jueves, 14 de julio de 2011

Tenemos que reinventarnos

Diario de Pontevedra. 13/07/2011 - J. A. Xesteira
El futuro nos ha encontrado a todos con los pantalones a media caña y el culo al aire. De repente, todo lo que valía ya no vale, como podía adivinar cualquiera que no estuviera abducido por la descomunicación político-económico-religiosa-mediática. Lo sabíamos, porque era algo más que evidente, pero parecía como que nadie se enteraba, que todo el mundo disfrutaba de este país de maravillas, lleno de gatos risueños, liebres de marzo y, sobre todo, con muchos dineros fáciles que los sombrereros locos de la política gastaban y se metían al bolsillo ante la impasibilidad de los ciudadanos. De repente, todo se viene abajo, era un castillo de naipes, y la reina de corazones alemana pide que le corten la cabeza a todos, los emigrantes, los italianos, los españoles, los portugueses, los griegos; y los edecanes de la baraja se reúnen en Bruselas, que es la capital del País de las Maravillas, para celebrar una absurda fiesta de no cumpleaños que nunca se acaba y que nunca arregla nada. Mientras, el personal de a pie comprueba en carne propia lo que es la cola del paro, en unas oficinas de empleo que nunca emplean a nadie; ve como la hipoteca feliz que firmó con promesas de un piso maravilloso era una trampa de trileros (¿donde está la bolita?); ve como se esfuman todas las promesas de los políticos en campaña, mientras que los mismos políticos en el cargo se suben los sueldos. Y así hasta todo lo que se les ocurra, hasta la misma demagogia. Ahora, cuando se ven orejas de lobo por todas partes rodeando el corral, todos se echan las manos a la cabeza y todos piden reinventarlo todo. Un ejemplo: la SGAE, ese organismo que consiguió ser odiado por todos los ciudadanos, incluidos aquellos que ni siquiera saben para que sirve. De repente, bastó con que la guardia civil entrara a requisar y detener, para que todos se echaran encima de Teddy Bautista, el “boss” de los autores, precisamente el mismo que hacía unas horas habían elegido por abrumadora cantidad de votos. Y ahora todos claman contra él, piden democracia interna y cuentas claras. Bautista pasó de rockero setentero (lo vi con Los Canarios hace años en una sala de Vigo: su grupo era bueno, él era malo) a jefe de la tribu, y con gran olfato levantó una empresa que ganó dinero a paladas, por el sistema de extorsión legal, amparado por todos los gobiernos, de cobrar por todo lo que fuera música, incluida la marcha nupcial o esa televisión apagada que hay en muchos bares. Multitud de cantantes, autores y compositores de diversos pelajes chuparon de la canoa y pusieron la mano para cobrar del canon digital y otros impuestos gansteriles (legales, pero iguales a la protección de Chicago). Cualquiera que anduviera por el mundo con dos dedos de frente, sabía que eso era un negocio de paniaguados, los mismos que ahora, descubierto un poco del pastel, echan a Bautista y piden que impere la democracia. Quieren reinventar la SGAE, la misma que les amparaba y subsidiaba mientras componían musiquitas desde su piscina. También quieren reinventar la izquierda. Hace años que la gente de izquierdas de este país (si aquí también había gentes de izquierdas, que se dejaron la piel en otros tiempos para que hubiera una democracia –no este sucedáneo de democracia cero-cero con la que entretienen al personal–) fue cediendo pequeñas y grandes conquistas, fue adaptándose a un modelo de izquierda ganadora, encorbatada, trajeada, que por fin tenía la sartén por el mango, pero a costa de dejar por el camino primero el marxismo, después la lucha de clases, después dejó que reinara el capitalismo liberal más depredador del que se tienen noticias, después consintió que la Iglesia Católica disfrutara de todo su estatus económico y fuera subvencionada por todos, incluidos los ateos, y, por encima, los antiguos marxistas desfilaron en las procesiones como un reconocimiento de que todos somos iguales y no hay que tener miedo. Y la democracia que estaba por venir, no llegó nunca, y en su lugar se instaló un paripé político bipartidista. Y ahora que la autodenominada izquierda lo ve crudo, quiere reinventarse, y lo piden los mismos que disfrutaron de las vacaciones ganadoras. Desde hace años, treinta y tantos o más, se repetía la vieja frase: “¡No es esto, no es esto!”, pero como mientras tanto, con la marca registrada de “Izquierda” se ganaba, y el mundo era rico y consumista, no pasaba nada. La realidad nos recuerda los viejos conceptos desnudos: la izquierda es un estado de ánimo, la derecha un estado de cuentas. ¿Y qué decir del periodismo? También hablan de reinventarlo como una necesidad que acaban de descubrir ahora a través del escándalo de los periódicos británicos de Robert Murdoch. Se rasgan las vestiduras cuando hasta ahora le besaban en los labios. Murdoch ya era un hijoputa hace años, pero era el hijoputa amigo de Margaret Thatcher y de Tony Blair, y como las cosas iban bien, pues no pasaba nada. Ahora es un malo y sus periódicos, un nido de indeseables. El escándalo sólo deja al aire una evidencia, transportable al resto del mundo: el periodismo no es eso. Los medios de comunicación constituyen una sociedad clientelar en la que se amalgaman políticos, economistas y empresarios de la comunicación. El periodismo no es imprescindible y los periodistas, menos. Hay que reinventarlo ya dicen. Hay dos mundos, uno, el de fuera, el que ve lo que es obvio sin que nadie se lo explique, y otro, el de dentro, que mira hacia otro lado mientras silba y todo funciona, ganan dinero y disfrutan de la situación. Esos dos mundo suelen encontrarse, opuestos por el vértice, cuando las cosas van mal, entonces descubren que hay que reinventarlo todo, seguramente sólo para esperar que todo vuelva a estar como estaba. No recuerdan que sólo se puede reinventar lo que una vez fue inventado, y ese caso no se ha dado todavía en este país, en el que tenemos que empezar de cero, desde abajo y hacia arriba, podando lo que haga falta y desbrozando los viejos conceptos.

1 comentario: