómicos: aquí, una ciudad cultural para envasar el vacío, allá un aeropuerto en el que no aterrizan aviones, en todas partes se inauguran entradas de edificios sin terminar, con una placa de bronce para que nadie se olvide de quien reinaba el día de la foto. (Somos el país con más placas de bronce inaugural por habitante de todo el mundo.) Todo vale, porque estamos en constante corrida electoral, y los toreros piden palmas y olés al público y que la banda toque España Cañí. Porque parece que las elecciones del mes que viene son legislativas, definitivas, y, a juzgar por las voces de los más altos políticos, apocalípticas. El “dejarme solo” del matador se convierte en “yo, o el diluvio, el tsunami”, del político en campaña. Piden el cambio climático, la renovación total del Ejecutivo, poner al PP y quitar al PSOE, como si estuviéramos ya en 2012 cuando, en realidad, el mes que viene solo se van a elegir a los alcaldes de pueblo, a los vecinos dirigentes, cada vez menos politizados. Los candidatos presumen de que son buenos gestores (la honradez se les supone, aunque no se garantice), pero no necesitamos gestores, necesitamos alcaldes políticos. En democracia elegimos políticos, los gestores se contratan, no se votan. Pero, en el ruedo ibérico, las funciones de los dirigentes locales se traspasan a empresas privadas, con lo cual llegará un momento en que ya no necesitemos al alcalde político ni al gestor. En un esperpento lleno de frases rimbombantes que se entrecomillan en los periódicos, necesitamos voces como la de aquel maravilloso alcalde que se subió un día al balcón y dijo aquello de: “Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación”. Eso, sólo necesitamos una explicación de lo que van a hacer los alcaldes, el resto es farsa y barullo.

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