viernes, 10 de agosto de 2018

26 años no es nada

JA.Xesteira
El tiempo vuela a velocidades poco agradables para los que estamos incluidos en los viajes del Imserso. La pasada semana pusieron en libertad, después de cumplir una condena de 31 años, al etarra Santi Potros. Como todos ustedes saben por los noticieros, había sido condenado a una cantidad enorme de años de prisión, pero el máximo que se cumple en este país es de treinta años. Consideraciones al margen sobre la figura del etarra, sus hechos delictivos, su condena y libertad, ya se han pronunciado sobradamente todos los que tenían que pronunciarse y ya se ha dicho todo lo que había que decir. No voy a entrar en el rebumbio de opiniones sobre la posibilidad de homenajes y lamentaciones de los familiares de muertos por ETA. Lo que me llamó la atención no es la figura del preso liberado ni las opiniones sobre el antiguo etarra, sino el hecho de que ya han pasado 31 años y parece que fue ayer, siempre parece que fue ayer. Justo estaba en esa idea cuando repasaba unos suplementos semanales de un periódico de 1992. Se me ocurrió limpiar el fayado y saqué las cajas en las que guardaba estos suplementos, porque en su momento me parecía interesantes para el futuro –en aquel tiempo no había wikipedia y siempre convenía tener a mano datos que después nunca se usaron–. Releo de manera transversal, esto es, por el aire, una a una las revistas de aquel año de fiestas internacionales en España: Quinto Centenario del Descubrimiento, Expo de Sevilla, con el muñeco Curro, y las Olimpiadas de Barcelona, con Coby y el príncipe Felipe abanderado de una monarquía en horas altas, con las infantas emocionadas y el futuro cuñado ganando medallas en balonmano. Parecían tiempos felices y a lo mejor lo eran, con un gobierno de Felipe González en la Moncloa y las crisis más allá de la puesta de sol.
Pero han pasado desde aquello 26 años, y aunque parece que todo fue ayer, estamos en otro mundo distinto y distante, otro mundo mejor o peor, según gustos. Se pueden hacer comparaciones odiosas, sólo por juego, porque las revistas reflejan el momento del estado de las cosas, y podemos demostrar con ellas en la mano que cualquier tiempo pasado fue nada más que un presente que vivir, y el presente de hoy era un futuro imprevisible en 1992. En aquellas páginas de colores aparecían muchos que hoy son difuntos más o menos recordables pero en aquel instante gozaban de fama, gloria y poder; aparecían otros como los importantes que iban a dar la campanada y que desparecieron al año siguiente; los artistas llamados a la gloria que nunca alcanzaron; los libros y escritores altamente recomendados en aquel momento que hoy son olvido total; películas, directores y actores que los críticos presentaban como lo más grande del momento y hoy no son ni memoria; discos, cantantes, músicos que iban a  ser la gran esperanza artistica y ya ni nos suenan ni sus nombres ni sus canciones. Así pasa la gloria del mundo.
¿Y nosotros, cómo éramos? Según las revistas vestíamos ropas holgadas, flojas amplias y cómodas, la antítesis de la moda actual, de escasa tela y apretada como si hubiera encogido la ropa con nosotros dentro. La tecnología digital ni se soñaba; las fotografías eran de carrete y papel, y se anunciaba como moderno el proyector de diapositivas; la musica venía en casetes (el cedé estaba al caer) y las películas en el gran invento de las cintas de vídeo en VHS; se anunciaban unos primitivos ordenadores que escribían textos en blanco y negro mientras se vendían las máquinas electrónicas como gran avance oficinístico. Los coches eran más pequeños (las plazas de los párking actuales estan hechas a su medida y ahora no caben los grándes volúmenes todoterreno que sólo circulan por las ciudades) y se anunciaban los coches familiares como soluciones viajeras; los niños podían viajar sentados en el asiento de atrás, sin sillitas ni nada; se fumaba en los coches y en todas partes, incluidos los hospitales. Los ciclistas del Tour y la Vuelta pedaleaban con una gorrita de tela o una cinta por la frente, nada de cascos ergonómicos. La vida, evidentemente era distinta y no pensábamos aquel año en lo que se nos venía encima.
En el apartado de entrevistas y alabanzas del famoseo aparecen personas que hoy están en paradero ignorado y otras que se mostraban en un espacio distinto del que les reservaba el futuro; así aparece una entrevista con la jueza Carmena en la que no pensaba que iba a ser alcaldesa, y una fotografía de Donald Trump con su pelo original, antes del pelo naranja, cuando sólo era un hortera millonario y no soñaba con ser un presidente millonario, hortera y peligroso.
Lo terrorífico de revolver en el pasado es que aparece el pasado olvidado. Personajes que en aquel momento eran los dirigentes de este país y que habíamos olvidado, están ahí, entrevistados en su elemento poderoso. Luis Roldán habla de la Guardia Civil que dirigía y nadie podía en aquel momento adivinar que pasaría 15 años en una cárcel (la misma ern la que acabó años después el cuñado del príncipe, que ganaba medallas de balonmano) por un montón de delitos monetarios (se recuperó millon y medio de euros, pero otros 10 millones siguen desaparecidos). En otra entrevista aparece Rafael Vera, entonces director de la Seguridad del Estado, que también acabó en la cárcel por el caso GAL. Y Narcis Serra, ministro por aquel entonces, que también acabó imputado más o menos, y Mariano Rubio… Eran los tiempos del socialismo rampante; después vino el Aznarismo imperante, tras el “¡Váyase, señor González!” y nos dejó otro reguero de desajustes judiciales, desde el ministro Rato (todavía en los banquillos) Miguel Ángel Rodríguez, condenado por injurias, y Esperanza Aguirre y sus financiaciones. Son pasado que fueron noticia por sus cargos y desde los que hablaban en los suplementos de colorines.
Lo preocupante de la moraleja es adivinar cuantos de los que ahora ocupan entrevistas de colorines por razones de su cargo, serán dentro de otros 26 años asunto judicial y penitenciario.

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