domingo, 11 de enero de 2015

¿Quién teme al lobo feroz?

Diario de Pontevedra. 09/01/2015 - J.A. Xesteira
Pasadas las navidades y sus gastos sin sentido; pasada la gripe que nunca existió (ni para la Sanidad colapsada ni para los Medios); pasado el año 2014, ya nos metemos de lleno en dos cosas: las rebajas (para gastar lo que nos queda de las fiestas y cambiar los tiques regalo por lo que nos apetece de verdad y a mitad de precio), y las campañas electorales que ya vienen anunciando estrategias desde todo el año pasado. Ya estamos en campaña; unos, los profesionales, en activo, diciendo lo buenos que son y lo bien que lo van a arreglar de aquí a cuatro años, y otros, los ciudadanos votadores, en pasivo, soportando todos los cuentos que nos van a contar de aquí a cuatro años. Porque todo es un puro cuento, como cantara León Felipe (y musicara aquel viejo grupo Aguaviva –buscar por Youtube–). Como ya nos sabemos todos los cuentos, no tenemos problemas en movernos por este bosque tenebroso de políticos al acecho detrás de los árboles de la economía, a la busca y captura de cerditos, caperucitas, hermanitos perdidos, pulgarcitos listos, enanitos trabajadores, brujas, príncipes, bellas durmientes, bambis y demás pajaritos de la floresta. Nos los sabemos todos, pero volverán a intentar asustarnos para que nos portemos bien, como niños obedientes que deberíamos ser. Para empezar, los cerditos constructores de la democracia nos están asustando con que va a venir un lobo feroz, en forma de nuevos políticos, jóvenes y con pinta de erasmistas; es un lobo creado por las frustraciones de los ciudadanos, por la enorme distancia entre lo que se prometía y lo que se dio, entre lo que se garantizaba como estado de bienestar y el latrocinio a cara descubierta de los que tenían la obligación de ser honrados en lugar de la devoción de ser ricos. Ahora temen al lobo feroz, al que acusan de ser chavista, comunista, griego, populista y alguna cosa más, pero como ya sabemos el cuento (ver también en Youtube–) entendemos el miedo de los cerditos porque construyeron sus casitas-partidos con pajitas y palitos, y le van a soplar y sus casitas derribar. El cerdito sabio construyó con ladrillo, vino la burbuja inmobiliaria, se lo llevó todo a un fondo buitre y tiene sus ahorros en Luxemburgo. Todos vivieron (con nuestro beneplácito, no lo olvidemos, que los espectadores siempre aplaudimos) en un mundo de festejos en una disneilandia feliz, en banquetes y vacaciones pagadas por las empresas que gestionaban los caudales públicos gracias a que los políticos (que siempre presumen de ser buenos gestores) externalizaron servicios, que suelen ser más caros en las empresas privadas que en las públicas (facilmente demostrable, incluso aunque el proceso haya sido honrado). Siempre siguieron cuentos en versión disney, en lugar de ir a los clásicos y hacer como Harum al Raschid, el de las mil y una noches, que se disfrazaba de hombre de la calle para saber que pensaba el pueblo. 
La finalidad de los cuentos es meter miedo, dicen que para educarnos y no seguir caminos fáciles, que son peligrosos; miedo para desconfiar de los desconocidos, y confiar en los que nos cuentan los cuentos. Ahora el miedo está en el futuro inmediato. Ya gritan por Europa: ¡Socorro, que vienen los griegos (de izquierdas y cabreados)! E inmediatamente basta que disfracen a Angela Merkel de Maléfica y diga cualquier cosa sobre los griegos, para que la bolsa se desplome. La gente corriente no entiende nada de la bolsa ni de lo que pasa con ella, pero basta que los Medios (que son los trompeteros de los cuentos) digan que la bolsa se desploma por culpa de Grecia para que a todos nos parezca una cosa malísima, como una manzana envenenada (y roja). Pero todo está previsto; Maléfica sabe que si dice algo de Grecia, la bolsa se desploma, pero como ya se sabía que se iba a desplomar, alguien hizo buenos negocios con ese desplome. Por ejemplo, los ogros, que son los propietarios del Ibex, que es como el castillo encantado de la bolsa; sólo el año pasado ganaron 27.168 millones con sus acciones, en un año en que los salarios siguieron bajando. Porque la realidad, aunque los narradores de cuentos nos digan que el paro bajó (es una cifra), es que cada vez hay menos trabajadores en el sentido gramatical de la palabra. Hubo un tiempo en que se decía que para levantar el país lo que había que hacer era trabajar, y los enanitos íbamos por el bosque cantando a nuestro puesto de trabajo, silbando al trabajar y, después, ai-ho, ai-ho, a casa a descansar. Pero ahora el paro crece en el bosque español (y en el europeo) y el hecho de que el número estadístico sea menor, no quiere decir que haya bajado el número de enanitos sin trabajo. Es una cifra, resultado de descontar los emigrantes retornados a sus países, emigrantes españoles que se buscan la vida en otros bosques con otros lobos, y la contratación a mitad de precio para trabajos sin medida de tiempo legal. En el Gran Cuento Europeo, los personajes de España ya han sido clasificados hace años: camareros, dependientes, servidores y emigrantes de alta cualificación, con los funcionarios necesarios para mantener una estructura en la que vive la clase política y que sólo sirve para apuntalar el cuento. Todo está escrito, ya sabemos todos los cuentos, que sólo han servido a lo largo de la historia para domesticar al espectador, desde las parábolas evangélicas hasta los hermanos Grimm. Siempre queda la suficiente ciudadanía para creer que vienen lobos, que hay que confiar en príncipes, hadas madrinas (y hados padrinos) y ser bien mandadados, un concepto viejo. Pero no hay que tener miedo, a veces siempre es mejor un lobo de confianza que los tres cerditos promotores de casitas-partidos. Lo único que se quiere en estos cuentos es que, al menos, cuando llegue el colorín colorado, podamos vivir felices y comer perdices, o bistés, o rapantes, y que no nos vuelvan a estafar con historias de espejos mágicos de plasma y tdt que nos cuentan que somos los más bellos.

1 comentario:

  1. Xenial metáfora. Ó fin e ó cabo os contos nacen das realidades para aprender deles e delas,...normal que pasados 100 anos de moiros deles, a realidade volva nacer nos contos.

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